Capítulo 9

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El aire en el auto de Nathan era sofocante. Cada segundo dentro de ese espacio cerrado parecía alargar la distancia que realmente existía entre nosotros. Mis shorts se pegaban incómodamente al cuero del asiento, recordándome que, de alguna manera, él siempre tenía control sobre la situación. Me odiaba por estar aquí, atrapada en esta mentira que habíamos creado juntos.

Nathan rompió el silencio con su habitual tono arrogante. 
—¿Vas a seguir en esa postura todo el camino, Colson? Si sigues tensándote, terminarás más agotada que cuando entraste.

Rodé los ojos, cruzando los brazos sobre mi pecho. 
—No pedí que me arrastraras hasta aquí. Podría haber ido en el autobús con los demás como cualquier persona normal.

Una sonrisa ladina se formó en sus labios, pero no dijo nada al principio. El silencio entre nosotros se sentía pesado, como si hubiera algo más que palabras no dichas flotando en el aire. Finalmente, se inclinó un poco hacia mí, sus ojos fijos en los míos con una intensidad perturbadora. 
—Deana, si esto tiene que parecer real, necesitamos conocernos de verdad —sus palabras resonaban más como una orden que una sugerencia—. No puedo pretender ser tu novio si no sé quién demonios eres.

Lo miré, intentando descifrar lo que quería de mí. Había algo en sus ojos, algo que no cuadraba con su fachada confiada. 
—¿Y qué te hace pensar que quiero conocerte? —repliqué, entrecerrando los ojos.

Nathan no apartó la mirada, su expresión oscureciéndose aún más. 
—No se trata de querer, Colson. Se trata de necesidad. Si fallamos en esto, todo el mundo va a saber que fingimos. ¿Estás dispuesta a correr ese riesgo?

El peso de su declaración cayó sobre mí. Sabía que tenía razón, pero odiaba admitirlo. 
—Vale, lo entiendo. Pero no significa que disfrute estar aquí —contesté, apretando los dientes. 

Nathan soltó una risa baja, como si encontrara divertida mi resistencia. 
—No necesitas disfrutarlo. Solo necesitas cooperar.

—¿Cooperar? —me incliné un poco hacia él, desafiante—. No soy una de tus marionetas, Nathan. No voy a seguirte como un perro obediente solo porque lo pidas.

Su mirada se volvió fría, pero no de forma amenazante, sino como si estuviera calculando. 
—No te subestimes tanto, Colson. Hay algo en ti que no he visto en nadie más. Eres… intrigante.

Ese comentario me descolocó. No supe si lo decía en serio o si era solo otra de sus formas de manipular la situación. 
—No soy tu entretenimiento —dije, intentando mantener el control sobre la conversación.

Nathan se inclinó un poco más hacia mí, tan cerca que pude sentir el calor de su aliento en mi piel. 
—No, no lo eres —murmuró, con un destello de algo más en su mirada—. Pero tampoco voy a dejar que salgas de esta tan fácilmente.

Quería replicar, pero antes de que pudiera decir algo más, él cerró la pequeña ventanilla que nos separaba del chofer, dejándonos completamente solos. La burbuja en la que nos encontrábamos se volvió aún más asfixiante, y de repente, la realidad de nuestra situación me golpeó con toda su fuerza. Estábamos jugando un juego peligroso, uno en el que las reglas no estaban claras, y donde ambos podíamos perder más de lo que estábamos dispuestos a admitir.

El silencio que siguió después de que Nathan cerró la ventanilla era ensordecedor. Por un momento, ambos quedamos inmóviles, atrapados en esa burbuja que él había creado con tanta facilidad. Mi respiración se volvió más lenta, pero sentía mi corazón latir con fuerza, como si mi cuerpo intentara advertirme de algo que mi mente aún no podía descifrar.

—¿Qué piensas hacer? —pregunté al fin, rompiendo el silencio con la misma tensión que sentía dentro de mí.

Nathan se recostó en el asiento, cruzando una pierna sobre la otra, como si disfrutara alargando el momento. Su mirada no se apartaba de mí, como si estuviera esperando algo.

El arranca corazones(Borrador) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora