Capítulo 8

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Ocho días más tarde, Dunkan dijo, —Te envío al norte.

Me detuve desde donde había estado garabateando en mi grimorio. —¿Eh?

Fue todo lo que pude pensar en decir. Porque no era sólo el norte. Sabía que se refería con al norte. Lo cual, para ser honesto, era intimidante como todo el infierno. Debe de haber visto ese parpadeo de miedo en mi cara porque sacudió la cabeza.

—No. No para eso. Aún no. No estás listo, Mark.

Gracias a los dioses porque se refería al norte. Las tierras frías de donde había venido mi padre. Donde el mentor de Dunkan residía en un castillo hecho de hielo. Randall. El más escalofriante hijo de puta de todos los tiempos.

Dunkan puso los ojos en blanco. —No es tan malo. —Como si pudiera leer mi mente.

—¿No es tan malo? —me ahogué—. ¡Él es quien decide quién se mueve del aprendizaje a los Juicios! Él es el que puede hacer o romper mi futuro. Ah, y está el pequeño hecho de que me odia con cada fibra de su ser.

—No te odia, Mark. Te lo he dicho mil veces.

—Muy seguro de que sí. Yo tampoco lo culpo. Estabas allí la primera vez que lo conocí. Tú te quedaste allí cuando accidentalmente convertí su nariz en un pene. No supo cómo invertirlo durante tres días. Y él estaba oficiando una boda al día siguiente.

¡Tenía que casar con una novia y el novio con una nariz de polla! Me dijo que un día tendría su venganza. Oh dioses. ¿Que les he hecho? ¿Realmente me odian tanto? ¿Les desilusioné tanto que quisieran someterme a lo peor que podrían pensar?

Dunkan estaba tratando de no reír, el bastardo. —Podría haberle sucedido a cualquiera, —dijo—. De acuerdo, te pasó a ti, lo cual no es tan sorprendente.

—Tenía quince años, —dije con el ceño fruncido—. Por supuesto que estaba pensando en pollas. ¿Sabes qué? No. Te culpo. La pubertad fue un tiempo, horrible, horrible, y me hiciste hacer magia. Esto es tu culpa.

—Confía en mí —dijo—. Yo me digo eso todos los días.

—Ja, ja. No. No me voy. Voy a ir a vivir en el bosque y convertirme en la historia de miedo que los padres dicen a sus hijos. Ten cuidado, pequeño Tommy. El Viejo Mark vive en esos bosques. Si no comes tus verduras, vendrá cuando duermas y te robará los pies.

—Para ser justos, no fue lo primero que has convertido en un pene. Está ese pavo...

—Cállate.

—O la copa de vino del rey.

—¿Recuerdas la expresión de su rostro? Pensé que literalmente se cagaría encima.

—O el ...

—Lo entiendo, —dije—. Tenía polla en el cerebro.

—Me encantan nuestras pequeñas charlas.

—Realmente vas a hacer que vaya, ¿no?

—Será bueno para ti, —Dunkan dijo amablemente—. Darte algo tiempo para aclarar la cabeza.

—Con el mago de todos los magos. Como, el mago principal.

—Sí, Mark. Tenía que estar seguro.

—No estoy listo. Para los Juicios.

—Lo sé. Y eso no es lo que estás buscando. Al menos no todavía. Esperemos que todavía falten años.

Randall era el mago más antiguo que existía, y juro que estaba aguantando sólo para que algún día pudiera vengarse de mí. Dunkan dijo que tenía por lo menos seiscientos años, que la cantidad de magia en él le impedía pasar a través del velo, pero yo sabía lo contrario. Iba a llegar allí, iba a convertirme en una polla gigante, y luego iba a morir, cacareándose mientras lo hacía.

El Mago y El Caballero. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora