9. Vacaciones en la granja!

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Las vacaciones de verano finalmente habían llegado, y con ellas, la tan esperada escapada a la granja de los abuelos de Leo. Mi familia —papá, mamá, Melanie, Halan y yo— fuimos invitados a pasar una semana entera en su granja. Leo nos convenció con la promesa de aventuras inolvidables, aire fresco y, según él, los mejores postres caseros del mundo.

Cuando llegamos, la granja de los abuelos de Leo era aún más hermosa de lo que imaginaba. Había campos verdes hasta donde alcanzaba la vista, un granero rojo y una casa acogedora con una chimenea humeante que parecía sacada de una postal. Los abuelos de Leo, que resultaron ser increíblemente amables, nos recibieron con abrazos y sonrisas.

—¡Bienvenidos, bienvenidos! —dijo la abuela de Leo, con los brazos abiertos—. Estamos muy contentos de tenerlos aquí.

—Es un placer tener tanta juventud en la granja —agregó el abuelo, con una gran sonrisa bajo su enorme sombrero de paja.

Esa primera noche, todos nos acomodamos en las habitaciones. Mi cuarto tenía una ventana con vistas a los campos, donde las vacas pastaban tranquilamente. Apenas podía esperar a ver qué nos depararía el día siguiente.

Aventura 1: Ordeñando Vacas

El primer día empezó temprano, muy temprano. Apenas el sol asomaba, la abuela de Leo nos despertó a Halan, Leo y a mí.

—Es hora de ordeñar las vacas —dijo ella, como si fuera la cosa más normal del mundo.

Ordeñar vacas. Yo, Hanna, ordeñando vacas. Nunca en mi vida pensé que haría algo así, pero ahí estábamos, los tres sentados frente a las vacas en el establo, con un balde de metal en la mano.

—¿Qué? ¿Nunca han ordeñado una vaca antes? —bromeó Leo, claramente disfrutando de mi nerviosismo.

—¡Obviamente no! —respondí, mirando a la vaca con algo de miedo.

—Solo tienes que ser firme pero suave —dijo Halan, intentando sonar como un experto, aunque claramente tampoco tenía idea de lo que estaba haciendo.

La abuela de Leo nos mostró cómo hacerlo, y luego fue nuestro turno. Me acerqué a la vaca, tomé una respiración profunda y... bueno, lo intenté. Al principio nada salió, pero con un poco de paciencia y mucha concentración, ¡lo logré! Un chorro de leche salió disparado hacia el balde.

—¡Miren! ¡Lo hice! —dije, emocionada.

—Eres una natural, enana —se burló Leo, guiñándome un ojo.

Después de varios intentos, los tres logramos llenar nuestros baldes de leche, y aunque al principio fue raro, al final fue divertido y, sorprendentemente, algo satisfactorio.

Aventura 2: El Caos del Pastoreo

Más tarde, ese mismo día, el abuelo de Leo decidió que era hora de que nos enseñara a pastorear las ovejas. Según él, no había nada más divertido que correr detrás de un rebaño de ovejas para llevarlas de un lugar a otro.

—¿Divertido? —murmuré, algo escéptica—. Esto suena como mucho trabajo.

—Confía en mí, lo es —dijo Halan, con una sonrisa irónica.

Nos dieron a cada uno una vara larga, y el abuelo nos explicó que teníamos que mover las ovejas del campo al corral antes de que se hiciera de noche.

—Solo sigan mis instrucciones —dijo él, aunque eso era más fácil de decir que de hacer.

Las ovejas parecían tener su propia idea de lo que querían hacer, y claramente no era seguir nuestras órdenes. Leo, Halan y yo terminamos corriendo de un lado a otro, intentando dirigir al rebaño. Al principio, fue un caos total. Las ovejas corrían en todas direcciones, y nosotros detrás de ellas.

—¡Esa se va hacia la colina! —gritó Halan, señalando a una oveja especialmente rebelde.

—¡La tengo! —respondió Leo, corriendo detrás de ella.

Yo intenté seguirles el ritmo, pero en algún punto me encontré atrapada entre varias ovejas que no querían moverse. Finalmente, después de muchos gritos y risas, logramos llevarlas a todas al corral.

—Nunca imaginé que pastorear fuera como correr un maratón —dije, exhausta pero riendo.

—¡Pero lo logramos! —dijo Leo, chocando su mano con la mía.

Aventura 3: El Pastel de Manzana Perfecto

El último día de nuestra estadía, la abuela de Leo decidió que era hora de que aprendiéramos a hacer el famoso pastel de manzana de la granja. Para eso, primero tuvimos que ir a recoger manzanas al huerto.

El huerto de la granja era precioso, lleno de manzanos con fruta madura que colgaba de las ramas. Tomamos cestas y nos pusimos a trabajar, aunque... trabajar es un decir. En realidad, terminamos más tiempo lanzándonos manzanas y riéndonos que recogiendo.

—¡Atrapa! —gritó Leo, lanzándome una manzana que apenas logré agarrar.

—¿Estás intentando hacerme caer? —respondí, lanzándole otra de vuelta.

Después de un rato, logramos recoger suficientes manzanas, y volvimos a la cocina para empezar con el pastel. La abuela nos enseñó a pelar las manzanas, hacer la masa y mezclar los ingredientes. Aunque debo admitir que me comí algunas rodajas de manzana por el camino.

—¡Hanna, esas eran para el pastel! —dijo Halan, fingiendo indignación.

—No puedo evitarlo, son deliciosas —dije, riendo mientras me comía otra.

Al final, logramos armar el pastel, y mientras se horneaba, el olor a manzana y canela llenó la cocina. Cuando finalmente estuvo listo, todos nos reunimos alrededor de la mesa para probarlo. El primer bocado fue celestial.

—Es el mejor pastel que he probado en mi vida —dije, maravillada.

—¿Ves? Te lo dije —dijo Leo, sonriendo con orgullo.

Después de todas nuestras aventuras, esa última noche en la granja fue especial. Nos sentamos todos juntos, riendo y recordando los momentos más divertidos del viaje. Ordeñar vacas, pastorear ovejas y hacer pastel de manzana resultaron ser experiencias inolvidables, y aunque al principio tenía mis dudas, me di cuenta de que la vida en la granja no era tan mala después de todo.

Al despedirnos de los abuelos de Leo, sabía que llevaría conmigo esos recuerdos para siempre. Y lo mejor de todo, ahora tenía un nuevo apodo que Leo no dejaría de usar:

—Hasta la próxima, pastora enana —dijo Leo, sonriendo mientras nos despedíamos.

Rodé los ojos, pero no pude evitar sonreír. Sí, esas vacaciones fueron, sin duda, unas que nunca olvidaré.

Mi vida de KdramaWhere stories live. Discover now