6. No sé si te conozco

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Ellos simplemente no pueden parar. En su sistema no está el dejar ir algo cuando supone un misterio por resolver. En este momento, ese misterio soy yo. Tanto Nando como David, se encuentran discutiendo, lanzando palabras al aire, murmurando hechizos y hasta invocando cosas. ¡Qué sé yo! Se ponen como locos y tontos en este tipo de situaciones en las que yo estoy involucrada.

Paseo la vista sobre esos dos meteoritos a punto de estallar e intento aligerar sus divagaciones.

—David, se supone que eres el moderador. Entonces, ¿por qué demonios no moderas?

David deja de murmurar palabras ininteligibles y Nando detiene sus idas y venidas en el mismo suelo.

—Solo soy moderador en clase —puntualiza—, no cuando estoy decidido a molestarte. ¡Oh, eso ha rimado! —choca los cinco con Nando ante su descubrimiento.

Pongo los dedos en la base de mi nariz y suspiro rogando paciencia. Ambos se niegan a dejarme en paz. Parecen dos cocodrilos luchando por su presa.

—Pregúntale si es un chico —Nando le ordena a David.

—No, pregúntale tu.

—¿Yo?, ¿por qué?

—Y, ¿por qué yo?

Niego con la cabeza. Me gustaría saber si en algún momento ellos se escuchan hablar cuando están juntos.

—Porque eres el presidente de la clase.

—¿De qué hablas? No soy presidente de nada. Eso aquí no existe. Espera... ¡¿soy el presidente de la clase?! —Nando pregunta con sorpresa y emoción a la vez.

Una leve risilla se escucha en el lado de David.

—Me estás tomando el pelo, ¿cierto?

—¡Yo nunca! —asegura David con vehemencia.

—Prométemelo.

—Te lo prometo.

—Vale, ahora de verdad. Prométemelo.

Perfecto, esa es mi señal. Como serpiente en un matorral, me deslizo con destreza y huyo como toda una campeona. Allí dejo al par de loquillos intercambiar promesas.

No tardo en dejar la biblioteca. Estoy cansada, y lo que menos me apetece es seguir investigando. Necesito una ducha y dos litros de agua fría. El calor me está matando y ni siquiera estamos a principios de junio, así que decido ir a casa y descansar un poco. Relajar mi mente. Ver a Estefan. Escuchar su voz.

Mis deseos se cumplen.

Con una cerveza en mano y apoyada sobre el hombro de Estefan, veo una película que recién se ha estrenado. No recuerdo el nombre, pero creo que va de un chico que puede convertirse en cualquier forma material para conquistar a una chica. Algo extraño para mi gusto, pero tampoco me quejo, no es como si le estuviera prestando atención a la película. Quizás me equivoco en cuanto a la trama.

Estefan parece concentrado en la pantalla. Su brazo descansa en el apoyabrazos del sofá y sus dedos están en mi pelo jugando con algunas hebras mientras va creando pequeños rulos a cada mechón.

Me fijo en su perfil con ganas de estudiar su aspecto. Otra vez. Siempre que puedo, lo hago. Me asombra lo increíblemente guapo que es. Mandíbula recta, nariz perfilada, cejas gruesas y llenas, labios en su punto; ni tan llenos ni tan delgados, ojos verdes esmeralda y cabello con ondas de color castaño claro que le llega hasta los hombros. Es que no solo es su físico lo que atrae, sino también su personalidad. Si no fuera mi mejor amigo y por supuesto si no sintiera algo por otro chico, podría decir con seguridad que Estefan estaría allí, justo en el primer lugar a conquistar.

Entre lienzos y reflejos ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora