DIEZ.

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 Un mes después, la relación entre Minho y Taemin había florecido hasta convertirse en una amistad sólida. Minho, más abierto de lo que jamás se habría imaginado, decidió mostrarle a Taemin un lugar que hasta entonces había mantenido oculto.

Después de terminar el desayuno, Minho lo miró con una media sonrisa y dijo, —Ven, quiero enseñarte algo.

Intrigado y ligeramente desconcertado, Taemin lo siguió en silencio. Subieron juntos al segundo piso, recorriendo el pasillo largo y oscuro que terminaba en una puerta de madera envejecida. Minho la abrió sin más preámbulos, revelando unas escaleras estrechas que ascendían hacia lo que parecía ser un ático. A medida que subían, el aire se volvía más denso, como si cada peldaño lo acercara a un misterio que estaba a punto de descubrir.

Taemin no podía evitar preguntarse qué habría al final de esas escaleras. Cuando llegaron, sus ojos se abrieron de par en par en cuanto vio lo que había ahí.

—Bienvenido a la guarida de la bestia, —dijo Minho con una sonrisa socarrona, su tono estaba cargado de ironía que parecía fluir de él con naturalidad.

Taemin aún no comprendía del todo ese humor sarcástico de Minho, pero sus pensamientos quedaron relegados a un segundo plano cuando vio el contenido del ático: era un estudio de arte, lleno de lienzos, caballetes y pinceles manchados de pintura. Las paredes estaban cubiertas con cuadros, todos ellos obras que lograban transmitir una inmensidad de emociones. Cada trazo, cada pincelada, contaba una historia propia, y Taemin quedó absorto, perdiéndose en la belleza y la complejidad de cada pieza. No sabía mucho sobre arte, pero algo dentro de él le decía que estaba ante la obra de un verdadero genio.

Permaneció inmóvil durante unos minutos, sin siquiera parpadear, mientras trataba de asimilar lo que tenía frente a él.

—¿Y bien, qué te parece? —preguntó Minho, rompiendo el silencio, aunque su tono era tranquilo, casi casual.

Taemin apenas podía encontrar las palabras. —Esto es... increíble. No sé cómo expresarme correctamente, no sé nada de arte, pero me gusta. Mucho. Eres un gran pintor.

Minho sonrió, pero había algo de timidez en esa sonrisa. —Eres la tercera persona que dejo entrar aquí. Solo mi abuelo Lucas y mi hermano Siwon han estado en este lugar, y ahora tú.

Las palabras de Minho golpearon a Taemin con una fuerza inesperada. El hecho de que lo hubiera dejado entrar en su santuario privado significaba que Minho ya lo consideraba parte de su círculo más íntimo. Taemin sintió sus mejillas arder, consciente de la importancia de ese gesto. Tal vez, sin darse cuenta, Minho ya lo consideraba su amigo, y eso lo llenaba de una felicidad que apenas podía contener.

Mientras observaba más detenidamente las pinturas, Taemin notó algo peculiar. En la esquina de cada cuadro, había una firma: Bijandino Ruv*. No era el nombre de Minho, y la curiosidad de Taemin lo superó.

—¿Por qué ese nombre? ¿Por qué no firmas como Minho?

Minho lo miró, su expresión transformándose en algo más serio, aunque no sombrío. —No es un nombre, —comenzó, con voz calmada. —Es lo que soy.

Taemin frunció el ceño, confundido. —¿Lo que eres? No lo entiendo.

—Soy un nacido lobo —respondió Minho con tranquilidad. —Mi hermano Siwon es hijo de una gitana, y en su infancia, solía convivir con algunos primos de esa familia. Cuando nací, me llamaron así, Bijandino Ruv*. Es un término gitano que significa 'lobo nacido'. Mi hermano, orgulloso de tener a alguien especial en su familia, empezó a llamarme de esa forma, y con el tiempo, me acostumbré. Así que cuando comencé a pintar y mis obras llegaron a una galería, me pidieron que las firmara, y decidí usar ese nombre. Para muchos, parece extranjero, pero a mí no me importa lo que piensen. Después de todos estos años, he aprendido a aceptar lo que soy.

TAEMIN Y LA BESTIA. (2MIN)🌈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora