016. Antes De La Noche

1.4K 199 306
                                    

—Mi todopoderoso rey, me inclino ante usted para suplicarle que me deje salir del castillo—. Pediste entre llantos.

—¿Qué?—. Sukuna, Uraume y Kenjaku respondieron al unísono por el shock.

Sukuna te había escuchado, pero no entendía qué carajos estabas intentando decirle. Le habías dedicado un año de tu vida para servirle, acabas de matar a alguien para él y ¿ahora querías largarte del castillo? Después de que te había dado de todo para que estuvieras contenta y prevenir esta misma situación. 3 comidas sustanciosas al día, una habitación gigante con una cama cómoda, vestidos preciosos, joyas finas, una amplia educación y una vida segura de las maldiciones. Hablabas incoherencias. Además de que estabas a punto de convertirte en una de las mujeres más poderosas del mundo, ¿por qué querías largarte ahora después de todo? El rey nunca había estado tan ofendido en su vida.

—Tengo dos hermanas más. Nanako y Mimiko. Apenas tienen 11 años y están completamente solas porque Yorozu mató a nuestra madre—. Le explicaste al rey con el rostro escondido entre las cortinas de tu cabello y sus manos sangrantes. —Solo quiero ir a casa para asegurarme de que estén bien. Puede pedirle a Kenjaku, Uraume o a alguna maldición que sea mi escolta. Prometo volver antes de que el sol se ponga—. Lloriqueaste por piedad una vez más.

Ese dolor agudo seguía brotando de su pecho. Ese punzar extraño era diferente a los demás que había experimentado antes. Se le cerraba la garganta, por lo que no te pudo contestar inmediatamente. Contraía el rostro en un intento de recuperar el control de su propio cuerpo. Apretó la mano de la frustración de no poder corregirse para negar del coraje cualquier petición que tuvieras, pero no podía. "¿Qué mierda me está pasando?", pensó molesto.

A falta de repuesta, te arrastraste hacia sus pies en el intento más desesperado por convencerlo a como diera lugar. El simple hecho de pensar que tus hermanitas estuvieran allá solas te comía viva de la impotencia. Estabas a punto de jugar cualquier carta que tuvieras disponible para lograr convencerlo. El rey iba a aceptar sí o sí. Después de todo, él no querría aceptar tu petición después de haberlo retado en frente de todos, por lo que harías cualquier cosa por una oportunidad. Al no poder tomar sus pies por la suciedad en sus manos, los besaste delicadamente para demostrarle que aún le eras fiel. Cerraste los ojos para no pensar mucho en la vergüenza por la que estabas pensando. Te transportaste a esa noche de pasión a quemarropa que pasaste junto a él con el fin de aliviar tu fuerte repulsión.

El rostro del rey pasó de estar rojo por el coraje a un rojo más intenso por la timidez. Su cuerpo se tensó con cada beso gentil que le proporcionabas en el dorso. Pequeños piquetes de amor que le borraban el enojo. Nadie había llegado a ese nivel de idolatría voluntaria antes. Nunca pensó verte avergonzarte de esa manera frente a todos solo para cumplir una petición relativamente razonable.

—Mataré a los que sean necesarios para que me dé esa oportunidad, por favor. Ellas son lo único que me queda—. Lloriqueaste al color tu frente entre sus pies.

—Levántate—. Te ordenó molesto.

Le hiciste caso rápidamente mientras te limpiabas las lágrimas con el dorso de la mano para evitar embarrarte con más sangre. No lo veías a los ojos por miedo a que rechazara tu petición inmediatamente, era lo último que querías escuchar a pesar de que tenía todo el derecho de hacerlo después de haberlo amenazado con una flecha que él mismo te había regalado. Aun así, no podías permitirte perder la poca esperanza que tenías. No merecías que te hiciera ese favor, ni mucho menos de que estuvieras viva, pero debías intentarlo.

—Déjame ver tus manos—. Te pidió.

Se las diste entre temblores por miedo a lo que te haría a continuación, esperando un claro castigo. Sukuna las volteo para ver el estado de tus palmas. Estaban completamente partidas a la mitad, la sangre brotaba cada vez que apretabas la piel alrededor y comenzabas a perder la sensibilidad. Estaban prácticamente arruinadas, tardarían meses en volver a la normalidad. No te sorprendería en lo más mínimo si te las cortaba por tu pésimo comportamiento. Miraste hacia otro lado, no querías ver cuál sería el terrible que te tenía planeado.

La Favorita del Tirano | Sukuna Ryomen x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora