★彡[ᴘᴇʀᴅᴏɴᴀᴅᴀ:)]彡★

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Después de que Fran y Flor me estuvieron llamando durante 30 minutos, al fin se rindieron. Aún no me sentía preparada para volver a hablar con alguien o retomar la rutina. Desde que me dieron libre en el trabajo, no había tenido una conversación con nadie, ni mucho menos recibido visitas. Estaba aterrada y no lista para responder preguntas. Pero el ruido de la puerta sonando me sacó de inmediato de mis pensamientos. ¿Quién sería? No esperaba ninguna visita. 

Temía abrir, temía enfrentar el reclamo de Fran o la mirada pálida y asustada de Flor que podría esperar detrás de esa puerta. Me levanté del piso y salí de lo que era la habitación de mi madre. 

Me dirigí al baño para arreglarme un poco el cabello y limpiarme las lágrimas que habían recorrido mi cara y quedado impregnadas en ella. Apenas terminé, caminé lentamente hacia la puerta, con pasos de tortuga. No podía dejar de imaginarme todas las posibles reprimendas de Fran, ya que a falta de mi madre estaba el. Me detuve frente a la puerta y pensé unos segundos antes de abrirla. Pero rápidamente apoyé la mano en la manija, decidida a abrirla de una vez, ya que no dejaban de tocar. 

 Mi mirada estaba baja, pero apenas la puerta se abrió completamente, reconocí esos pantalones holgados, que no eran comunes en Fran, pero sí en... ¿¡Ale!? 

 Mi expresión cambió a una de asombro, y me quedé completamente paralizada. Esperaba a cualquiera menos a él. La última vez que nos vimos, las cosas habían quedado en suspenso. 

Pero antes de que pudiera pensar en algo más, se lanzó sobre mí en un abrazo profundo. 

 —¡T/n! —exclamó.  

Sentí cómo mi cuerpo rígido comenzó a relajarse en sus brazos. Su olor familiar me envolvió y, aunque mi cabeza seguía llena de preguntas, me aferré a ese momento. Ale siempre había tenido esa capacidad de irrumpir en mi vida cuando más lo necesitaba, pero esta vez no estaba segura de si estaba lista para lidiar con lo que viniera con su llegada.

 —¿Qué haces aquí? —logré decir, mi voz apenas un susurro.

Él se separó un poco, pero no soltó mis brazos.

 —Me tenias preocupado —dijo con una seriedad inusual en él—. No podía quedarme sin verte, sin saber cómo estás. 

 Mi garganta se cerró, las palabras se amontonaban sin orden, incapaces de salir. Había sido tan fácil apartar a los demás, pero ahora Ale estaba ahí, y no podía simplemente ignorarlo. 

 Me miró a los ojos, buscando algo en mí. 

 —No tienes que decir nada —añadió suavemente—. Solo... déjame estar aquí contigo, ¿sí?

Sus palabras rompieron la barrera que había construido en torno a mis sentimientos. Las lágrimas volvieron a brotar, y antes de darme cuenta, estaba llorando de nuevo, esta vez en su hombro, mientras sus brazos me rodeaban con más fuerza. 

Las lágrimas seguían cayendo, y el calor de su abrazo me hacía sentir, por primera vez en mucho tiempo, que no estaba completamente sola. 

Ale se quedó en silencio, acariciando mi espalda con suavidad. Por un instante, pensé que quizás todo podría estar bien. Pero entonces, rompí el maldito silencio que me había tenido abrumada durante los últimos dos meses, en los cuales no había podido hablar con nadie, y sabía que le debía una respuesta a Ale. 

 —Ale, perdóname. Fui una completa estúpida todo este tiempo, me comporté como una niña pequeña y no tuve el valor ni la fortaleza de decirte las cosas en la cara, como se supone que debería hacer alguien maduro. Mis caprichos de no querer hablar en el momento y dejar todo para después, porque me dolía y sentía miedo de volver a pasar lo mismo que en mi adolescencia...

Me derrumbé en su hombro y, con cada palabra que decía, las lágrimas se multiplicaban. Pero al sentir los brazos de Ale apretándome más de lo que ya lo hacía, supe que debía callarme y simplemente vivir ese instante que hacía tanto tiempo no experimentaba. 

—Solo perdóname...

—Te perdono en esta y en la otra vida.

Con esa aceptación, supe que todo había quedado atrás y que podríamos reconstruir nuestra amistad, como lo habíamos hecho durante todo este tiempo, antes de que surgieran nuestras diferencias, como cuando nos conocimos. Porque al final, los malos momentos siempre son parte del camino en cualquier tipo de relación, y por eso estoy segura de que, a partir de ahora, las cosas van a cambiar si yo me lo propongo, por mí, por él y por nuestra amistad. 

En ese momento me hundí en el abrazo más profundo que nos habíamos dado, y fue cuando supe que, si lo perdía una vez más, no me lo perdonaría nunca. 

—¿Querés escuchar una historia re loca? —pregunté separándome de su abrazo y mirándolo con una sonrisa tierna. Él me dio una mirada de aprobación y lo tomé de la mano para llevarlo hacia el sillón de la sala.

—¿Te acordás de lo que te había contado sobre mamá? Bueno, mira esto.— Dije mientras le entregaba el diario que le pertenecía a ella. Lo tomó y, antes de abrirlo, me miró con una mezcla de miedo y suspenso. 

 —¿Qué es esto...? 

★彡[ɴᴏ ᴛᴇ ᴏʟᴠɪᴅᴇꜱ Qᴜᴇ ꜱᴏᴍᴏꜱ ᴀᴍɪɢᴏꜱ (ᴀʟᴇ ᴡᴀɴɢ x ᴛᴜ)]彡★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora