Capítulo IV

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Cierro los ojos con fuerza, para que el dolor de cabeza y el cansancio disminuyan.

Desgraciadamente, no funciona.

Si continúo quedando horas extras después de trabajar, terminaré muriendo física y mentalmente. Pero, si no adelanto las cosas más adelante se podrían complicar.

Hoy volveré a salir hasta tarde, pero si quiero descansar esta semana que viene con mi esposa, necesito terminar las propuestas lo antes posible.

El teléfono que está en mi escritorio suena, sobresaltándome.

Suelto un suspiro antes de contestar la llamada.

—Lamento mucho interrumpirlo señor Milthon, pero el señor Frederick está aquí y le dije que esperara en la recepción, él me informó que tiene cita con usted, pero en su agenda de hoy no menciona ninguna cita.

Maldición, olvidé lo insistente que es el señor Frederick.

—Está bien Yuri, déjalo pasar.

La llamada se acorta y tocan a la puerta.

Digo un simple « adelante » lo suficientemente alto, para que me pueda escuchar desde el otro lado.

La puerta de la oficina se abre y el señor Frederick pasa por ella con su típico semblante serio que lo hace ver como un viejo gruñón.

Detiene sus pasos frente a mi escritorio.

—Puede tomar asiento—murmuro mientras tecleo en la computadora.

—Sé que eres el asistente del señor Burthon, pero necesito que me ayudes—termino de escribir en la y desvío mi vista de la pantalla hacia el señor Frederick—Mi negocio se está hundiendo y no quiero que todo se vaya al carajo.

Acomodo mis anteojos y lo miro directo a los ojos.

Noto lo desesperado que está por perder lo que tanto tiempo le llevó construir y no lo culpo, hasta yo si estuviera en su situación me encontraría así.

Perder un negocio que ha estado pasando por su familia durante muchos años, es terrible.

—Señor Frederick, ya he hablado mucho con usted sobre el caso de su negocio y la única opción que le queda es vender.

Su ceño se frunce y niega con la cabeza.

—Vender no solucionará nada, todo se está viniendo abajo, el negocio, mi casa y mi familia—una sarcástica sonrisa se forma en su rostro—si usted no va a ayudarme, tendré que hacerlo por mi cuenta.

¿A caso se volvió loco?

Pelear con la empresa del señor Burthon, solo va atraerle consecuencias y muy graves.

—No puedo dejar que haga eso, lo mejor es que ven...

El señor Frederick se levanta de la silla y golpea mi escritorio con sus manos interrumpiendome.

—Cuantas veces les tengo que decir que no venderé mi negocio a su jodida empresa.

Nunca en mi vida había conocido a un hombre tan terco como él.

—Señor Frederick, sea por un momento razonable, con el dinero podrá comprarse un local y sostener a su familia.

—¿Usted tiene esposa?—lo miro con asombro, ya que su pregunta me tomo por sorpresa.

¿Qué intenta hacer con sacarme tal pregunta?

Además, mi vida privada la dejo reservada solo para mí y mi familia.

Si intenta convercerme por ese medio, se equivocó de persona.

—Mi vida privada no es algo que me gusta hablar con mis clientes o desconocidos.

—Es una linda foto que tiene en su escritorio—desvío mi vista hacia la derecha en donde se encuentra un pequeño portaretrato con la foto de mi esposa y yo—Supongo que esa es su esposa, me pregunto que pasaría si pierdo mi negocio y a su esposa le ocurra algo—abro mi boca para responderle, pero me interrumpe—Si llego a perder todo, ten por seguro que vendré para arrunarle la vida a ti y al señor Burthon—sin esperar una respuesta de mi parte, sale de la oficina dejandome sorprendido.

Las palabras del señor Frederick se repiten una y otra vez en mi cabeza, como una pegajosa melodía para niños.

No debería importarme su amenaza, pero ya habían pasado cuatro semanas y gracias al cielo, nada ha ocurrido.

Aunque en estas cuatro semanas no he podido dormir bien y lo peor de todo es que me había quedado callado.

Clarissa no tenía que enterarse de lo sucedido, porque es demasiado paranoica, pero ya esta no es la primera vez que me amenazan a mi o a mi esposa, y tome la opción de comprar un arma de fuego, para proteger a mi familia.

El taxi se detiene en la entrada del aeropuerto.

Desearía en este momento estar con mi amada esposa en vez de irme lejos de ella por trabajo.

Le pago al taxista y abro la puerta para salir junto con un pequeño equipaje.

Acomodo mis anteojos y cierro la puerta del auto.

Camino adentrándome al interior del lugar.

Todo está repleto de gente con su equipaje.

Espero que mi vuelo no se retrase.

Miro la hora en el reloj que está en mi muñeca izquierda, este marca las 8:10 AM.

Voy a muy buena hora, mi vuelo sale a las nueve y me tengo que encontrar con Burthon a las once.

Detengo mis pasos al llegar a las bancas de espera y me siento en la primera fila.

Mi teléfono vibra y lo saco del bolsillo de mi chaqueta.

Al desbloquearlo un mensaje de Clarissa se encuentra allí y mi corazón late con fuerza.

Que tengas un buen viaje cariño, te amo.

Una sonrisa se forma en mi labios.

Desearía no poder irme para estar a su lado.

También te amo, aún no me he ido y ya te estoy extrañando.

Recuerdo perfectamente el día en que Clarissa llego a mi vida y todo mi mundo se puso de cabeza solo por ella.

Dicen que el amor te vuelve loco, porque harías cualquier cosa por la persona que amas y yo definitivamente ya he perdido un poco la cordura.

La voz de una mujer me saca de mis pensamientos.

—El vuelo 34-A está apunto de despegar—su voz se escucha por todos lados—Último llamado para los pasajeros del vuelo 34-A.

A cierta distancia, un grupo de personas corren hacia la mesa donde aprueban los vuelos, desvío mi vista de ellos hacía el gran ventanal que está cerca de las bancas.

Los aviones y la pista se veían desde aquí.

Algunos ya estaban despegando, otros sólo estaban estacionados y unos pocos ya estaban aterrizando.

Inquieto vuelvo a mirar la hora, esperando a lo hora de mi vuelo.

8:30 AM.

¿Cómo puede pasar tan lenta la hora aquí?

Tan solo espero llegar a tiempo, sino mi jefe no dudará en matarme.

Mi teléfono suena anunciando un nuevo mensaje y sonrío como un tonto por eso, pero al ver que no era un mensaje de Clarissa mi sonrisa se borra.

—Número desconocido—murmuro frunciendo el ceño.

—Señor Milthon lo lamento mucho, pero el viaje ha sido cancelado por unos pequeños inconvenientes. Al parecer, el señor Frederick se sigue rehusando a entregarnos la propiedad. Mañana habrá una reunión para resolver el problema con el señor Frederick. Att: El señor Burthon.

Guardo mi teléfono en el bolsillo de mi chaqueta, y cierro mis ojos, respiro profundo para no molestarme.

Me levanto de la banca, tomo mi equipaje y camino a la salida.

Odio cuando me hacen perder mi tiempo y tener que callarme.

Bueno, al menos llegaré temprano a casa y pasaré tiempo con Clarissa.

Al salir, la brisa choca contra mi rostro.

Camino hacia la parada de taxis, pero me detengo al ver una fila muy larga.

Un suspiro sale de mis labios.

Maldición, nunca llegaré a mi casa.

—Gracias por traernos—habla la voz de una mujer bajando de un taxi con un bebé en sus brazos.

Cuando la mujer y el niño se alejan me acerco rápidamente hasta el taxi, antes de que alguien me lo arrebate.

El chófer a penas me ve, esboza una sonrisa.

—¿No quieres hacer la fila, verdad?—lo miro esperando a que me permita subir—Esta bien, lo llevaré. Vamos, sube.

Abro la segunda puerta del auto, subo mi equipaje y después me subo yo.

Sin perder más el tiempo el chófer pone en marcha el auto.

—Gracias por dejarme subir.

—No hay de qué, se veía que estabas apurado.

—Es que quiero llegar a mi casa lo antes posible y pasar tiempo con mi esposa—el chófer asiente y se queda en silencio.

Saco mi teléfono y estoy apunto de escribirle a Clarissa, pero frunzo el ceño al ver que aún no ha visto mi mensaje.

Qué extraño.

Ella siempre responde.

Guardo el teléfono y miro hacia la ventana los árboles pasar de manera rápida, hasta que poco a poco se van quedando atrás y los árboles son reemplazados por los edificios y casas de la ciudad.

—¿Hacia dónde lo llevo?

—Calle Winst al final de la avenida en la residencia Moon.

Cierro mis ojos y trato de despejar mi mente de todo lo que me rodea.

Es bueno a veces olvidarse por un momento de todo, tomar un respiro y seguir adelante.

Abro mis ojos cuando el auto se detiene y observo que estamos afuera de la residencia Moon.

Le pago el costo del pasaje y me bajo del auto.

Camino hasta adentrarme por la residencia y pasando cuatro casas, llego a la mía.

Abro la puerta y paso por ella para después cerrarla.

Dejo el equipaje a un lado y me dirijo hacia la cocina.

Enciendo la estufa y busco en la nevera la jarra de agua, y lo sirvo en un vaso.

Bebo un poco de él y salgo de la cocina.

Frunzo el ceño al notar un par de prendas esparcidas en la sala.

Levanto una de las prendas y es una camiseta de hombre que no es mía.

Trago grueso y miro todas las ropas esparcidas.

Ella no te quiere.

Nunca te quiso.

Sólo te utilizo.

Mi respiración se descontrola y mi corazón late con fuerza.

¿En serio pensaste que ella de verdad te amaría?

Ella no sería capaz de engañarme.

Clarissa no es esa clase de persona.

Tal vez solo estoy imaginando cosas o a menos que..

Un escalofrío invade mi cuerpo y saco mi arma que esta en el bolsillo trasero de mi pantalón.

Algo malo le tuvo que haber pasado.

Subo las escaleras y camino hasta el final del pasillo, pero me detengo al ver que la puerta no esta completamente cerrada.

Trago grueso, preparado para lo peor.

Sólo espero que estés bien y que el imbécil de Frederick no haya enviado a alguien.

Tomo la manilla de la puerta y antes de que pudiera abrirla me paralizo al escuchar unos gemidos.

Te dije que ella nunca te amo.

Qué cruel es el amor verdad.

Abre la puerta.

¿Qué estas esperando?

Al abrir la puerta, lo que vieron mis ojos hace que mi corazón se parta en miles de pedazos.

Siento como si un cuchillo se clavara directamente en mi pecho hasta llegar a mi corazón.

La rabia, la irá, el dolor y la melancolía me inundan por completo, al ver a mi esposa siendo penetrada por mi mejor amigo.

Mi vista por un momento se nubla.

Tienes dos opciones—una espeluznante voz hace que retroceda dos pasos hacia atrás.

Miro a los lados, pero no hay nadie.

Puedes terminar de callar tu propio dolor o hacerlos sentir lo mismo que estás sintiendo.

Mi labio inferior tiembla y miro con repugnancia a esas dos personas que ya no reconozco.

Mátalos.

Ella nunca te mereció.

Los amigos solo te traicionan.

¿Por qué, después de tanto tiempo?

Jamás la he lastimado o he hecho algo que la haya herido.

Pensé que en nuestro matrimonio había sinceridad y confianza, pero me ya veo que solo estuvo conformado por mentiras.

Todas esas veces que me iba de viaje, este hijo de perra estuvo en mi casa.

Maldigo el día en que le presenté a mi mejor amigo, alguien a quien siempre he querido como un hermano.

Ahora sólo siento rabia al verlos.

Y lo peor de todo es que no puedo imaginarme una vida sin Clarissa.

Deberías matarla, si ella...

—Si ella no es mía, no debería ser de nadie más—susurro—¿La están pasando bien? Porque ya veo que les encanta mentirme en la cara.

Los dos al notar mi presencia se sorprenden y Carl saca su miembro de Clarissa haciendo que suelte un gemido de dolor.

Mátalos—vuelve a sugerirme aquella desconocida voz—Sólo con un disparo basta.

La tentación por matarlos es tan grande que ya no la veo tan mala idea.

Aprieto el arma en mi mano y la levanto, apuntándolos.

Por muchos años este par de putas me vieron la cara de idiota, pero ahora yo tengo el control y no pienso soltarlo.

—Ca-cariño...

—Jamas en tu puta vida de mierda vuelvas a llamarme así.

Los ojos de Clarissa se nublan, pero no dice nada y agacha la mirada.

—Por mucho tiempo me tomaron por imbécil.

—Eso no es verdad Poul, solo déjanos explicarte—las palabras de Carl me hacen reír.

¿Qué estas esperando?

Dispara.

—Váyanse al carajo—jalo del gatillo y todo se convierte en una explosión en llamas, como si el infierno se hubiese venido a mi casa.

Tan solo espero que ellos esten en un lugar mucho peor que yo.

The ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora