ecos de vulnerabilidad

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Los días pasaban lentamente en la Corporación Cápsula. Vegeta seguía recuperándose bajo los cuidados constantes de Bulma, quien se dedicaba a él con una devoción que nadie en la casa comprendía del todo, ni siquiera ella misma. Sus amigos y familiares se extrañaban de ver a la científica tan involucrada, pero Bulma sentía algo inexplicable que la impulsaba a estar cerca de Vegeta.

Una noche, mientras el resto de la casa dormía, Bulma se encontraba en la habitación de Vegeta, revisando sus signos vitales. La luz de la luna se filtraba por las cortinas, iluminando suavemente su rostro. Vegeta, que no estaba durmiendo, observaba en silencio, con su semblante tranquilo por primera vez desde que llegó a ese lugar.

—Mujer... —rompió el silencio con su voz grave—, ¿por qué te preocupas tanto por mí? No soy tu amigo. No soy como esos otros humanos con los que te rodeas.

Bulma se detuvo, sorprendida por la pregunta. Nunca había escuchado a Vegeta mostrar interés en sus motivaciones. Ella se encogió de hombros con una leve sonrisa.

—No lo sé con certeza, Vegeta. Tal vez porque veo en ti algo más de lo que tú mismo ves. Eres más que solo un guerrero solitario. Hay algo en ti que me intriga, algo que me hace querer entenderte mejor.

Vegeta frunció el ceño, intentando procesar esas palabras. Siempre había sido autosuficiente, siempre había contado solo consigo mismo. Pero esta mujer... parecía ver más allá de su fachada de frialdad y arrogancia. Algo que nadie, ni siquiera él, había sido capaz de percibir.

—No necesito que me entiendas, mujer —respondió finalmente, desviando la mirada hacia la ventana—. No soy una causa perdida que puedas salvar con tu compasión.

Bulma dejó escapar una pequeña risa.

—¿Y quién ha dicho que estoy tratando de salvarte? Quizá sea al revés, Vegeta. Quizá tú estás salvándome a mí de una vida aburrida.

Vegeta no pudo evitar alzar una ceja ante esa respuesta. Era la primera vez que alguien insinuaba que él pudiera ser algo más que un destructor de mundos. Ese pensamiento lo dejó atónito.

—Ridículo... —murmuró, aunque su tono carecía del usual desdén.

Esa noche, Bulma se quedó más tiempo del necesario, acompañándolo en silencio mientras Vegeta miraba al cielo estrellado. Ambos permanecieron en una especie de tregua tácita, entendiendo que algo inexplicable crecía entre ellos, algo que ninguno de los dos se atrevía a definir.

fin del capítulo 6

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