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LA GALERÍA ESTABA LLENA. Las luces suaves iluminaban las fotografías de Blair, colgadas en las paredes como fragmentos de una realidad frágil. La exposición había sido un éxito rotundo, con críticos y admiradores llenando el espacio, todos queriendo acercarse a la artista cuya obra había capturado la atención de tantos.
Cada imagen parecía contener un fragmento de realidad distorsionada, como si el mundo que Blair capturaba estuviera a punto de desintegrarse en cualquier momento. Toda la gente se amontonaba alrededor de las piezas, susurrando entre ellos, asombrados por la crudeza y la belleza que emanaban de cada foto.
A pesar de su apariencia juvenil, se movía con confianza entre los invitados. Aunque tenía la misma edad que sus hermanos, su intento fallido de viajar en el tiempo la había dejado atrapada en el cuerpo de una adolescente. Era un tema del que no hablaba con nadie, y esa desconexión entre su edad real y su apariencia física solo alimentaba su necesidad de mantenerse a distancia del mundo público. Había construido una carrera como fotógrafa y artista, utilizando su arte para procesar el caos interno que llevaba consigo.
Su exposición era un éxito.
Los críticos la elogiaban, los admiradores la buscaban, y las preguntas se amontonaban, pero Blair solo sonreía y asentía. Mientras paseaba por la galería, examinando de reojo las reacciones de la multitud, algo en el aire comenzó a cambiar.
