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Hazel despertó con la mente aún nublada por el último encuentro con Bill, pero decidió enfocarse en lo que realmente importaba: la construcción de la máquina.
Se vistió con rapidez, colocándose una chaqueta ajustada sobre su camiseta oscura, y bajó al laboratorio.
Las herramientas ya estaban listas sobre la mesa metálica, y sin perder tiempo, comenzó a trabajar, ensamblando piezas y revisando sus notas cuidadosamente.
La mañana transcurrió con una quietud inquietante. Normalmente, Roland habría llegado a primera hora, con su típico café y una bolsa de croissants como gesto habitual, pero hoy, el reloj seguía avanzando sin ninguna señal de él.
Hazel intentó no darle demasiada importancia al principio, pero a medida que las horas pasaban, una inquietud creciente se instalaba en su pecho.
Tomó su teléfono y decidió llamarlo, esperando escuchar su voz despreocupada del otro lado de la línea, pero la llamada cayó en el vacío. El tono seguía sonando, una y otra vez, sin respuesta.
La preocupación comenzó a filtrarse en sus pensamientos. ¿Y si le ocurrió algo? Su mente, casi instintivamente, se deslizó hacia Bill. Los ojos de Hazel se abrieron con una mezcla de miedo y rabia. ¿Y si Bill le había hecho algo? La posibilidad la sacudió, y dejó caer la pieza que estaba ensamblando sobre la mesa con un leve tintineo metálico.
Decidió que no podía seguir trabajando, no con esa incertidumbre devorándola. Salió del laboratorio rápidamente, su corazón latiendo con fuerza mientras caminaba hacia la puerta principal de la cabaña.
Estaba a punto de girar el pomo y salir en busca de Roland cuando un fuerte golpeteo resonó en la madera. El sonido la hizo detenerse en seco. Miró hacia la puerta con los ojos entrecerrados.
El golpe volvió a resonar, esta vez más desesperado. Hazel dio un paso atrás, alerta, su mente aún revolviendo las posibilidades.
Se asomó cautelosamente por una de las ventanas, pero no alcanzaba a ver a nadie. La niebla densa del bosque envolvía el exterior, haciéndolo parecer aún más ominoso.
Respiró hondo y, con precaución, se acercó a la puerta.
Hazel giró el pomo con cautela, asegurándose de que el pasador con la cadena siguiera puesto. La puerta se abrió con un lento crujido que rompió el silencio de la cabaña.