Capítulo VII

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Un hermoso amanecer iluminaba el amplio cielo de la mañana acompañando en su día a día, a todos los trabajadores y estudiantes que iniciaban su mañana.

Kakashi ajusta las correas de su mochila estando listo para irse.

-Nos vemos hasta la tarde padre, cuídate y permanece en la cama- le advirtió mientras le daba un beso en la frente.

-Así lo haré hijo, me quedaré en cama todo el día- mencionó llevando una mano detrás de él haciendo “changuitos”.

-Adiós- se despidió el Hatake menor, dejando atrás a un sonriente hombre.

-Claro que no me la pasaré en cama todo el día- se dijo para si mismo levantándose de la silla con un poco de dificultad, apoyándose de su bastón.
-Tengo una vida que vivir- dijo entre risas caminando hasta un pequeño armario bajando una caja de zapatos.

En ella había una bolsa grande en color negro, la cual guardó en una vieja mochila. Se puso una chamarra junto con una gorra algo rota, tomando sus llaves y saliendo del apartamento, asegurándose de que su hijo ya no estuviera.

Al ver la zona despejada comenzó a caminar entre el pasillo para tocar la puerta de su amigo Dai.

-¿Ya estás listo?- se apartó de la puerta cuando su amigo la abrió.

-¡Claro que sí mi buen amigo! ¡Me alegra que aún sigas con esta idea!- exclamó feliz, hablando en voz alta sobre la gran motivación que tenía Sakumo.

-Baja la voz y ponte la gorra- le mencionó caminando a su paso hasta las escaleras.

Dai se puso dicha gorra mientras seguía a su amigo.

-Ayer compré unos huesos con poca carne, por si lo necesitas-

-Gracias- murmuró concentrándose en forzar sus músculos a hacer simples movimientos, como lo es bajar las escaleras.

-Buenos días Sakumo, buenos días dai. Veo que ya se van como de costumbre- saludó una señora que es la casera de los departamentos.

-Oh… buenos días señora Koharu. ¿Cómo está tu día?- preguntó nervioso Sakumo.

-Va de maravilla señor Hatake, me gustaría hablar con usted de un asunto importante- su seriedad le preocupó a ambos, porque esa señora nunca trae consigo buenas noticias.

-Me encantaría conversar con usted, pero en este momento estoy ocupado. Quizás mañana- propuso.

-Esta bien- aceptó dándoles la espalda sin despedirse.

-¿De qué crees que quiera hablar?- preguntó Dai.

-No lo sé, pero estoy seguro que no es nada bueno- miró al suelo sosteniendo firmemente su bastón.
-Vamos o llegaremos tarde-

•~•~•~•~•~•~•

Después de casi dos horas de camino, Sakumo y Dai al fin habían llegado a su destino el cual consistía en un terreno baldío a dos calles de un gran colegio.

Ambos charlaban sobre el esfuerzo de cada uno de sus hijos y como estaban tan orgullosos de ellos, hasta que dieron con una pequeña casa de madera dónde se encontraban unos ocho perros de diferentes razas y tamaños.

Estos al ver a Sakumo comenzaron a ladrar de alegría por ver nuevamente a su dueño.

-¡Hola amigos, les e traído comida!- mencionó quitándose la mochila para sacar las croquetas que venían dentro de la bolsa, junto con una botella de agua.

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⏰ Última actualización: Sep 10 ⏰

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