Capítulo 4

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Una vez más, estaba parado frente al espejo, mirando sus ojos enrojecidos y llenos de lágrimas, se encontraba pálido, una expresión llena de estrés y rabia se manifestaba en su rostro, su torso desnudo lleno de rasguños que él mismo se había provocado en un brote psicótico que no demostraba más que el odio que sentía hacia sí mismo.

Jaemin estaba enloqueciendo.

Se había encerrado durante toda la tarde allí después de discutir con Jeno, se sentía herido, enojado, triste, confundido, ni siquiera estaba seguro de si sentía triste o molesto, o mejor dicho, no se sentía seguro.

Se vistió con una camisa manga larga negra y ceñida a su cuerpo, ocultando cualquier rastro de herida. Tristemente, no era la primera vez que el rubio pasaba por algo así, su trastorno de personalidad narcisista lo había llevado varias veces a generar peleas consigo mismo, lastimándose en el acto y hundiendose poco a poco en un abismo lleno de sufrimiento.

Un pie fuera de la habitación, la luz de la luna se reflejaba en los cristales de los pasillos y alumbraba bellamente estos mismos. A paso lento, salió del castillo y una vez sintió el aire del exterior, inhaló profundamente, cerrando los ojos, tratando de respirar un poco de paz para almacenarla dentro de sí mismo.

Se encaminó hacia los establos, sin saber con certeza que salir a cabalgar a las 2 de la madrugada era lo mejor para lidiar con sus recientes sentimientos, pero no había logrado descansar y al menos quería tener un momento de despeje para al menos intentar sentirse mejor.

Vio a su caballo, al que aún no le había puesto un nombre y apenas le colocó la montura, subió a él y sigilosamente salió del castillo, comenzando a cabalgar a toda la velocidad que el animal le proporcionaba, el viento helado moviendo su rubia cabellera y desvaneciendo poco a poco esos pensamientos que habían estado atormetándolo durante todo el día.

Jaemin no era un jinete, jamás había participado en una carrera hasta que probó suerte y casualmente le ganó al mejor jinete de Inglaterra, el príncipe Lee Jeno, fuera de eso, él nunca había utilizado la equitación como un deporte profesional, si no más bien como un escape, montar a caballo a veces era lo único que lograba tranquilizarlo. En Noruega, cuando todos dormían y la noche estaba en su punto más "mágico" Jaemin se escapaba de su palacio con Kalem, el córcel de uno de los guardias pero que él también cuidaba porque había generado una afinidad con el animalito, se iba por horas cuando sentía que la ansiedad iba a consumirlo y, cuando volvía, se sentía completamente renovado.

- Creo que aquí es - Dijo para sí mismo, ahora galopando a un ritmo ni muy rápido ni muy lento, mirando esa entrada "secreta" al lugar en el que Jeno casi lo ahoga.

Sus ojos se deleitaron viendo con detalle el paisaje, no pudo mirarlo bien la vez anterior porque estaba concentrado en matarse con el príncipe Lee, pero esta vez, pudo observar detenidamente el hermoso sitio que lo rodeaba, los árboles verdes y frondosos, el agua transparente y cristalina, iluminada por las estrellas y el redondo satélite, las pequeñas piedritas decorando la orilla del lago, todos los elementos naturales convertían a ese paraje un santuario sacado de un cuento de hadas.

Un purasangre negro a lo lejano hizo que el rubio se encrispara, era Nimbus, el caballo de Jeno, lo cual significaba que. . .

- ¿Qué carajos haces aquí? - La fría voz de Jeno llegó a los oídos de Jaemin como pequeñas agujas, poniéndolo tenso al instante.

Se dio media vuelta, sin responderle, comenzando a caminar lejos de él, siendo interrumpido por el brazo de Jeno agarrando su sueter.

- Respóndeme - Jaemin seguía de espaldas, pensando si mentirle o no, total, él no tenía por qué ser sincero con él.

Honor - Nomin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora