Cuidamos de lo que amamos

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Prompt: En un show reciente (no recuerdo cuál), Lucero tropezó y casi se cae. Luego, salió un video de ella sentadita en un rincón del escenario y la gente empezó a preguntar en Twitter si se había lastimado el pie. Lucero respondió a una fan que no, que en realidad solo se sintió un poco mareada y decidió sentarse un momento. Así que decidí escribir algo inspirado en eso.


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"¿Te sientes mejor?" preguntó Mijares, sentándose junto a Lucero en el sofá de cuero desgastado del camerino. El suave crujido del cuero acompañó su movimiento.

"Sí, gracias," respondió ella con una sonrisa cansada, sus labios aún un poco pálidos. La luz cálida del camerino resaltaba las sombras bajo sus ojos.

Él tomó una botella de Gatorade de fresa con sandía de la mesita al lado y se la entregó. "El enfermero recomendó que tomes un sorbo de esto. Dicen que ayuda con las náuseas."

Lucero lo miró con una expresión de agradecimiento y aceptó la bebida. El camerino tenía ese olor familiar a maquillaje y perfume, un poco abafado por las luces cálidas. Ella tomó un pequeño sorbo, sintiendo el sabor dulce y refrescante del Gatorade deslizarse por su garganta. Mijares la observaba con una expresión de inquietud, sus ojos reflejando la preocupación que sentía.

"¿Estás segura de que no quieres ir al médico?" preguntó Mijares, con una ligera preocupación en la voz. No recordaba la última vez que había visto a Lucero sentirse mal. Si había alguien que siempre fue el ejemplo de salud, esa era Lucero.

"No, no..." respondió ella, algo agitada. "Ya me estoy sintiendo mejor, de verdad." Tomó otro sorbo del isotónico, intentando mostrar que estaba bien.

"Está bien," suspiró Mijares. Conocía bien la terquedad de Lucero, un rasgo que su hija menor había heredado de ella. Pero también sabía que ella sabía cuándo estaba bien y no arriesgaba su salud innecesariamente. Si ella decía que se sentía mejor, tenía que confiar en su palabra.

Se quedaron sentados allí, compartiendo un silencio cómodo. La mano izquierda de Mijares se posó suavemente en la rodilla derecha de Lucero, donde él comenzó a acariciarla suavemente, dibujando círculos aleatorios con la palma de la mano. Los ojos de la actriz se fijaron en los anillos de plata que adornaban los dedos gruesos de Mijares, y el movimiento giratorio comenzó a marearla de nuevo.

"¡Ugh!" Ella se echó hacia atrás, presionando los dedos contra los ojos.

"Vamos al médico, Lucero," dijo Mijares con voz baja, casi suplicante.

"No... es solo que va y viene. Mejorará de nuevo en un instante."

Ella sintió el sofá moverse, pero no se atrevió a descubrir los ojos; su cabeza giraba como un carrusel. Pasaron unos segundos y el sofá se hundió nuevamente. Las manos de él tomaron suavemente las suyas, alejándolas de su rostro, y en su lugar, él presionó una compresa de agua fría contra su frente.

Ella soltó un gemido bajo de puro alivio. "Gracias," Lucero apretó su mano, que volvió a descansar en su rodilla.

"Aún creo que deberías ir al médico," insistió él una vez más, mientras ella cerraba los ojos, sin querer discutir. "¿Sientes algo más además del mareo?"

"No. Es solo un malestar, lo juro. Mi presión debe haber bajado por el calor y toda la agitación del escenario. Estaré bien, lo prometo."

Él la observó en silencio. Sus labios pálidos contrastaban con sus mejillas extremadamente rojas. La piel de su cuello brillaba con una fina capa de sudor, y de repente Mijares entendió por qué ella parecía tan sofocada.

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