Sé que soy tu instrumento favorito

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Prompt: puro soft porn hermanas. Mijares toca instrumentos de cuerda, así que nada mejor que hacer buen uso de la buena coordinación motora, ¿verdad?

Obs.: contenido sexual explícito.

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Lucero exhaló un aliento cálido contra el fuerte y rítmico pulso de Mijares, mientras él, con el dedo índice de su mano derecha, áspero y calloso por los años tocando instrumentos de cuerda, rozaba la piel suave y sensible de su ingle. Mijares mantuvo el dedo allí, moviéndolo lentamente y con un ritmo preciso, haciendo que Lucero retorciera los dedos de los pies con cada toque.

"No," susurró Mijares contra la parte superior de su cabeza, en un tono de mando suave. "No cierres las piernas."

Lucero se movió en la cama, sintiendo su dedo deslizarse hacia su clítoris, pero sin tocarlo realmente, provocándola suavemente. Arqueó la espalda, un gemido bajo escapando de sus labios, mientras la expectativa crecía dentro de ella. Sus dedos agarraron la sábana, formando un bulto de tela en la palma de su mano, mientras los nudillos se ponían blancos en el proceso. Su cuerpo temblaba levemente con cada caricia precisa, su deseo creciendo como un globo que se infla.

"Shh..." continuó él en un susurro, mordisqueando su oreja izquierda, su respiración cálida y entrecortada.

Los músculos internos de los muslos de Lucero comenzaban a arder. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para seguir sus órdenes, lo cual la hizo reír internamente, ya que definitivamente no era del tipo que le gustaba recibir órdenes, y menos de un hombre. Pero, en ese momento y en ese contexto, haría cualquier cosa que él pidiera, siempre que su toque finalmente fuera al lugar donde desesperadamente deseaba ser tocada. Lucero detestaba las provocaciones, pero algo en la manera en que Mijares conducía los momentos de intimidad la fascinaba. Él sabía exactamente cómo hacerla hervir hasta el punto de ebullición como nadie. Era una pena que, después del divorcio, su vida sexual se hubiera vuelto monótona y sin emoción, sin los juegos y las malditas provocaciones que tanto odiaba. Todo parecía insípido... Michel tenía muchas cualidades y ella lo había amado, pero el arte del cuerpo? Ah, ese arte solo fue dominado por un hombre en toda su vida: Manuel Mijares Morán.

Cuidadosamente, él separó los labios mayores de Lucero con los dedos índice y medio. La aspereza y callosidad de sus huellas, contrastando con la humedad y la textura casi aterciopelada y resbaladiza de su vulva, provocaron una ola de nuevas sensaciones. Fue imposible para ella no soltar un gemido involuntario.

"¡Carajo!" maldijo Lucero en voz baja, mordiéndose el labio inferior en un intento de contener otras maldiciones que amenazaban con salir de su boca.

"Me encanta cuando maldices," dijo el cantante con una risita aguda, apreciando la visión de ella retorciéndose, un delicioso desorden ante sus ojos. Incluso con la luz tenue de la habitación, podía ver pequeñas gotas de sudor comenzando a formarse en su cuello.

"Te estás divirtiendo con todo esto, ¿no?" Lucero finalmente habló, soltando el labio inferior que mantenía atrapado entre los dientes. Habían comenzado este juego hacía unos quince minutos.

"Un poquito, no voy a mentir," confesó Mijares, con una sonrisa traviesa. Entonces, su dedo índice finalmente deslizó sobre el pequeño bulto del tamaño de una semilla de limón que era su clítoris. Lucero casi se atragantó de sorpresa. "¿Ves? También puedo ser bueno contigo, pero es mucho más divertido verte retorciéndote."

Y, como si la sensación hubiera sido solo un vistazo, se alejó tan rápidamente como llegó. Mijares volvió a sus movimientos lentos y provocativos, explorando la parte interna de sus labios mayores con una paciencia calculada. Lucero soltó un suspiro de frustración.

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