CAPÍTULO 8

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Camila respiró profundamente antes de continuar, sintiendo el latido rápido de su corazón, el silencio en la sala de ensayo era palpable, pesado por todo lo que estaba por decirse, Daniel la miraba, aunque sus ojos delataban una mezcla de incertidumbre y arrepentimiento, la carta estaba ahí, sobre la mesa, como un recordatorio de todo lo que había quedado pendiente entre ellos, no era fácil expresar todo lo que había estado reprimiendo durante ese año en el que había tratado de evitar cualquier pensamiento sobre Daniel, lo había intentado, realmente lo había hecho, pero ahora, de pie frente a él, cada emoción que había intentado enterrar volvía a surgir con una fuerza inesperada.

—Sabes, durante mucho tiempo, me convencí de que estar lejos de ti era lo mejor. —Su voz temblaba ligeramente mientras las palabras salían—. Pero en realidad no sabes lo difícil que fue para mí estar tan lejos. —Sus ojos se encontraron con los de Daniel, que no apartaba la vista de ella —. España era todo lo que siempre había soñado, pero cada día me recordaba lo que dejé aquí, me obligué a pensar que empezar de nuevo significaba dejarte atrás... Y, la verdad, nunca sentí que realmente me hubiera ido, una parte de mí siempre estuvo aquí, contigo.

—Cami... —comenzó, pero ella levantó una mano para detenerlo.

—Deja que termine, por favor. —Camila sintió cómo las emociones se revolvían en su pecho, pero necesitaba decir todo lo que llevaba guardado—Aquel día en el aeropuerto, cuando encontré tu carta, fue como si todo se derrumbara a mi alrededor, todo lo que creía haber dejado atrás regresó de golpe, habías sido tú quien me hizo sentir algo que ni siquiera sabía que podía llegar a sentir, y entonces, cuando finalmente me di cuenta de lo que significaba todo esto, me encontraba en un avión, a miles de kilómetros de distancia, no tuve opción. —Su voz se quebró al recordar la confusión y el dolor que la acompañaron durante ese vuelo.

Daniel se inclinó un poco hacia adelante, como si cada palabra lo absorbiera completamente, y Camila continuó, sintiendo cómo el peso de todo lo que había guardado comenzaba a liberarse.

—Leí tu carta en cuanto llegué a España —dijo, señalando la hoja que había puesto sobre la mesa—. No sé si entiendes lo que me causó, estaba confundida, dolida, y al mismo tiempo llena de un sentimiento que no podía procesar, me decías que te habías prometido no volver a amar, que intentaste alejarme porque te daba miedo lo que sentías. —Hizo una pausa, sintiendo cómo su garganta se apretaba—. Y no puedo mentirte, Daniel, me dolió leer eso, porque también me alejaste cuando más te necesitaba.

Daniel cerró los ojos brevemente, como si cada palabra de Camila le cayera como una losa, bajando la mirada por un momento, arrepentido, sabía que las cosas no estaban bien entre ellos antes de que ella se fuera, sabía perfectamente que había cometido errores, y ahora, viéndola frente a él, esos errores parecían aún más grandes, pero nunca había imaginado el impacto que su carta había tenido. Daniel tragó saliva, con sus ojos reflejando la culpa y el arrepentimiento que lo habían atormentado durante tanto tiempo.

—No fue justo para ti —admitió en voz baja—. No te lo puse fácil, siempre he tenido mil demonios dentro de mí, y, en lugar de enfrentarlos, te empujé lejos, traté de alejarme porque sentía que no era lo suficientemente bueno para ti, porque tenía miedo de lo que podrías hacerme sentir. —Bajó la mirada un momento—. Pero me di cuenta de que no podía, ya que te necesitaba.

Camila se quedó en silencio por un momento, ahora ella fijaba sus ojos en él, sabía que detrás de esa confesión había una verdad más profunda, una lucha interna que él había intentado ocultar incluso de sí mismo, sentía empatía por él, porque entendía cómo era vivir con miedos, pero también sabía que no podía seguir esperando eternamente a que él decidiera enfrentarlos.

—Cam, lo siento. —Su voz era grave, cargada de arrepentimiento—. Sé que te hice daño, y ni siquiera supe cómo manejarlo en ese momento. —No te pido que me perdones de inmediato —dijo Daniel, con su voz rompiéndose un poco— Pero necesito que sepas que no quiero perderte, no otra vez.

—¿Sabes cuántas veces leí tu carta? —preguntó, su voz apenas un susurro—. Cada vez que la leía, una parte de mí quería odiarte por haber sido tan honesto, pero otra parte te entendía, entendía por qué te asustaba lo que sentías. —Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Daniel, no me importa lo que pasó en tu pasado, lo que me importa es el ahora, el presente, nuestro presente. —Su voz era suave, pero determinada— Solo tienes que ser honesto, estar dispuesto a luchar por esto, por nosotros.

Daniel suspiró, su cuerpo tenso por la intensidad del momento, no era fácil para él admitir sus debilidades, pero sabía que, si no lo hacía ahora, si no se abría completamente ante ella, perdería nuevamente la oportunidad.

—Cami, te prometo que lo intentaré. —Su voz era un poco más firme ahora, como si se estuviera aferrando a esa promesa con todas sus fuerzas—. No quiero volver a fallarte, no quiero alejarte otra vez, sé que tengo mil demonios dentro de mí, y lucho con ellos todos los días, pero contigo siento que puedo vencerlos. —Sus palabras eran sinceras, llenas de un arrepentimiento profundo—. Te necesito en mi vida, porque sin ti, esos demonios ganan, y no quiero que eso pase.

Camila sintió cómo comenzaba a desmoronarse, Daniel estaba ahí, frente a ella, siendo más vulnerable que nunca, sabía que no era fácil para él abrirse de esa manera, y eso le demostraba que estaba dispuesto a cambiar, a intentarlo, sonrió, sintiendo cómo una calidez se extendía por todo su pecho, sabía que ambos habían cometido errores, pero también sabía que los dos querían lo mismo.

—¿Sabes qué es lo que más me dolió de todo esto? —dijo, mirándolo a los ojos— No fue lo que hiciste, ni lo que dijiste... fue el hecho de que no me dejaste estar a tu lado cuando más lo necesitabas. —Su voz se volvió más suave—. Yo estaba dispuesta a enfrentar esos demonios contigo, a sostenerte la mano cuando las cosas se volvieran difíciles, pero tú decidiste que era mejor alejarme, no te diste cuenta de que me estabas quitando la oportunidad de luchar por ti, de luchar contigo.

—Nunca lo vi de esa manera —admitió él finalmente, su voz quebrándose ligeramente—. Pensé que, al protegerte de mí, te estaba haciendo un favor, pero todo lo que hice fue alejarte de lo que realmente necesitabas.

Camila sonrió levemente, un destello de comprensión en su mirada.

—No estamos perdidos, Daniel. —Dio un paso más hacia él, hasta estar lo suficientemente cerca como para tomar su mano— Lo que pasó, pasó, y no podemos cambiarlo, pero podemos decidir cómo seguimos adelante.

Daniel miró y tomó la mano de Camila con fuerza, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, todo tenía sentido. Había temido perderla, había temido no ser suficiente, o verse vulnerable, miedo de enfrentar sus propios sentimientos, pero ahora, con ella frente a él, se daba cuenta de que todo lo que importaba era el presente. Se miraron en silencio durante un momento que pareció eterno, y en ese instante, supieron que, aunque el camino no sería fácil, estaban dispuestos a recorrerlo juntos.

—No sé cómo agradecértelo —dijo con sinceridad—. Me diste una segunda oportunidad cuando no la merecía, y no voy a desperdiciarla, te lo prometo. —Sus ojos brillaban con una determinación nueva, una que Camila no había visto en él antes.

Camila sonrió, sintiendo cómo la calidez de sus palabras la envolvía. Sabía que no sería fácil, que ambos tendrían que trabajar en su relación, pero también sabía que valdría la pena, ella había pasado un año tratando de evitar lo que sentía, pero ahora, finalmente, se daba cuenta de que lo que más quería era estar con él.

Daniel por su lado la miró con cierta intensidad, como si en ese momento comprendiera lo que realmente importaba, apretó su mano con fuerza moderada, entrelazando sus dedos con los de ella, y en ese simple gesto, ambos supieron que estaban listos para enfrentarse al futuro, juntos.

El silencio en la sala de ensayo fue reemplazado por una sensación de calma, una calma que solo se encontraba cuando todo estaba dicho y cuando, por fin, ambos habían encontrado la paz que tanto buscaban Camila apoyó su cabeza en el hombro de Daniel, y él la abrazó con fuerza, como si en ese gesto pudiera borrar todo el tiempo perdido, junto con todos esos miles de demonios.

Estaban listos para comenzar de nuevo, y esta vez, sabían que lo harían juntos.

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⏰ Última actualización: Sep 13 ⏰

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