Capítulo 8

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¿Mentiras piadosas o verdades dolorosas?




Mi madre estaba en la cocina, sus movimientos precisos mientras preparaba los tuppers con el almuerzo que llevaría a la universidad. El olor familiar me envolvía, recordándome la rutina que se repetía día tras día, aunque este en particular tenía algo diferente.

Hoy teníamos una salida pedagógica al museo más cercano de la ciudad. El tipo de evento que debería emocionarme, pero mi mala suerte era que la salida la dirigía la señorita Claudia. Lo peor de todo no era la lección en sí, sino que tendría que pasar el día entero viendo cómo le coqueteaba a Nathan. Aunque, tal vez, ya supiera que él era mi novio.. aunque solo fuera una mentira que habíamos creado.

—Buen día, mamá —la saludé con un beso rápido en la mejilla, mis ojos ya puestos en los tuppers que había preparado—. ¿Hoy tenías libre del trabajo? —pregunté, queriendo distraerme. El primero de los tuppers llevaba arroz árabe con huevo revuelto y dos salchichas, un menú infantil que seguía siendo mi favorito. El otro, un postre de frutilla con manzana, una combinación simple pero reconfortante.

—Buen día hija... si hoy tengo libre del trabajo—respondió, sus ojos dirigiéndose al reloj con una mezcla de incredulidad y humor—. Hoy te levantaste más temprano de lo común. No te escuché correr por las escaleras como siempre. ¿Estás ansiosa por el viaje? —me lanzó una mirada divertida, como si supiera algo que yo no.

Una pequeña risa escapó de mis labios, porque, en el fondo, sabía que tenía razón. Cada mañana era una carrera interminable para no llegar tarde, y pocas veces me daba el lujo de desayunar y saludarla como hoy.

—Las ansias no me dejaron dormir —confesé, encogiéndome de hombros—. Aunque ya conozco ese museo, hay algo en hacer el viaje en autobús con todos mis compañeros que me pone... nerviosa. Quizás sea porque no sé qué va a pasar hoy —añadí en voz baja, como si la incertidumbre de todo lo que envolvía a Nathan me carcomiera más de lo que quería admitir.

—Es normal, Deana. A tu edad también me emocionaba igual cuando tenía que hacer una salida importante —dijo mi madre, cerrando los tuppers con precisión antes de meterlos en mi pequeña mochilita, la que siempre llevaba para la comida. Me entregó la bolsa con una sonrisa cálida—. Anda, ve a la puerta. Laura debe estar por llegar. No quiero que te hagas tarde.

Recibí la bolsa y con ell la también un toque reconfortante de su mano en la mía antes de despedirme. Caminé hacia la puerta y, por primera vez en mucho tiempo, me sobraban unos cinco minutos antes de que Laura apareciera. Me dejé caer en el sillón junto a la entrada y, con un suspiro de alivio, saqué mi celular. Eché un vistazo rápido a las redes, esperando matar el tiempo, pero al abrir Instagram lo primero que vi fue una solicitud de amistad.

De Nathan Layton.

Mi corazón dio un vuelco. ¿Por qué me sorprendía? Era lógico. Si él era mi novio, aunque fuera solo una mentira, lo más normal era que me siguiera en redes. Acepté su solicitud rápidamente, sin pensarlo demasiado, y también lo seguí de vuelta. Todo tenía que parecer lo más real posible.

Curiosa, me metí en su perfil. No sé qué esperaba encontrar, pero lo que vi me dejó sin aliento. En cada foto, Nathan lucía… increíble. Perfecto, incluso. Cada imagen parecía gritar que era inalcanzable, y los comentarios lo confirmaban: casi dos millones de mujeres hablaban sobre lo guapo que era. Sentí un pequeño pinchazo de celos, una chispa que me quemó por dentro. Pero, ¿qué sentido tenía? No éramos nada en realidad. Ni siquiera lo conocía de verdad. Nuestras conversaciones habían sido banales, superficiales. Nada que me permitiera ver quién era él realmente.

El arranca corazones(Borrador) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora