La señora Pomfrey insistió en que Daella y Harry se quedarán en la enfermería el fin de semana. Ninguno de los dos de quejó, pero no le permitieron que tirara los restos de las Nimbus 2.000. Sabía que era una tontería y que las Nimbus no podían repararse, pero Daella no podía evitarlo. Era como perder a una parte de ella.
Los visitó gente sin parar, todos los con la intención de infundirles ánimos. Hagrid les envio unas flores llenas de tijeretas y que parecían coles amarillas.
El equipo de Gryffindor volvió a visitarlos el domingo por la mañana, esta vez con Wood, que aseguró a Daella y a Harry con voz de ultratumba que no los culpaba en absoluto. Ron y Hermione no se iban hasta que llegaba la noche. Pero nada de cuando dijera o hiciese nadie podía aliviar a Daella, porque los demás solo conocían la mitad de lo que le preocupaba.
No había dicho nada a nadie acerca del dragón, ni siquiera a Harry, Ron y Hermione. El hecho era, sin embargo, que el dragon se le había aparecido una vez, y esa vez había sucedido un accidente casi fatal. Se supone que los dragones son el símbolo de los Targaryen. ¿Significaba eso que, en su caso, los dragones significaban la muerte?
Y luego estaban los dementores. Daella se sentía muy humillada cada vez que pensaba en ellos. Todo el mundo decía que los dementores eran espantosos, pero nadie se desmayaba al verlos... Nadie más oía en su cabeza el eco de voces desconocidas.
Fue un alivio regresar el lunes al bullicio del colegio, donde estaba obligada a pensar en otras cosas, aunque tuviera que soportar las burlas del grupito de Slytherin. Malfoy no cabía en si de gozo por la derrota de Gryffindor. Por fin se había quitado las vendas y lo había celebrado parodiando la caída de Harry, con Parkinson a su lado haciendo lo mismo pero con la caída de Daella. La mayor parte de la siguiente clase de Pociones la pasaron Malfoy y Parkinson imitando por toda la mazmorra a los dementores. Llegó un momento en que Ron y Daella no pudieron soportarlo más y les arrojaron dos corazones de cocodrilo grande y viscoso. Les dio en la cara y consiguieron que Snape les quitara cincuenta puntos a cada uno.
— Si Snape vuelve a dar la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, me pondré enfermo.— Explicó Ron, mientras se dirigían al aula de Lupin, tras el almuerzo.— Mira a ver quien está, Hermione.
Hermione se asomó al aula.
— ¡Estupendo!
El profesor Lupin había vuelto al aula. Ciertamente, tenía aspecto de convaleciente. Las túnicas de siempre le quedaban grandes y tenía ojeras. Sin embargo, sonrió a los alumnos mientras se sentaban, y ellos prorrumpieron inmediatamente en quejas sobre el comportamiento de Snape durante la enfermedad de Lupin.
— No es justo. Sólo estaba haciendo una sustitución. ¿Por qué tenía que mandarnos trabajo?
— No sabemos nada sobre los hombres lobo...
— ¡... dos pergaminos!
— ¿Le dijisteis al profesor Snape que todavía no habíamos llegado ahí?— Pregunto el profesor Lupin, frunciendo un poco el entrecejo.
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𝐃𝐀𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍 𝐘 𝐄𝐋 𝐏𝐑𝐈𝐒𝐈𝐎𝐍𝐄𝐑𝐎 𝐃𝐄 𝐀𝐙𝐊𝐀𝐁𝐀𝐍
Hayran Kurgu' 𝘓𝘰𝘤𝘶𝘳𝘢 𝘺 𝘨𝘳𝘢𝘯𝘥𝘦𝘻𝘢 𝘴𝘰𝘯 𝘥𝘰𝘴 𝘤𝘢𝘳𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘢 𝘮𝘰𝘯𝘦𝘥𝘢. 𝘊𝘢𝘥𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯 𝘛𝘢𝘳𝘨𝘢𝘳𝘺𝘦𝘯 𝘯𝘢𝘤𝘦, 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘪𝘰𝘴𝘦𝘴 𝘭𝘢𝘯𝘻𝘢𝘯 𝘶𝘯𝘢 𝘮𝘰𝘯𝘦𝘥𝘢 𝘢𝘭 𝘢𝘪𝘳𝘦 𝘺 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘢𝘨𝘶𝘢𝘯�...