𝓞𝓵𝓿𝓲𝓭𝓪 𝓔𝓵 𝓟𝓵𝓪𝓷

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El tiempo pasaba, y aunque Adam se seguía adaptando lentamente a su nueva vida como padre adoptivo, sentía que las niñas poco a poco comenzaban a abrirse más.

Las formales barreras de "señor Gray" habían empezado a desmoronarse, y ahora Lute lo llamaba "Adam" con más frecuencia.

Incluso Vaggie, la más reservada de las dos, lo miraba de forma menos distante.

Aún era tímida, pero cada día parecía confiar más en él.

Una tarde, después de recogerlas del preescolar, Adam decidió que era un buen momento para pasar un rato de calidad con las niñas.

Las llevó a un parque cercano, uno que tenía columpios y una pequeña área para hacer picnic.

Lute no perdió tiempo en correr hacia los juegos, pero Vaggie, como siempre, se mantuvo cerca de Adam, observando desde una distancia prudente.

"¿No quieres ir con Lute?"

Le preguntó Adam, intentando animarla a unirse a su hermana.

Vaggie negó con la cabeza, su pequeña mano apretando el borde de su chaqueta.

Adam observó cómo sus ojos se deslizaban hacia el suelo, y fue en ese momento cuando notó algo que había pasado por alto.

El parche en el ojo izquierdo de Vaggie siempre había sido un tema que ninguno de los tres mencionaba, y aunque Adam no quería presionarla, la curiosidad lo inquietaba.

"¿Puedo preguntarte algo, Vaggie?"

Dijo suavemente mientras se sentaba a su lado en un banco.

Ella levantó la vista, pero no dijo nada, solo esperó a que él continuara.

"¿Por qué llevas ese parche en el ojo? No tienes que decirme si no quieres, pero... me gustaría saber más sobre ti."

Vaggie se mordió el labio, su mirada volviendo al suelo.

Adam temió haber hecho la pregunta demasiado pronto, pero después de un momento de silencio, la pequeña comenzó a hablar.

"Mi mamá... y mi papá..."

Murmuró, su voz suave y temblorosa.

"Ellos... me lastimaron. Me hicieron cosas malas."

Su mano instintivamente fue hacia el parche, tocándolo ligeramente.

"No pude ver más con este ojo después de eso."

El corazón de Adam se encogió al escuchar las palabras de la niña.

De repente, entendió por qué Vaggie era tan reservada, tan silenciosa.

No era solo timidez; era miedo, una herida profunda que aún no sanaba.

"Lo siento mucho, Vaggie."

Dijo con voz suave.

"Nunca dejaré que nadie te lastime de nuevo, ¿de acuerdo?"

Vaggie levantó la vista, y por primera vez en mucho tiempo, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

Aunque la sonrisa era débil, fue suficiente para que Adam sintiera que, poco a poco, estaba logrando algo con ellas.

Lute llegó corriendo en ese momento, interrumpiendo el momento con su energía inagotable.

"¡Adam, ven a empujarnos en los columpios!"

Gritó, extendiendo su mano hacia él.

Adam se levantó del banco y tomó la mano de Vaggie, llevándola con suavidad hacia los columpios junto a Lute.

Aunque aún era complicado, poco a poco estaba descubriendo cómo conectarse con las niñas.

La relación ya no se sentía tan forzada; el cariño, aunque sutil, comenzaba a fluir con más naturalidad.

Por primera vez en mucho tiempo, Adam se permitió olvidar el verdadero motivo por el que las había adoptado.

Las risas de Lute y Vaggie llenaban el aire, y en ese momento, el pasado y las razones egoístas que lo habían impulsado a adoptarlas se desvanecían en el fondo de su mente.









Más tarde, esa noche, mientras las niñas dormían, Adam se quedó en la sala, revisando algunos papeles para el trabajo.

A pesar de su fachada de hombre ocupado y siempre en control, no podía negar que las cosas estaban cambiando.

No solo en su vida diaria, sino dentro de él.

Eva seguía siendo un misterio encantador, y sus interacciones seguían siendo un bálsamo para su soledad, pero ahora las niñas también ocupaban un lugar en su corazón.

Con cada día que pasaba, se encontraba pensando menos en el motivo por el que las había adoptado y más en cómo construir una vida para ellas, una vida mejor de la que jamás habían conocido.

Sin embargo, su mente aún vagaba a Lilith de vez en cuando.

Ahora que sabía que estaba en la ciudad, era inevitable que esos viejos sentimientos salieran a la superficie.

Y aunque aún no la había visto, sabía que tarde o temprano tendría que enfrentar ese capítulo de su vida.










Vaggie esperaba pacientemente en un pequeño estudio, mirando una fotografía que sostenía entre sus manos.

La foto mostraba a Adam y a las dos niñas, en lo que parecía ser uno de esos raros momentos de felicidad auténtica.

El tiempo había suavizado algunas de las líneas de dolor en el rostro de Vaggie, pero los recuerdos aún estaban ahí, siempre presentes, como sombras que nunca desaparecían del todo.

La puerta del estudio se abrió, y la periodista entró nuevamente, interrumpiendo sus pensamientos.

"¿Podemos continuar?"

Preguntó la periodista, ajustando sus notas mientras se preparaba para reanudar la conversación.

Vaggie guardó la fotografía en su bolsillo y asintió, su rostro recuperando la compostura de siempre.

"Sí, sigamos."







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𝙴𝚡𝚙𝚎𝚍𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎 33:𝖖𝖚𝖊𝖗𝖎𝖉𝖆 𝖒𝖆𝖊𝖘𝖙𝖗𝖆 [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora