Capítulo 3: Caminos de Poder

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Las semanas siguientes a su "integración" en Xandar fueron un constante vaivén de desafíos y aprendizajes. Metro había cumplido con las estrictas normas impuestas por el Consejo Xandariano y el Nova Corps. Aunque su nuevo poder era abrumador, decidió no tomar ningún atajo para conseguir lo que quería. Sabía que ganarse la confianza de aquellos que lo vigilaban era crucial para su futuro.

Sus días estaban llenos de entrenamientos y evaluaciones constantes, donde le permitían explorar y utilizar sus poderes bajo la supervisión de un escuadrón del Nova Corps, quienes lo veían con una mezcla de asombro y cautela. Era extraño para Metro ver cómo estos soldados, tan poderosos y valientes, parecían frágiles a su lado. Sabía que debía manejar con cuidado cada demostración de su habilidad.

Hoy era otro día de prueba. Se encontraba en una zona de entrenamiento del cuartel del Nova Corps, una vasta extensión de terreno llena de obstáculos, simuladores de combate, y campos de energía que imitaban diferentes tipos de terrenos y ambientes. Metro estaba rodeado de varios oficiales que tomaban notas en dispositivos holográficos.

—Muy bien, Metro —dijo Rhoman Dey, uno de los oficiales de más alto rango del Nova Corps, que había sido asignado como su supervisor directo—. Hoy queremos que nos demuestres tu capacidad de respuesta rápida y tu resistencia. Se te presentarán varios escenarios de combate en tiempo real. Tendrás que adaptarte y utilizar tus habilidades de la mejor forma posible.

Metro asintió. El tipo de pruebas que le presentaban eran cada vez más complejas, pero también sabía que eran necesarias para que los Nova Corps se sintieran cómodos con su presencia. No le molestaba. De hecho, disfrutaba de la oportunidad de probarse a sí mismo.

El primer escenario se activó, y las paredes del campo de entrenamiento se iluminaron, proyectando hologramas de enemigos. Eran figuras humanoides, cada una equipada con armas avanzadas que disparaban proyectiles de energía. Metro observó por un segundo, evaluando el terreno y los enemigos, y luego, en un abrir y cerrar de ojos, se movió.

La velocidad a la que podía moverse era simplemente alucinante. Para los ojos de los espectadores, Metro se desvanecía en un borrón apenas perceptible. En cuestión de segundos, había desarmado a varios enemigos, desactivando sus armas y derribándolos con movimientos precisos. No utilizaba fuerza bruta; sabía que con sus poderes podía causar daños excesivos si no se controlaba.

Pero a pesar de su velocidad, el número de enemigos aumentaba. Nuevas oleadas de hologramas aparecían, más grandes y mejor armadas. Sus habilidades eran desafiadas a un nivel que nunca había experimentado antes. Pronto, las simulaciones incluyeron campos de energía que lo ralentizaban, y rayos que trataban de bloquear su movimiento. Cada vez que sentía que había logrado una ventaja, el sistema cambiaba, forzándolo a adaptarse.

Metro esquivó un rayo de energía que casi lo golpea y luego lanzó un golpe hacia uno de los enemigos, derribándolo al instante. Pero antes de que pudiera respirar, sintió una presión repentina en el pecho. Uno de los hologramas había activado un campo de fuerza y lo había atrapado. Durante un segundo, experimentó algo que no había sentido desde su llegada a este universo: vulnerabilidad.

—Interesante —murmuró para sí mismo mientras luchaba contra la fuerza invisible.

Sus instintos tomaron el control. De un golpe, la barrera que lo contenía se rompió, y con un poderoso estallido de energía, los hologramas cercanos fueron desintegrados. Sabía que no debía depender demasiado de su fuerza bruta, pero esta vez, la situación lo ameritaba.

La prueba terminó, y los hologramas se desvanecieron. Los oficiales del Nova Corps lo miraban impresionados. Metro respiraba con calma, recuperándose rápidamente. Aunque las pruebas se volvían más difíciles, también le permitían entender mejor sus propios límites.

Rhoman Dey se acercó con una leve sonrisa en el rostro.

—Bien hecho —dijo—. No todos los días vemos algo así. Pero aún tenemos que probarte en condiciones reales. Los hologramas son un buen comienzo, pero ahí fuera… hay peligros que no se comparan con ninguna simulación.

Metro lo sabía. Había oído hablar de las amenazas galácticas que existían en el universo: los piratas espaciales, los Kree, los Skrulls, y seres mucho más peligrosos como Ronan el Acusador o Thanos, aunque este último era solo un nombre en susurros, aún no había cruzado su mente la verdadera magnitud de su amenaza.

—Estoy listo para lo que sea —respondió Metro, su tono lleno de determinación—. Sé que mis pruebas aquí no lo son todo. Estoy deseando enfrentar lo real.

Rhoman lo miró por un momento, evaluándolo.

—Tendrás tu oportunidad pronto —dijo finalmente—. Las patrullas Nova están siempre enfrentando amenazas. No pasará mucho tiempo antes de que necesitemos tu ayuda.

Metro asintió. El universo era vasto y lleno de peligros, pero él estaba listo para enfrentarlos.

Los días siguientes transcurrieron en relativa calma, aunque Metro siempre estaba listo para una llamada de emergencia. Mientras esperaba, se permitió explorar más de Xandar y la cultura que lo rodeaba. Descubrió que, aunque era una civilización avanzada, Xandar también enfrentaba sus propios problemas. Había tensiones políticas, facciones en desacuerdo, y siempre la amenaza latente de invasiones desde el exterior.

Uno de los momentos más interesantes fue cuando comenzó a interactuar con algunos de los ciudadanos xandarianos. A pesar de su imponente figura y su aura de poder, descubrió que la mayoría de las personas lo veían con curiosidad y algo de miedo. Era comprensible. Para ellos, era un extraño con habilidades que no podían comprender. Pero a medida que conocía a más gente, notaba que muchos empezaban a aceptarlo, especialmente cuando se enteraban de que colaboraba con el Nova Corps.

Entre las interacciones, conoció a una mujer xandariana llamada Lira. Ella trabajaba en uno de los centros tecnológicos de la ciudad, supervisando los sistemas de seguridad planetarios. Lira era una persona tranquila y reservada, pero también muy astuta. Su mente afilada y su dedicación a su trabajo impresionaron a Metro desde el primer momento.

—¿Te resulta extraño estar aquí, tan lejos de tu hogar? —le preguntó Lira un día mientras caminaban por uno de los parques tecnológicos de Xandar, observando cómo las torres relucientes se erguían hacia el cielo.

—Es difícil describirlo —respondió Metro—. Extraño mi hogar, pero… también siento que pertenezco aquí. Este universo tiene tanto que ofrecer, y quiero ser parte de eso.

Lira lo miró con una sonrisa suave, pero sus ojos reflejaban un entendimiento profundo.

—A veces, los lugares a los que creemos pertenecer no son los que nos eligen —dijo—. Tal vez este universo te necesitaba, por una razón que aún no conocemos.

Metro reflexionó sobre esas palabras. Había algo en la forma en que Lira hablaba, algo que resonaba en él. Quizás no había llegado aquí por accidente. Quizás había un propósito en todo esto que aún no alcanzaba a ver.

Pero antes de que pudiera seguir esa línea de pensamiento, su comunicador vibró. Era Rhoman Dey.

—Metro, te necesitamos en la base. Una amenaza se dirige hacia Xandar.

Metro apretó los puños y asintió.

—Es hora de demostrar de qué estoy hecho —murmuró mientras salía disparado hacia la sede del Nova Corps.

Sabía que esta sería su primera prueba real. Ya no habría hologramas, ni simulaciones. Esta vez, la amenaza era genuina, y todo Xandar dependía de lo que hiciera a continuación.

MARVEL: INEVITABLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora