Capítulo 3: Entre la Razón y el Caos

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10 de septiembre de 2024.

7:15 a.m.

San Francisco amanecía con su habitual niebla, esa bruma que parecía envolver la ciudad en un manto de misterio. Emilia de la Torre, de 25 años, caminaba por las calles de Nob Hill, una rutina que había perfeccionado durante los últimos dos años. El suave ruido de sus tacones resonaba en el pavimento húmedo, un contraste con el bullicio que más tarde llenaría las calles. Su destino era “Folk & Park”, una cafetería en la que siempre se refugiaba antes de comenzar su jornada. Allí, el espresso doble y un croissant de almendra se habían convertido en su combustible personal.

Ese 10 de septiembre no era un día cualquiera. Emilia había estado lidiando con un creciente malestar emocional que la había perseguido desde que un recuerdo del pasado comenzó a abrirse paso entre los recovecos de su mente: Thiago Oliveira, el hombre que había marcado su vida de manera irreversible. Sin embargo, en esta versión de la historia, el apodo String ya no tenía ningún significado. Thiago había dejado atrás ese alias hace mucho tiempo. Ahora, su vida se había separado por completo de aquella etapa, aunque el eco de su paso aún se percibía en la vida de Emilia.

Mientras se sentaba en su rincón habitual en la cafetería, sacó su laptop y comenzó a revisar su lista de casos. Emilia había alcanzado cierto prestigio como psicóloga e informática forense, pero con ese éxito venía una carga emocional de la que no podía escapar. Su vida estaba estructurada: la carrera, los proyectos, las amistades superficiales. A sus 25 años, tenía todo bajo control, pero cada tanto se permitía esos momentos de soledad para replantearse las cosas. Y ese día era uno de esos.

Encendió su laptop y comenzó a revisar los detalles del caso en el que trabajaba: un complicado fraude digital que involucraba criptomonedas y cuentas en paraísos fiscales. Era un trabajo que requería precisión, intuición, y algo de ese instinto forense que había desarrollado con los años. Sin embargo, su concentración se rompió cuando la pantalla de su teléfono se iluminó con una notificación. Era un mensaje de su jefe, Max Sullivan. El tipo tenía una capacidad inigualable para hacer que el sarcasmo pareciera un arte.

—"Dime que el informe está listo y que no es otra excusa millennial sobre que tu perro le robó el Wi-Fi"— leyó Emilia en voz baja, sonriendo con cierta exasperación.

—"Claro, Max, el informe está casi listo, solo me falta ponerle lazo y moño. Lo tendrás en una hora"—, respondió sin mucho interés. Sabía que Max no esperaba menos que su excelencia y Emilia, aunque lo encontraba insoportable, le debía mucho en términos de desarrollo profesional.

Emilia apartó el celular a un lado, pero su mente divagaba. Había algo más rondando su cabeza, algo que había intentado mantener bajo control: Thiago. No era solo el recuerdo de su relación universitaria. Era la sensación de que había dejado cabos sueltos que jamás había atado. Su separación ocurrió en mayo de 2019, justo unos meses antes de sus respectivas graduaciones. Él, con 20 años, había tomado un camino más peligroso, uno que Emilia no pudo seguir. Ahora, cinco años después, las heridas seguían abiertas.

La última vez que lo había visto fue una tarde de abril en el campus de Stanford. Eran estudiantes de carreras muy diferentes, pero se encontraban en puntos clave de sus vidas. Thiago, con su mente inquieta y su capacidad de ver más allá del código, siempre había estado un paso adelante en el caos. Emilia, en cambio, era la estabilidad, la estructura. Esa dualidad los había unido y separado al mismo tiempo.

—"¿Vas a estar pensando todo el día o piensas empezar a trabajar?"—, dijo Miranda, interrumpiendo de nuevo su introspección.

Emilia la miró, un poco sorprendida. Miranda, su vieja amiga de la universidad, siempre aparecía en los momentos más inesperados. Trabajaba como abogada en una firma de derechos humanos, y aunque tenían profesiones muy distintas, compartían un entendimiento profundo sobre la vida.

—"Estoy trabajando, solo que mi mente a veces se va por otros lados"—, respondió Emilia con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—"Déjame adivinar, ¿estabas pensando en él?"— preguntó Miranda, quien conocía demasiado bien esa mirada. Emilia solo asintió. No había necesidad de decir más. Thiago había sido un capítulo complicado en su vida, y aunque lo había dejado atrás, los recuerdos aún persistían.

Miranda soltó un suspiro exagerado, quitándole un pedazo de croissant a Emilia sin siquiera pedir permiso.

—"Lo que necesitas es una buena distracción, y antes de que lo digas, no, no hablo de Tinder. Créeme, ya lo intenté y no te lo recomiendo"— dijo Miranda con un sarcasmo seco, pero el comentario logró arrancarle una pequeña carcajada a Emilia.

A lo largo del día, Emilia trató de concentrarse en su trabajo, pero los recuerdos seguían invadiendo sus pensamientos. San Francisco, con su vibrante vida y su interminable mezcla de culturas, era el escenario perfecto para perderse, pero también un lugar que guardaba demasiados recuerdos. Las calles, los bares, los parques... cada rincón parecía tener una historia compartida con Thiago.

Eran cerca de las 8:00 p.m. cuando Emilia regresó a su apartamento en Pacific Heights. Desde allí, la vista de la bahía era espectacular, y normalmente le traía una sensación de paz. Pero esa noche no podía evitar la inquietud que había sentido durante todo el día. Se dejó caer en el sofá, mirando el horizonte con la mente completamente revuelta.

¿Qué estaba mal? ¿Era solo el recuerdo de Thiago o había algo más? Durante los últimos años, había construido una vida sólida, pero ese vacío siempre parecía estar presente. No había vuelto a tener una relación seria después de Thiago, y aunque no lo reconocería fácilmente, una parte de ella seguía preguntándose qué habría pasado si las cosas hubieran sido diferentes.

Esa noche, mientras las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos, Emilia se dio cuenta de que no podía seguir escapando de esos pensamientos. No podía seguir bloqueando esa parte de su vida. Sabía que el pasado tenía una forma extraña de regresar cuando menos lo esperaba, y lo único que podía hacer era enfrentarlo de una vez por todas.

Pero lo que más temía no era enfrentar a Thiago. Lo que más temía era enfrentarse a sí misma y a las decisiones que había tomado en los últimos años. Mientras tanto, San Francisco seguía su curso implacable, como una ciudad llena de secretos y oportunidades, esperando a que Emilia finalmente decidiera cuál sería su próximo movimiento.

String: Una Promesa InquebrantableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora