Comida

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Al llegar a la Madriguera, el ambiente parecía más cálido y acogedor que nunca.

Arthur ayudó a Ginny a bajar del coche volador, mientras Fred y George hacían bromas entre ellos para tratar de aliviar la tensión.

Molly, por su parte, iba a la cabeza, ya con una lista mental de todo lo que haría para asegurarse de que Ginny estuviera cómoda.

Al entrar en la casa, Molly se giró inmediatamente hacia Ginny.

—A la cama, querida. Necesitas descansar. —dijo con firmeza, señalando las escaleras que llevaban al cuarto de Ginny.

Ginny frunció el ceño, sintiendo que lo último que quería era quedarse postrada en la cama todo el día.

—Pero, mamá, no estoy cansada. De verdad, puedo quedarme aquí abajo un rato. No necesito..—intentó protestar, pero Molly la interrumpió antes de que pudiera terminar la frase.

—Nada de peros, Ginny. —dijo con una mezcla de autoridad y preocupación—. La sanadora fue muy clara. Necesitas descansar, y no me voy a arriesgar a que algo salga mal. Arriba y a la cama, ¡ya!.

Arthur, quien estaba colgando sus abrigos, asintió discretamente, sabiendo que discutir con Molly en esos momentos era inútil.

Fred y George intercambiaron una mirada, ambos a punto de ofrecer una broma, pero se contuvieron al ver la expresión decidida de su madre.

Ginny suspiró, sabiendo que no había escapatoria.

Subió lentamente las escaleras, sintiéndose un poco frustrada pero también agradecida por el cariño de su madre, aunque fuera un tanto autoritario.

Una vez en su habitación, se tumbó en la cama, mirando al techo, pensando en cómo su vida había cambiado de un momento a otro.

Abajo, Fred murmuró en voz baja hacia George.

—¿Crees que deberíamos ir a darle un espectáculo de títeres para animarla?.

—O hacerle una visita nocturna con uno de nuestros globos ruidosos. —respondió George con una sonrisa traviesa.

Pero Arthur les lanzó una mirada de advertencia antes de que pudieran hacer cualquier plan.

— Ni lo intenten. —dijo en un tono severo, aunque una pequeña sonrisa jugaba en sus labios— Dejemos que Ginny descanse de verdad.

Mientras tanto en la habitación de Ginny

Ginny se dejó caer en su cama, notando cómo el cansancio de las últimas horas la envolvía por completo.

Entre la noticia de su embarazo, el tiempo en San Mungo y la preocupación constante de su madre, su cuerpo finalmente cedió, y se quedó profundamente dormida, respirando suavemente bajo las sábanas que Molly había ajustado con esmero.

Un par de horas después, Fred y George subieron en silencio las escaleras, decididos a echar un vistazo a su hermana.

Al abrir la puerta de su habitación, la vieron durmiendo tranquilamente, bien tapada y con una expresión serena en su rostro, muy distinta a la preocupación que había cargado durante los últimos días.

George se inclinó ligeramente hacia Fred y le susurró en voz baja.

—Vaya, sí que estaba cansada.

Fred, cruzando los brazos, asintió mientras miraba a Ginny con una mezcla de ternura y preocupación.

—Ni me digas, hermano. Todo esto… sumándole a que mamá anda atrás de ella a cada rato, es lógico que esté agotada.

George siguió observando a Ginny, notando la fragilidad de la situación.

Soltó un suspiro que parecía cargar más que solo preocupación.

—¿Crees que se lo dirá a Potter?—preguntó, manteniendo su voz baja para no despertar a Ginny.

La expresión de Fred cambió de inmediato. Frunció el ceño, mirando a George con enojo.

—Ese imbécil, apenas sabe cuidarse a sí mismo.—murmuró Fred con un tono cargado de desdén— Y siendo sinceros, no creo que ella lo perdone jamás. No después de todo lo que ha pasado.

Ambos volvieron a mirar a Ginny, quien seguía dormida, ajena a la conversación de sus hermanos.

Aunque siempre mantenían su actitud despreocupada y bromista, Fred y George sentían el peso de la situación. Por mucho que quisieran proteger a su hermana, sabían que esta era una batalla que ella tendría que enfrentar sola.

Fred respiró hondo y habló con más calma, como si también tratara de convencerse a sí mismo.

—No importa lo que pase, estaremos aquí para ella, George. Siempre.

George asintió en silencio, ambos compartiendo un entendimiento silencioso.

HP/GW

Cho caminaba por el Callejón Diagon con una expresión decidida, ajena a las miradas y susurros a su alrededor. La gente murmuraba a sus espaldas.

-No tiene vergüenza.

-Se nota que es una interesada. y

-¿En serio Potter cambió a la mejor jugadora del momento por ella?.

Sin embargo, lejos de sentirse avergonzada, Cho elevaba la barbilla con una mezcla de desafío y orgullo, disfrutando de cada momento de su pequeño paseo de compras.

Entró en una tienda elegante, llena de artículos que parecían casi hechos a medida para alguien con su estatus. Después de seleccionar varias cosas, se dirigió al mostrador para pagar.

Con un gesto altivo, sacó la tarjeta de Harry y se la entregó a la cajera.

La cajera, con una expresión neutra, miró la tarjeta y luego a Cho, antes de decir con una leve frialdad.

-Lo siento, señora, pero la tarjeta está inhabilitada.

Cho se quedó paralizada por un momento, el término “señora” le rozó como una ofensa. Con un grito que hizo que algunos clientes se giraran para mirar.

-¡¿Cómo que inhabilitada?!- chilló Cho.

La voz de Cho resonó en la tienda, causando una ligera conmoción entre los presentes.

La cajera la miró con calma, como si ya estuviera acostumbrada a este tipo de reacciones, mientras Cho intentaba entender lo que acababa de escuchar.

La cajera, con una tranquilidad inalterable.

-Como lo escuchó, la tarjeta está inhabilitada. Tendrá que dejar estas cosas. - Respondió la cajera.

Cho, con una mezcla de enojo y vergüenza, soltó los productos sobre el mostrador.

Con una última mirada de desdén hacia los artículos que había elegido, agarró la tarjeta de vuelta con firmeza.

-¡Hay, al acabo! ¡Todos estos productos son una porquería!- dijo con un tono cargado de desprecio, antes de girarse con prisa y salir de la tienda.

Los murmullos en la tienda se intensificaron mientras Cho se alejaba, su rabia y desdén siendo el centro de atención.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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No me dejes, ginny...(hanny)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora