Cap 6

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La tranquila conversación se ve interrumpida por un hombre que entra corriendo al salón

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La tranquila conversación se ve interrumpida por un hombre que entra corriendo al salón.


- ¡Rey Unbirse, rey Unbirse! ¡Necesitamos su ayuda, hay un problema con los animales del campo!

El rey corre y sigue al hombre. Jitare los sigue también. El hombre los llevó cerca del camino a la casa del maestro, donde un matorral cerca del bosque dejaba ver animales similares a vacas tirados en el suelo, aún vivos pero agotados y débiles. El rey, al ver esto, pregunta a los presentes.


-¿Qué fue lo que sucedió?

Una de las damas da un paso al frente y dice.

-Esta mañana fuimos a ordeñar, pero todos los animales estaban en el suelo, muy débiles. No sabemos que pasó en la noche, pero pudimos escuchar algunos estruendos en la zona del bosque.

El rey y Jitare se acercan a uno de los animales, los cuales tenían todos algo en común: poseían una mordida en el cuello que brotaba algo de sangre. Jitare la observa detalladamente y la toca.

-Por los agujeros que tiene, parece que el animal tenía colmillos filosos. Pero, ¿por qué solo mordería a los animales sin matarlos...?

Jitare, al ver al rey Unbirse, notó que este sudaba frío y tragaba saliva, algo nervioso. El rey se levantó y dijo a los campesinos.


-Ejem, no parece ser algo peligroso. Los animales se pondrán bien, solo necesitan descansar un poco.

A las palabras de su rey, las personas se calmaban, pero Jitare sospechaba que había algo más. No podía tratarse de un simple animal si todos los animales estaban mordidos en el cuello y seguían vivos. Al analizar bien la mordida, Jitare mordió suavemente su brazo, marcando un poco sus dientes, y comparó la mordida con la del cuello de los animales: era prácticamente la misma.

-¿Será obra de Darin? ¿Así se estará recuperando?

Dijo Jitare para sí mismo. El rey se retiró del lugar. Jitare se fue bajo un árbol y reflexionó sobre la situación. Mientras lo hacía, descansaba y dibujaba un poco en una libreta, pues ese era uno de sus pasatiempos. Pasó el día sin comer ni hacer otra cosa, ya que Jitare suponía que lo que sea que hubiera atacado a esos animales regresaría por más. Lo mejor sería atacarle en la noche.

El sol apenas empezaba a ocultarse y no tardó en escuchar sonidos extraños dentro del bosque. Estos sonidos alteraban un poco a los animales, como si les asustara. Aquello que estaba allí era lo mismo que había atacado a los animales. Jitare tomó aire y se adentró en el bosque, sabiendo que podría encontrarse con cualquier cosa.

Pasaron minutos y no había ni siquiera huellas en el piso ni arbustos dañados; no había rastro alguno de que alguien hubiera pasado por el lugar. Jitare buscó por cada parte en la cercanía del bosque. Una de las lunas, la más grande, salió al cielo, aportando una luz blanca y mejorando un poco la visibilidad del bosque. De repente, un silencio inundó el lugar; ni los grillos ni las ramas se escuchaban. Esto puso en alerta a Jitare, quien sintió un ventarrón en su rostro, y desde las profundidades oscuras del bosque vio dos puntos escarlatas brillar de forma intensa: unos ojos rojos que se acercaban lentamente hacia él.

El combate por las razasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora