09. Casa en la playa

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—No puedo aceptar esto, John... es demasiado—dijo, aunque en su interior sentía una emoción indescriptible.

La casa era perfecta, cómoda y con una buena vista a la playa.

John tenía sesiones problemáticas con sus queridos amigos cantantes, y estos borrachos tuvieron la increíble idea de vivir bajo el mismo techo.

John era el más consiente, pero aún así acepto. Pero que Haerin no viviría con ellos.

Conocía a los idiotas y que ver una mujer bajo el efecto del alcohol era peligroso, mad aún con los efectos de la cocaina.

—A mí me ayudará a saber que alguien está disfrutando del sol mientras yo me encierro en el estudio—John coloco sus manos en los hombros de la menor.

—Gracias, John—sonrió y John beso su mejilla.

John finalmente abrazo a la joven, pegando sus caderas al trasero de ella y dejando su cabeza en su hombro.

—Esta noche tratare de venir temprano, quiero pasar la noche contigo.

Haerin sintió un calor subirle por las mejillas, y su rostro se puso completamente rojo. No estaba acostumbrada a esto.

—Comprate algo bonito para esta noche, te quiero.

John beso las mejillas de Haerin y se fue, dejando a Haerin sonrojada y con el corazón latiendo con fuerza.

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Haerin estaba en el centro comercial con un vestido ya comprado, era casual. Después de todo solo era una cena.

Mientras recorría las tiendas, su mirada se detuvo frente a una tienda de lencería.

Las prendas delicadas y sensuales exhibidas en el escaparate le provocaron un leve rubor.

"No, eso no es para mí", pensó mientras giraba la cabeza sutilmente para mirar hacia otro lado.

Pero algo dentro de ella, una pequeña chispa de curiosidad y quizás de atrevimiento, la hizo detenerse.

Sin pensarlo dos veces, con el corazón latiendo rápido, se dio la vuelta y entró corriendo a la tienda.

Se sintió un poco fuera de lugar entre la seda y el encaje, pero con determinación, eligió una prenda fina y sencilla.

Su mano temblaba ligeramente mientras la llevaba al mostrador, pagaba rápidamente y salía de la tienda, con la bolsa en la mano.

Haerin se dio un largo y relajante baño, dejando que el agua tibia la envolviera mientras su mente se llenaba de pensamientos sobre John y aquella inesperada tarde.

Al salir, se perfumó delicadamente, eligiendo una fragancia suave pero envolvente. A pesar de no ser una gran cocinera, había decidido hacer un esfuerzo para preparar algo para la cena.

No quería impresionarlo con sus habilidades culinarias —sabía que eso no era su punto fuerte—, pero al menos quería crear un ambiente agradable.

En la cocina, con más nervios que confianza, preparó un sencillo plato de arroz con salsa.

Aunque no era nada sofisticado, el aroma que desprendía la comida le dio un poco de tranquilidad.

Luego, subió a cambiarse. Había elegido cuidadosamente un vestido que compró esa tarde, uno que realzaba su figura con elegancia sin ser demasiado llamativo.

Se colocó unos tacones negros, sutiles pero elegantes, y se maquilló ligeramente, con un poco de rubor, máscara de pestañas y un toque de labial que le daba un aire natural pero sofisticado.

Al mirarse en el espejo, sintió una mezcla de emoción y nervios.

No estaba segura de si quería que John llegara pronto o si prefería más tiempo para prepararse mentalmente. "Tal vez se retrase," pensó, con una pequeña esperanza de tener más tiempo a solas en la casa.

Justo cuando terminó de acomodar la mesa y darle los últimos toques a la cena, escuchó el sonido de una puerta abriéndose. Su corazón dio un vuelco. John había llegado antes de lo que esperaba.

—¡Haerin!—la voz familiar de John resonó en la casa, llena de energía—. ¿Qué tal todo por aquí?

Haerin se quedó paralizada por un segundo.

Respiró hondo y salió al salón, intentando mantener la calma.

John estaba allí, aún con esa actitud despreocupada pero carismática que siempre tenía, pero al verla, su expresión cambió por completo.

—Vaya, te ves... increíble—dijo John, sorprendido, deteniéndose un momento para observarla.

El rubor volvió a las mejillas de Haerin, esta vez más intenso que nunca. Trató de sonreír y mantener la compostura.

—No es para tanto—respondió con une risa nerviosa—. Preparé algo sencillo para la cena, aunque no soy una gran cocinera.

—Lo que importa es la compañía—John beso la mejilla de Haerin antes de caminar hacía la cocina.

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