Capitulo 10: Ss Ayanokōji: probando alcohol por primera vez.

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Capítulo 8

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POV. Ayanokouji Kiyotaka.

"Gracias, Matsuo," murmuré, tomando la toalla que me ofrecía el hombre. La textura suave del algodón absorbió el sudor de mi frente, pero mi atención ya estaba en otra parte.

Me encontraba en una de las habitaciones que más frecuentaba de la mansión: el gimnasio privado, un espacio vasto y silencioso que irradiaba lujo en cada esquina. Las paredes eran de un tono gris metálico que reflejaba la luz suave proveniente de los ventanales amplios que daban al jardín. Las máquinas de última generación estaban alineadas con precisión milimétrica, desde las pesas hasta las cintas de correr, todas listas para ser usadas. En una esquina, una pequeña nevera estaba llena de botellas de agua y toallas enrolladas.

El suelo, cubierto con una alfombra negra de alta densidad, amortiguaba cualquier ruido, haciendo que mis movimientos y los de Matsuo fueran casi imperceptibles en el ambiente.

Matsuo, mi mayordomo personal, su edad era cerca de los sesenta años. Sus movimientos eran serenos, casi elegantes, como si cada acción hubiera sido ensayada miles de veces. El hombre parecía el estereotipo perfecto de un mayordomo: siempre impecable, con su traje perfectamente planchado y su postura inquebrantable. Pero yo sabía que él era mucho más que eso.

Matsuo no solo era una pieza esencial en la rutina diaria de esta mansión. Sabía que tenían una lealtad y discreción que estaban más allá de lo común. Seguramente que durante el tiempo que a servido a mi padre a visto y oído mucho más de lo que alguien en su posición debería, pero nunca se atrevía a decir una palabra de más.

Sus ojos, siempre atentos, eran testigos silenciosos de los movimientos que ocurrían entre las sombras de esta vida que yo ahora llevaba, seguramente cada movimiento era reportado a mi padre.

"¿Algo más, kiyotaka-sama?" preguntó Matsuo, su voz neutral, pero con la dosis justa de respeto y amabilidad.

Lo observé por un momento, notando los leves signos del paso del tiempo en su rostro, pero también su imperturbable compostura. "No, eso es todo por ahora," respondí, dándole una breve mirada antes de regresar a mi rutina.

Matsuo asintió y salió de la habitación con la misma discreción con la que había entrado. Sabía que, aunque no lo viera, estaría siempre cerca, observando, asegurándose de que todo estuviera en orden. Como siempre.

A pesar de sus palabras amables hacia mi, sabía que no podía confiar en el, al menos no completamente.

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Ahora me encontraba en mi habitación, una vasta extensión de lujo moderno. Las paredes eran de cemento pulido, con luces suaves que emanaban desde tiras ocultas en el techo, iluminando la estancia con un brillo tenue. Frente a mí, una ventana que cubría casi toda la pared dejaba ver luces titilando en la distancia bajo el manto del amanecer.

El suelo de mármol reflejaba los muebles minimalistas y la paleta de tonos fríos. Una cama king-size dominaba el centro, con sábanas de seda gris perfectamente estiradas, sobre ellas el conjunto de ropa que usaría el día de hoy.

Un enorme sofá de cuero blanco se encontraba al lado de una mesa de cristal, y más allá, una chimenea eléctrica encastrada en la pared añadía un toque de calidez a la atmósfera aséptica. Pero ahora, mi atención no estaba en los detalles del espacio, sino en el espejo que tenía frente a mí.

Vestido únicamente con una toalla, notaba el rastro de agua que había dejado desde el baño hasta la habitación. Gotas resbalaban por mi cabello mojado, cayendo lentamente por mi rostro y descendiendo por mi pecho desnudo, delineando cada músculo antes de ser absorbidas por la toalla o terminar en el suelo.

Demasiado fácil- kiyotaka AyanokoujiWhere stories live. Discover now