Una noche, mientras contemplaban el atardecer desde un acantilado, Ari confesó su miedo a perderla. Rivers tomó su mano y, con la sinceridad que caracteriza a los corazones valientes, le prometió que haría todo lo posible para no dejar que la distancia las separara. Pero la realidad era implacable, y cuando llegó el momento de despedirse, ambas sintieron el vacío que dejaban sus corazones.
Ari regresó a su estudio, y Rivers volvió a su mundo de música. Pasaron meses, llenos de mensajes, canciones y promesas, pero la distancia comenzó a afectar su relación. La vida se volvió absorbente para ambas, y la ausencia se convirtió en una carga pesada. La falta de contacto físico y de momentos compartidos hizo que cada uno se preguntara si realmente podría funcionar.