𝓐𝓘: 𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓧𝓘𝓧. 𝓗𝓸𝓰𝓪𝓻.

6 0 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Las inquietudes nunca terminan y tampoco los malos acompañantes. Alce la taza de acero en dirección a Kephmen la concubina favorita de mi "esposo", su irradiante belleza me era repulsiva, sentada ahí enfrente de mí como si la condición en la que nos encontramos fuera lo más normal del mundo.

—Escuche que Robelia sigue agonizando en su habitación ¿la has visitado?

Su intento de conversación va por mal camino. Lo que musita es realmente una manera de querer causar un mal rato.

—¿Por qué iría a ver a la mujer que intento matarme?, tal vez no lo sepas o no quieras recordarlo, pero la primera esposa no tiene por qué visitar a las siguientes sin alguna relevancia.

—Oh no, no te molestes. —Fingió angustia en su expresión, una tan divisible en su actuación— Lo preguntaba, porque tu hijo la visita ocasionalmente.

—¿Mi hijo? —Expresé confusa, no obstante, añadí— Puede que se deleite de su dolor, es lo normal después del intento de humillación que Robelia intento provocar.

—Tiene sentido. —Esta tomo de su taza de acero y bebió con delicadeza el contenido.

—A veces me pregunto el cómo es que no terminaste en el mismo destino que Estera, ¿cuál es tu secreto?

Kephmem soltó una pequeña risa y empezó a enunciar su vanidad, no había secreto según la platinada, solo apariencia, algo muy superficial.

—Eso es, Estera era más como yo, por otro lado, estoy aquí y ella no. —Con una seña indico a su guardia que le diera algo— A estas alturas debería estar muerta.

—¿Por qué lo dices?

—La fui a visitar entre todos los hombres de Dasarha, estaba en deplorables condiciones, casi muerta.

Se levantó y se encamino a mi lugar, dejando una bella caja en la mesa para que yo pudiera abrirla.

—Es un obsequio, —menciono— Sé que no somos amigas y que no lo seremos, pero por lo menos intentare ser buena con el hijo de mi amado.

Abrí la caja de madera tallada con la ilustración de espinas, esta contenía una correa y un frasco que contenía un polvo grisáceo.

—Una correa para mi Harad y un veneno tan letal para los enemigos de Aza. —Tomo de mi hombro— escuche que tu hijo y tú están en malos términos, espero que el veneno no vaya encaminado a ti porque si no, tendría que sustituirte como madre, Moira.

—¿Quieres perder la lengua? —Amenace— ¿O mejor la cabeza?

Merlán se acercó y quito la mano de Kephmen sobre mi hombro, ella se zafó de su agarre y se despidió en silencio, abandonando el comedor.

—No tiene ni porque molestarse, señora. —Opino con la mirada concentrada en mí— Aza pedirá su cabeza a su padre si le comentamos lo acontecido.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 13 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝓜𝓸𝓶𝓮𝓷𝓽𝓸 𝓮𝓺𝓾𝓲𝓿𝓸𝓬𝓪𝓭𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora