Nunca fue solo por eso

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Prompt: Cada vez que Mijares es preguntado en una entrevista sobre el motivo por el cual él y Lucero tienen una relación tan buena, nunca se extiende mucho en los detalles (lo cual es parte de su personalidad; él es una persona más reservada y cerrada). Sin embargo, siempre menciona: "Además, tenemos dos hijos maravillosos." Esto me hace pensar que esa es la esencia de su relación, el motivo principal que los llevó a reencontrarse tras su desenlace (el divorcio), pero no representa la totalidad de lo que son el uno para el otro. Además, Mijares la admira mucho y su voz siempre lleva un cierto orgullo cuando habla de ella. El hecho de que ella sea la madre de sus hijos no sería suficiente si él no valorara todas las otras cualidades que componen a Lucero como persona. Con este pensamiento en mente, decidí escribir esta one-shot.

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En medio de la penumbra de la habitación, las luces de la ciudad a lo lejos se filtraban por las rendijas de la cortina, creando una atmósfera de suave intimidad. Lucero, acostada boca arriba junto a Mijares, sentía su respiración tranquila, un sonido reconfortante que llenaba cada rincón entre ellos. Con las caderas elevadas por la almohada bajo su espalda, se entregaba al momento, mientras él acariciaba suavemente las cicatrices de la cesárea.

Eran dos líneas blanquecinas, pequeñas marcas que una mirada distraída podría fácilmente ignorar. Pero Mijares conocía esas cicatrices como si fueran parte de su propia historia. El desnivel de la segunda era un poco más profundo que el de la primera, un testimonio silencioso de las vivencias que compartieron, del amor que los unía. Allí, en ese instante, estaban José Manuel Mijares Hogaza y Lucero Mijares Hogaza, eternamente ligados por esas marcas.

Ella llevó la mano hasta su vientre y entrelazó los dedos con los de él, y juntos comenzaron a acariciar la región, sumergiéndose en una nostalgia reconfortante. Lucero cerró los ojos por un instante, sintiendo la respiración tranquila y una paz inexplicable en el corazón. Era como si estuviera regresando en el tiempo, recordando cuando Joss era solo un pequeño volumen en su útero, la sensación era parecida a la de haber comido demasiado en el almuerzo.

"Hace tanto tiempo..." murmuró Mijares, rompiendo el silencio que los envolvía. "Pero todavía recuerdo vívidamente la sensación de sentir a nuestros hijos moverse dentro de tu barriga."

Lucero sonrió al escuchar esas palabras, su corazón se calentó con un recuerdo tan especial. "Era como si estuvieran bailando," respondió, con un brillo nostálgico en los ojos. "Sentía cada movimiento, cada patada, y a veces pensaba que ya sabían quién eras, que estaban reconociendo tu voz."

Mijares se inclinó un poco más cerca, sus dedos deslizándose por la piel suave de su vientre. "Recuerdo pasar horas por la noche, colocando la mano allí, esperando que ellos respondieran. Había algo mágico en ese momento, como si estuviéramos en sintonía con ellos incluso antes de que nacieran."

El silencio volvió, pero ahora cargado de emociones. Lucero sintió una mezcla de nostalgia y felicidad, y la conversación los llevó a revivir momentos de complicidad, sonrisas y esperanzas. "¿Quién diría que ese pequeño volumen se convertiría en Lucerito y Joss?" comentó, soltando una suave risa.

"¿Y quién diría que estaríamos así un miércoles por la noche?" respondió Mijares, admirando cada curva del cuerpo de Lucero. Se permitió apreciar la escena, desde las piernas desnudas hasta las manos entrelazadas en su vientre, pasando por los pechos expuestos, con los pezones aún endurecidos, mirando hacia el techo de la habitación. Su cabello estaba esparcido sobre la almohada, como una suave nube, y su rostro mostraba una expresión de relajación y paz que le hacía sentir que todo estaba exactamente como debía ser.

Se acercó más a ella, su torso pegándose suavemente al costado del cuerpo de Lucero. Desenlazando las manos, llevó una de ellas hasta su rostro, dejando un cariño gentil en su piel. "Gracias," dijo, casi en un susurro, sus labios tan cerca de los de ella que podía sentir la cálida sinceridad de sus palabras.

"¿Por qué?" preguntó Lucero, la curiosidad iluminando su mirada.

"Por nuestros hijos. Nosotros, los hombres, muchas veces no damos el crédito suficiente a las madres. Es un esfuerzo inmenso y un sacrificio generar una vida. ¡Imagina hacer un ser humano a partir de la nada!" Hizo una pausa, como si las palabras estuvieran formándose en su mente. "Tú renunciaste a tantas cosas cuando estuviste embarazada, y aún más después de que nacieron. Ya lo he mencionado antes, pero nunca con la intención que tengo ahora. Eres una mujer fantástica, Lucero."

"Solo hice lo que haría cualquier madre," respondió ella, con la voz suave, pero llena de emoción.

"No, no es solo eso," insistió él, aún sosteniendo su rostro con ternura. "Hiciste mucho más. La manera en que te dedicaste, cómo te entregaste a cada momento, es algo admirable. Yo veo todo eso, y estoy aquí para reconocerlo."

Lucero levantó la cabeza y presionó sus labios contra los de él. "Gracias... de verdad," susurró, la sinceridad en su voz vibrando en el aire entre ellos.

"Nunca olvidaré el dolor que pasaste en el posparto, pero aun así nunca te quejaste. Recuerdo las noches en claro que enfrentaste solo para amamantar, y el esfuerzo que hiciste para volver a ser tú misma, para retomar tu carrera y tu rutina, sin dejar que todo lo demás te consumiera," dijo, con la voz cargada de admiración. "Nunca te vi solo como la madre de mis hijos."

Hizo una pausa, como si las palabras que quería decir necesitaran un momento para solidificarse. "Estuve tan cerca de ti después de nuestro divorcio por muchas razones, pero nunca fue solo por eso. Ser la madre de mis hijos es un honor, porque no podrían tener una madre mejor. Pero, sobre todo, eres un modelo, un ejemplo de mujer, de persona... de todo. Es por causa de personas como tú que el mundo no es un lugar completamente inhóspito."

Lucero sintió que las palabras de él penetraban en su corazón, como si cada una de ellas fuera una caricia suave, despertando emociones que había guardado durante tanto tiempo. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, la humedad acumulándose como pequeñas perlas, listas para deslizarse por su rostro.

"No tienes idea de cuánto significa esto para mí," dijo, con la voz temblorosa, casi como un susurro. "A veces, es fácil olvidar el impacto que tenemos uno sobre el otro, especialmente después de todo lo que hemos pasado. Pero escuchar esto de ti... es como un bálsamo para el alma."

Las lágrimas comenzaron a rodar suavemente, y Lucero no se preocupó por secarlas. En cambio, dejó que descendieran, una liberación de sentimientos acumulados. "Siempre me preocupé por ser la madre que ellos merecen, y en momentos de duda, me pregunté si estaba haciendo lo suficiente. Saber que ves lo que hago, que reconoces mi lucha... es todo lo que necesitaba escuchar."

Mijares la observó, sus ojos llenos de comprensión y cariño. Se acercó un poco más, extendiendo la mano para secar una lágrima que escurría por su rostro. "Siempre has sido suficiente, Lucero. Siempre lo has sido."

"Solo... solo quería que nuestros hijos supieran lo increíble que eres también," dijo ella, con la voz entrecortada. "La forma en que te dedicas a ellos, cómo te preocupas... eso te hace un padre excepcional."

"Y eso es algo que llevaré conmigo, siempre," respondió él, sosteniendo su mano, como si quisiera transmitir toda la fuerza y confianza que sentía por ella. "Estamos juntos en esto, y siempre lo estaremos."

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