Cuando siento que estoy más cerca que antes, la realidad me da un tortazo y me hace recapacitar y aceptar que esa sensación de proximidad, es solo un deseo al que olvidaron apagar la vela.
No sé si darme por vencida. No sé si vale la pena continuar entre anhelos y suspiros por algo que se muestra imposible. Pero me molesta. Eric no me habla con claridad y hasta puedo afirmar que tampoco quiere sincerarse conmigo. Desde su cumpleaños, tengo esta idea fija en la mente de que algo oculta. Y lo peor de todo, es que soy la única que no se entera de lo que está pasando.
No tengo razones ni pruebas que validen este pensamiento, pero tampoco tengo la certeza de que sea lo contrario.
No sé qué pensar, o más bien, estoy cansada de que mi cabeza le siga dando vueltas a todo el asunto. No llego a ninguna parte y gasto más energía formulando preguntas, que respuestas.
—Te escucho pensar, cariño.
Estefan se mueve de izquierda a derecha por la sala de estar del piso. No está nervioso, mucho menos ansioso. El trasladarse de un lado a otro es la forma en la que actúa cuando se concentra en algo. No es difícil saber el qué.
—Ni te molestes en saber qué pasa. Lo mío no es tan importante como lo tuyo. Continúa trabajando en el demo, en nada me voy a la habitación para no interrumpir tu trabajo —me estrujo los ojos con fuerza para evitar conciliar el sueño.
—Lo tuyo es mío, y lo mío es tuyo —sentencia Estefan—. Dame unos segundos para terminar de escuchar el minuto dos.
—No tienes que hacerlo. Sabes que...
—Silencio. Necesito concentrarme.
Pongo los ojos en blanco y espero. Me doy por vencida. No puedo discutir con este Estefan. Cuando está en modo mandón, lo dejo correr. Sé muy bien que tiene un lado sobreprotector conmigo, es una de las cosas que amo de él, pero que a la vez me preocupa. No quiero ponerlo en una posición en la que tenga que estar atento a cada cosa que me incomode o me haga sentir triste.
¡Joder, si tan solo dejara de ser una niña a la que le han robado su peluche de oso favorito, entonces podría ahorrarme tantos desplantes y locuras que no comprendo!
—Desde aquí puedo escuchar tu autocompasión —suspira con ganas y deja de lado su trabajo para sentarse a mi lado.
En cuanto lo hace, intento detenerlo.
—Te amo, Estefan, de verdad, pero este no es uno de esos momentos en los que necesito palabras que son destinadas a darme ánimos. Lo que apremia en este instante, es, como tú lo llamas, regodearme en mi autocompasión. Eso es lo que necesito.
No estoy de humor para una charla en donde me repita lo mismo de siempre: «no necesitas de nadie más que tú misma». Y estoy de acuerdo, no dependo de nada ni de nadie para ser feliz, ni siquiera para sonreír. Eso lo sé. Pero también sé, que quiero a alguien a mi lado con quien pueda compartir mi felicidad, mi sonrisa... todo.
No es como si pidiera el sol.
¿Qué tan difícil puede ser que la persona que mas quieres a tu lado, lo esté?
—No puedes obligarlo a que te quiera, Melisa —Estefan hurga en la herida para recordarme que duele—. Tampoco puedes forzar el amor. Eso es algo que se da, así sin más. Comienza con la atracción y luego continúa con el entendimiento: el conocer más de esa persona que te hace pensar cada día y cada segundo en esos ojos que se achinan cuando se ríe de tus chistes malos, cuando se cubre los ojos porque está avergonzada, cuando te mira como si fueses lo más importante para ella, pero también lo que más teme...
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Entre lienzos y reflejos ©️
ChickLitDos escenarios distintos, pero increíblemente anexos. Ambos desean una cosa diferente y a la vez lo mismo. ~•~ Melisa Torres no puede evitar que su corazón lata con tanta fuerza siempre que ve a Eri...