Cap 3

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Acto seguido, el maestro corrió tan rápido como pudo a la ciudad

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Acto seguido, el maestro corrió tan rápido como pudo a la ciudad. Jitare no entendía nada de lo que pasaba; las órdenes del maestro eran claras, pero Jitare tenía un mal presentimiento. Indeciso entre sus instintos y su razón, Jitare optó por correr tras el maestro hacía la ciudad central. La casa del maestro se ubicaba al oriente de la ciudad, algo alejada de esta, en medio del bosque. El castillo del rey se encontraba al norte. Mientras corría por el bosque, Jitare seguía escuchando explosiones que se alejaban cada vez más hacia la derecha. "Se dirigen al castillo del rey Unbirse", pensó Jitare. Continuó recto hasta llegar a la ciudad. Muchos CTRs corrían hacia el sur, asustados y guiados incluso por militares. Esto erizó la piel de Jitare, no solo por la situación, sino al pensar: "Si los CTRs son una raza guerrera, ¿qué pondría hacerles correr así? "

Miró alrededor y buscó al maestro o algún rastro de este; estaba seguro de que había ido al norte para buscar al rey, así que se encaminó en esa dirección. Mientras corría, notaba que esa zona de la ciudad estaba evacuada y llena de humo. El sol, ocultándose, no ayudaba con la visión. Jitare tropezó y cayó sobre la hierba. Al abrir los ojos, vio una hermosa flor amarilla con manchas rojas frente a él, pero cuando la observó detenidamente, se dio cuenta de que solo era una flor amarilla con manchas de sangre. Jitare abrió los ojos asustado y empezó a mirar alrededor. Vio a una mujer tirada en el suelo; al parecer, de allí provenía la sangre. Nadie estaba cerca para ayudar, así que Jitare tomó valor y se acercó a la mujer. Realmente no deseaba ver su rostro o la herida; el miedo lo invadía. Apenas puso su mano en el cuello, buscando pulso o respiración, pero, tal como temía, no había nada.

-¿Qué es lo que está pasando...?

Se preguntaba Jitare. No había nada que hacer al respecto, así que siguió su camino hacia el castillo del rey. Se guiaba por el gigante árbol dorado que estaba frente al castillo. El sonido de un quejido detuvo a Jitare, quien al escucharlo notó a un militar tirado en el suelo, con la mascarilla rota y el traje rasgado. El hombre parecía haber recibido una paliza. Rápidamente, Jitare se acercó al militar, que no tenía fuerzas ni para hablar a pesar de estar consciente. Jitare le preguntó qué pasaba, pero no obtuvo respuesta. No sabía qué estaba ocurriendo, pero por aquellas heridas sospechaba que alguien o algo estaba rondando y acabando con todo a su paso. Jitare tomó al soldado y lo arrastró hasta un arbusto cercano, donde lo ocultó. Después, siguió corriendo hacia el castillo, pero nuevamente encontró a un joven herido; su costado sangraba. Jitare se acercó rápidamente y le preguntó qué pasaba, a lo que el joven, con apenas algo de fuerzas, respondió.

-Darin, ese monstruo regresó... Tienes que esconderte antes de que te encuentre.

Tal y como sospechaba, se trataba de alguien. Jitare rasgó un trozo de su camisa blanca y tapó la herida del joven, acto que manchó sus manos de sangre. Por un instante, Jitare recordó su pasado y cómo había escapado de aquel asesino, pero esta vez no quería huir. Había aceptado ser un CTR para ayudar a los demás, y ahora era el momento. Jitare arrastró al joven hasta unos escombros y lo ocultó. Continuando en el camino, encontró a algunas personas muertas y a otras heridas; ayudó y escondió a tantas como pudo. Lo que quedaba de su camisa blanca y sus manos estaban manchadas de sangre de diferentes personas, pero no esperaba quién sería el siguiente herido: su maestro, tirado bajo un árbol, apaleado y con un gran corte vertical en el pecho. Jadeaba agotado y malherido, a punto de perder la conciencia. Asustado, Jitare corrió hacia él y con sus manos tapó su herida.

El combate por las razasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora