Capítulo 1

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—Y AHORA, les diré sobre mis planes para asumir el Reino —dijo el malvado mago y burro total Lartin el Hoja Oscura con un cacareo.

—Por favor, no lo hagas, —le dije—. Realmente no tienes que hacerlo.

Por supuesto que no escuchó. Los villanos nunca lo hacen. Es por eso que apestan. Mucho. No ayudó que mis brazos y piernas estuviesen atados con raíz de bermellón. Esa mierda es dura. No es mentira.

—Ya ves, cuando era niño, siempre supe que yo era diferente. Que estaba destinado a cosas más grandes que lo que mi padre había planeado para mí. —Lartin miró hacia la entrada de la cueva, casi con nostalgia, como si pensara en sus días de infancia. ¡Qué culo! —Siempre me miró con desprecio porque nunca quise ser herrero. Siempre decía eso...

—¿Crees que se da cuenta de que no nos importa? —Me preguntó Terry. Parecía muy malintencionado cuando lo decía, pero si fueras un unicornio gay sin cuerno, también serías malo—. En serio. No nos importa. En absoluto.

Me encogí de hombros mientras Lartin nos miraba con incredulidad. —Tiene problemas paternales.

—No tengo problemas paternales, —dijo Lartin, sonando molesto.

—¿Así que eso le da derecho al monólogo? —Terry resopló. Cuando lo hizo, pequeños destellos rosados y púrpuras se dispararon por su nariz. Ser un unicornio es así de impresionante.

—Es un villano —dije—. Es lo que hacen. Tienen que transmitir todo su plan cuando piensan que han ganado porque nadie más los escuchará jamás.

—Patético, —dijo Terry, mirando a Lartin—. Chico, realmente no me importa. Desata mis piernas antes de que te arañe los ojos.

—No tienes dedos, —le recordé—. No puedes arañar nada.

—Es afortunado de que no tenga mi cuerno aún, —murmuró Terry—. Habría algo así mucho más gore, sería irreal. Sería como Gore City aquí arriba. Estas raíces son irritantes. Debería desatarlas.

—¿Vas a desatarlas? —le pregunté a Lartin.

—Mh, ¿no? —dijo—. Sabes que los capturé y que son mis prisioneros, ¿verdad?

—¿Lo hizo? —Le pregunté a Terry.

—Bueno, estamos atados, —dijo Terry—. Y no de la manera divertida.

—No quiero saber cuándo has sido atado de la manera divertida, —le dije.

Él puso los ojos en blanco. —Mark, eres tan mojigato.

—¿Chicos? —Lartin dijo—. ¿Tengo un plan? ¿Del que debo hablarles? Tienen que escuchar.

—No soy un mojigato —le dije a Terry—. Sólo porque no hablo de... ya sabes. Cosas de sexo. Eso no me hace un mojigato.

—Tu cara se puso roja cuando tartamudeaste con la palabra sexo, —dijo Terry—. Casi te creí.

—No he tartamudeado.

—Tú has tartamudeado, —dijo Lartin. Porque era un idiota al que iba a patearle las pelotas antes de que terminara el día—. ¿Puedo volver a mi historia? Realmente creo que apreciarán las muchas facetas de mi personaje una vez que lo escuchen. Soy dinámico y...

—¿Cuándo te ataron? —pregunté—. No se permite que los unicornios sean putones. ¡Se supone que eres todo virtuoso y prístino!

—Oh por favor, —dijo Terry—. ¿Cómo crees que fui creado? Ajá.

—¿Honestamente? Siempre pensé que los unicornios eran hechos de sol y arco iris y buenos sentimientos. Como, simplemente aparecer un día en un campo lleno de flores y con un gran rayo de sol que cae a tu alrededor. Y habría mariposas o algo así. —Eso sonaba bastante bonito. Y realista para la creación de un unicornio.

El Mago y El Caballero. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora