Incursión parte 4

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Perspectiva de Aria

Vi cómo Juan lanzó su ataque con un rugido de esfuerzo, su espada cargada de energía brillando intensamente al atravesar el aire. El impacto fue brutal, y por un momento creí que lo habíamos logrado. El golem se tambaleó, envuelto en una nube de polvo y humo. Respiré con alivio, convencida de que estaba derrotado. Pero al disiparse el humo, lo vi... y mi corazón se hundió. El golem, aunque reducido en tamaño, estaba recomponiéndose. Cada fragmento de arena y cristal volaba de vuelta a su forma original, como si una fuerza invisible lo rearmara. Aunque era más pequeño, sus ojos brillaban con un odio renovado.

-¡Juan, cuidado! -le grité desesperada, viendo cómo el golem se abalanzaba sobre él con velocidad inusitada. Pero Juan no reaccionó a tiempo.

Esmeralda no perdió un segundo. Con un movimiento fluido de sus manos, hizo que el suelo bajo los pies de Juan explotara hacia arriba, lanzándolo por los aires. El impacto lo estrelló contra una pared cercana con un crujido que me hizo estremecer. Su cuerpo cayó pesadamente al suelo, inerte.

-¡No! -grité, viendo cómo Esmeralda intentaba correr hacia él.

La detuve antes de que llegara.

-Déjame pasar, necesito ver a Juan -me gritó, sus ojos llenos de furia y preocupación.

-No, tú eres mucho más útil en la batalla -le respondí, aunque a duras penas podía contener mis emociones. Ella vaciló, pero comprendió la urgencia de mi orden. Asintió con determinación y corrió hacia la línea del frente para apoyar a los pocos jugadores restantes.

Sin perder más tiempo, corrí hacia Juan. Mi corazón latía con fuerza mientras me arrodillaba a su lado. Le tomé el pulso: débil, pero presente. Sangre le corría por la cabeza y los ojos, y sus respiraciones eran erráticas. Sin pensar, improvisé vendas para detener el sangrado. Su estado era crítico; su columna y varias costillas rotas. Con un esfuerzo sobrehumano, lo arrastré a un lugar más seguro, lejos del combate, y erigí barreras protectoras a su alrededor. Lo único que podía hacer ahora era rezar para que sobreviviera.

Regresé mi atención al campo de batalla. Solo quedábamos cuatro: Esmeralda, otro jugador, Juan herido, y yo. Estábamos perdidos. Apenas tenía habilidades ofensivas, mi clase era de apoyo, y si Esmeralda y el otro caían, yo sería la siguiente.

Fue entonces cuando vi la pistola de plasma de Juan tirada en el suelo, sucia pero funcional. La recogí con manos temblorosas. Quedaban unos cuantos disparos antes de que el cartucho se agotara. Intenté aumentar la potencia, pero como en ocasiones anteriores, fue en vano. El arma era peligrosa incluso en su nivel más bajo, alcanzando los 300 grados centígrados. A máxima potencia, podría superar los 1500 grados, pero sabía que la autodestrucción con todos los cartuchos alcanzaría los 5000 grados... una auténtica arma de destrucción masiva.

Sin tiempo que perder, apunté al golem y disparé. El primer tiro lo alcanzó en el hombro, pero apenas lo hizo tambalearse. Seguí disparando, cada impacto agrietando su superficie cristalina, pero no lo suficiente. Vi cómo Esmeralda y el otro jugador luchaban por mantener la criatura a raya. Su energía se estaba agotando y mis disparos no parecían ser suficientes. Estaba al borde de la desesperación cuando Esmeralda gritó:

-¡Denme tiempo! Puedo destruirlo por completo.

-¡Haré lo posible! -respondió el otro jugador, luchando por mantenerse en pie mientras bloqueaba los ataques del golem. Sus palabras me dieron una chispa de esperanza. Volví a llenar mis pulmones y, con renovada determinación, asentí.

-Cuenta conmigo -dije, apretando la pistola con fuerza.

Utilicé las últimas cuatro balas en su espalda, el único punto donde parecía vulnerable. El golem era rápido, sus movimientos eran erráticos pero peligrosamente precisos. Cada vez que disparaba, sentía cómo el tiempo se ralentizaba. En un momento crítico, el otro jugador quedó expuesto. Sin dudarlo, conjuré una barrera justo antes de que el golem lo golpeara. La barrera absorbió parte del impacto, dándole tiempo para esquivar y situarse a mi lado.

-¿Te quedaste sin maná? -le pregunté, preocupada por su estado, ya que, de ser cierta mi suposición, estábamos en graves problemas.

-No, estaba comprobando algo -respondió con calma con una estrategia en mente -Necesito que lo encierres con tres barreras. En cuanto las rompa, dispara- dijo mientras comensaba a acumular maná.

Asentí y comencé a conjurar las barreras. Sentía la presión del tiempo y el peso de la batalla sobre mis hombros. El golem golpeó la primera barrera, luego la segunda, hasta que finalmente la tercera se desmoronó. En ese momento, disparé el último proyectil justo en su espalda. La criatura se tambaleó, debilitada. Fue entonces cuando el otro jugador, cargado de maná, lanzó su ataque final. Su tajo fue devastador, logrando abrir una profunda grieta en el golem. Pero el precio fue alto: su katana se rompió en mil pedazos y sus brazos quedaron gravemente heridos.

Aprovechando el momento, Esmeralda invocó una cúpula de roca que rodeó al golem, haciéndose más pequeña con cada segundo, hasta aplastar por completo lo que quedaba de él. Con un último estruendo, el golem se desmoronó en polvo.

Un mensaje del sistema apareció ante mis ojos:

Sistema: Felicidades por matar a un golem de arena/cristal. Has ganado 2,000,000 de experiencia. Has subido al nivel 67. Debido al aumento de la dificultad, se están calculando nuevas y mejores recompensas.

Me dejé caer al suelo, exhausta, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a desvanecerse. Levanté el brazo hacia el cielo y susurré:

-Lo logramos, Iker. Hemos triunfado. Aunque ya no estás a nuestro lado, me aseguraré de llegar lejos en tu nombre.

Con una última mirada al campo de batalla ahora en silencio, me recosté en el suelo, dejando que la dulce sensación de la victoria me invadiera.

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⏰ Última actualización: Oct 13 ⏰

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El jugador número 11 del apocalipsis #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora