Capítulo 1: Renacer entre Estrellas

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El último recuerdo que tenía era sencillo. Estaba caminando por las calles abarrotadas de la ciudad, rodeado de transeúntes apresurados que se dirigían a ninguna parte en particular. El sonido constante de los autos, las bocinas, y el eco de conversaciones superfluas le resultaban demasiado familiares. Había sido un día común y corriente en una vida que, por mucho tiempo, había sentido monótona. Y entonces, todo cambió.

De un momento a otro, sentí una sensación abrumadora de vacío y oscuridad. No recordaba un accidente, ni un final abrupto, pero sabía con certeza que algo había ocurrido. ¿Había muerto? Si ese era el caso, el concepto de la muerte resultaba desconcertante. No había túneles de luz, ni figuras celestiales guardando su llegada. Solo un frío absoluto que le invadía cada fibra del ser. Era como estar atrapado entre dos realidades, suspendido en algún lugar entre la vida y el olvido.

Hasta que despertó .

Sus ojos se abrieron, pero lo que vio no era nada parecido a lo que jamás hubiera esperado. Estaba rodeado de estrellas, cada una brillando con una intensidad vibrante contra el fondo oscuro del espacio. Flotaba en el vacío del cosmos, pero no sentía temor ni la urgencia de respirar. Algo en su interior le decía que estaba bien, que estaba donde debía estar, aunque nada de eso tenía sentido. El espacio a su alrededor parecía una extensión de su ser, y por primera vez, sintió una extraña conexión con el universo mismo.

Miró sus manos, notando algo increíble. Había una sutil estela de energía que las rodeaba, como si el espacio respondiera a su presencia. Se observó detenidamente y vio que su cuerpo había cambiado de forma drástica. No era el cuerpo débil y frágil al que estaba acostumbrado. Sus músculos eran poderosos, su estructura imponente. Era más alto, más fuerte, más... invencible. Parecía casi un superhéroe de las historias que solía leer y ver.

Un torrente de recuerdos inundó su mente. En ellos, se veía viendo películas y cómics de héroes, específicamente recordaba a uno: Metro Man , el héroe imparable, con velocidad sobrehumana, fuerza increíble y el poder de volar. Su mente hizo la conexión de inmediato, aunque le costaba aceptar lo que estaba pasando.

—Él reencarnado… ¿como Metro Man? —murmuró, aún tratando de procesar la absurda posibilidad.

El espacio no ofrece respuestas. Era solo él, flotando en el vacío, solo con sus pensamientos. Pero esa idea, por ridícula que fuera, parecía la única explicación lógica en un mar de lo irracional.

Con curiosidad, intenté moverme. Era como si un instinto latente dentro de él supiera qué hacer. Con un leve esfuerzo de voluntad, su cuerpo respondió, desplazándose a través del vacío con la agilidad de un nadador. Al principio, fue lento y torpe, pero en cuestión de minutos dominó el movimiento. Sonrió para sí mismo. Había algo embriagante en la sensación de control absoluto sobre su cuerpo. Pero no era control en solitario. Era poder .

—Esto es real —dijo en voz alta, aunque no había nadie que pudiera escucharle—. Realmente tengo los poderes de Metro Man.

Para probar su teoría, cerró los ojos y se concentró en volar. En un instante, su cuerpo respondió. Aceleró . Las estrellas, que parecían inamovibles desde su perspectiva, comenzaron a moverse como rayas de luz mientras cruzaba el espacio a una velocidad que rompía cualquier límite humano. Podía sentir el viento, aunque no debería haber viento en el vacío. Podía sentir la energía, vibrando dentro de él, como si fuese parte de algo mucho más grande.

Durante un rato, simplemente voló, disfrutando de la sensación de libertad. Viajó a través de sistemas estelares, observando planetas distantes y lunas desconocidas, saboreando la belleza del universo que ahora podía explorar. Pero no podía simplemente seguir volando sin rumbo. Sabía que necesitaba respuestas, necesitaba entender dónde estaba y qué significaba todo esto.

Fue entonces cuando un pensamiento cruzó su mente: Xandar .

Algo dentro de él le decía que debía ir allí. Un instinto, o quizás un fragmento de algún conocimiento oculto, lo dirigió hacia ese lugar. Si estaba en el universo Marvel, tal como sospechaba, Xandar era un punto clave en la galaxia, un centro de civilización y autoridad. Si había un lugar donde podía empezar a obtener respuestas, era ahí.

Sin pensarlo dos veces, cambió su rumbo y se dirigió hacia el planeta.

El viaje no le tomó mucho tiempo. A esa velocidad, las vastas distancias entre los sistemas estelares parecían insignificantes. Pronto, el planeta Xandar apareció ante él, una joya luminosa en la oscuridad del espacio. Descendió lentamente, observando la inmensidad del mundo bajo sus pies. Las grandes ciudades tecnológicas de Xandar se extendían a lo largo del paisaje, brillando con un resplandor que superaba cualquier tecnología terrestre que hubiera visto antes.

Aterrizó en una colina a las afueras de la capital, sus pies tocando el suelo por primera vez desde que había renacido. A su alrededor, el viento suave del planeta le dio la bienvenida, mientras observaba la civilización xandariana en todo su esplendor. Aunque se había preparado mentalmente para ello, ver algo tan majestuoso le cortó la respiración.

—Es... hermoso —susurró, casi sin poder creer que aquello fuera real.

Pero su momento de asombro no duró mucho. En cuestión de minutos, varios soldados uniformados, todos con la distintiva armadura azul y dorada de los Nova Corps , lo rodearon. Sus armas estaban apuntadas directamente hacia él, con una mirada de desconfianza en sus ojos.

—¡Identifícate! —ordenó uno de los soldados, su voz retumbando en el aire.

El protagonista levantó las manos en señal de paz, una sonrisa divertida formándose en su rostro. Sabía que podría desarmar a esos soldados en un parpadeo, pero causar una escena no estaba en sus aviones. Quería respuestas, no enemigos.

—Mi nombre es… —vaciló por un momento, dándose cuenta de que su antiguo nombre ya no importaba. Ya no era el hombre que solía ser —. Puedes llamarme Metro.

Los soldados intercambiaron miradas, claramente desconcertados.

—¿De dónde vienes, Metro? —preguntó otro soldado, su tono un poco más relajado pero aún lleno de cautela.

Metro bajó las manos lentamente y observó el horizonte, como si las estrellas que había dejado atrás tuvieran las respuestas. Era difícil explicar su situación sin parecer un loco.

—Es una historia larga —respondió con un suspiro—, pero digamos que… no pertenezco a este lugar. Sin embargo, no soy una amenaza. Solo busco respuestas y, quizás, un propósito.

El comandante del grupo pareció evaluar sus palabras cuidadosamente. Aunque era evidente que los soldados seguían en guardia, también era claro que podía sentir el inmenso poder que emanaba de Metro. No era alguien con quien quisieran iniciar una pelea.

—Está bien —dijo el comandante después de una pausa tensa—. Pero tendrás que acompañarnos. No podemos dejar a alguien como tú deambular libremente hasta que sepamos quién eres en realidad.

Metro ascendiendo, entendiendo la situación. Sabía que aquello era solo el principio. Su nueva vida, su nuevo propósito, estaban comenzando a tomar forma, y aunque no tenía todas las respuestas, había algo en su interior que le decía que su destino en este universo sería mucho más grande de lo que jamás había imaginado.

Con una última mirada a las estrellas, Metro siguió a los Nova Corps hacia la ciudad de Xandar, sabiendo que su verdadera aventura estaba a punto de comenzar.

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