- ¿Aún después de lo que te hice?
- Sí, Draco... Aún después de lo que me hiciste.
Ángeles va desde Castelobruxo a Hogwarts con dos advertencias: tener cuidado y mantenerse
alejada de los Malfoy, después de todo, su madre, Amelia Crouch, la hermana...
Las pruebas del torneo de los tres magos se aproximaban y yo no podía estar más nerviosa. No había recibido noticias de mis amigos, sólo una carta de mis padres deseándome suerte y pidiéndome que tenga cuidado. Pude notar el revuelo que se venía al ver cómo toda la escuela estaba enojada con Harry, haciendo incluso una campaña donde repartían banderas y distintivos donde podía leerse "Potter apesta". Quienes más los utilizaban eran, por supuesto, los chicos de Slytherin, pero también otras escuelas de Hogwarts, quienes dijeron, en su mayoría, apoyar únicamente a Cedric, diciendo que él era "el único campeón de Hogwarts".
Draco y todos sus amigos llevaban uno de estos distintivos en su ropa, burlándose de Harry cada vez que pasaba. Yo, sinceramente, me rehusé desde el primer momento a usar uno, pese a que Draco me lo había pedido más de una vez.
- ¿No lo entiendes? Harry Potter hizo trampa.
- Draco, no creo que alguien haga trampa para participar en un torneo donde pudiera morir. Ni siquiera yo quiero participar y no hice precisamente trampa.
- Por favor, Angie, no dirás que Potter te da pena.
- No me da pena, pero creo que está sufriendo. Sus amigos ni siquiera hablan con él...
- Entonces, si ni sus amigos le creen que no hizo trampa, ¿por qué si le crees tú?
Rodé los ojos y me alejé de él. A veces, hablar con Draco era imposible. Eso sí, era así cuando estaban presentes los demás; cuando estaba solo, era diferente... Draco era vulnerable casi siempre, y sufría mucho por las exigencias de su familia y de la escuela. No era una mala persona, pero era alguien que se dejaba llevar mucho por lo que los demás esperaban de él, y eso lo hacía comportarse de cierta manera que yo no compartía. Podía percibir su esencia y sabía que, detrás de toda esa imagen de chico malo, era una persona que sufría. Y mucho.
A lo lejos, Draco seguía encima del árbol, alardeando con sus guardaespaldas; así los llamaba yo. Pude ver a Harry saliendo triste, luego de discutir con Ron. Dije que no me daba pena, pero mentí. Su imagen era miserable. Toda la escuela parecía haberse puesto de acuerdo para detestarlo, incluso sus amigos, haciendo que esté aún más solo. Como si ser el niño que vivió no fuera suficiente fama. Draco comenzó a molestarlo, como hace casi todo el tiempo. Intenté no mirarlo, pero no pude evitar escuchar la conversación.
- ¿Por qué estás tan nervioso, Potter? Le aposté a mi padre que no durarás ni diez minutos... ¿Sabes qué dijo él? Que no durarías ni cinco.
- ¡No me importa nada lo que diga tu padre, Malfoy! - respondió Harry empujando a Draco, con un enojo que nunca había visto en él - Ustedes dos son patéticos.
Bien, Harry.
De pronto, Draco intentó sacar su varita para atacar a Harry. Estaba a punto de intervenir cuando el profesor Moody sacó la suya y lo transformó en un hurón blanco. No podía parar de reír.
- ¡Espero que aprendas a no atacar jamás a alguien por la espalda! Traicionero, cobarde, mentiroso - decía Moody, mientras movía a Draco-hurón por los aires - ¡Y ni se te ocurra acusarme con tu padre!
McGonagall volvió a transformarlo en humano, para la risa de todos y el descontento del profesor Moody, quien recibió un regaño por parte de la directora. Draco estaba aterrado, en el suelo.
- ¡Mi padre se enterará de esto! - dijo Draco mientras corría alejado, humillado, seguido de Crabbe y Goyle.
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