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Hospital de Maruo Nakano - Tarde
La habitación de Fuutaro se llenaba de una calma inquietante. A pesar de la emoción por su reciente despertar, el peso de diez años en coma se hacía palpable en cada gesto, cada respiración débil. Raiha, aunque profundamente emocionada, estaba agotada. Acariciaba la mano de su hermano, todavía incapaz de creer que finalmente estaba consciente, mientras las palabras se le atoraban en la garganta. Sin embargo, había un momento crucial que aún debía llegar.
Maruo Nakano, de pie al pie de la cama de Fuutaro, observaba la escena con una mezcla de profesionalismo y preocupación personal. Para él, esto no solo era la recuperación de un paciente; era el regreso de alguien que había sido parte integral de la vida de sus hijas, de su familia. Y, más que nada, Maruo sabía que el camino hacia la recuperación de Fuutaro apenas comenzaba.
Después de asegurarse de que Raiha estuviera tranquila, Maruo se acercó a la cama con la calma medida de un médico que conocía su deber. Fuutaro, aunque consciente, parecía perdido en un estado de confusión, sus ojos recorriendo lentamente la habitación como si tratara de entender qué estaba pasando. Apenas podía mover su cuerpo, y sus intentos de comunicarse eran poco más que murmullos.
-Fuutaro -dijo Maruo con suavidad, su tono más cálido de lo habitual-. Sé que es difícil ahora, pero necesito saber cómo te sientes. ¿Puedes escucharme? Trata de parpadear si entiendes lo que digo.
Fuutaro parpadeó lentamente, un movimiento casi imperceptible. Su garganta se tensó al intentar emitir un sonido, pero su voz era un eco débil. La parálisis de años de inactividad se sentía en cada músculo de su cuerpo.
Maruo asintió, viendo la respuesta. Era un buen comienzo, pero sabía que los desafíos físicos que venían serían inmensos. La atrofia muscular tras tantos años de inactividad afectaba a todos los órganos del cuerpo. Fuutaro había estado bajo cuidados intensivos y rehabilitación pasiva para mantener sus extremidades, pero el deterioro era inevitable.
Con manos expertas, Maruo comenzó a examinar a Fuutaro de manera meticulosa. Primero, revisó sus reflejos, tocando suavemente sus brazos y piernas. Como esperaba, las respuestas eran mínimas, apenas un leve movimiento en sus dedos. Lo observó con una expresión neutral, aunque internamente estaba preocupado.
-No tienes que intentar moverte ahora, Fuutaro -le dijo Maruo, reconociendo la frustración en los ojos del joven-. Lo más importante es que has despertado, pero tu cuerpo necesita tiempo. Diez años es mucho tiempo para estar inmóvil, pero haremos todo lo posible para ayudarte a recuperar tus funciones.
Fuutaro, con gran esfuerzo, intentó mover su mano hacia la de Raiha, pero su cuerpo no respondía como él quería. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, no solo por la tristeza de lo que había perdido, sino por la desesperación de no poder controlar su propio cuerpo.
-Tienes que ser paciente, hermano -intervino Raiha, su voz quebrada pero llena de cariño-. Has vuelto con nosotros, y eso es lo que importa. Vamos a estar contigo en cada paso.
Maruo continuó con la evaluación, observando la piel de Fuutaro, revisando la presión arterial y escuchando su respiración. Aunque su estado físico era grave, no era irreversible. Maruo sabía que con el equipo adecuado, fisioterapia intensiva y, sobre todo, con el apoyo emocional de su familia, Fuutaro podría recuperar algo de su vida anterior. Pero había una verdad ineludible: Fuutaro nunca volvería a ser el mismo de antes.
-Fuutaro, -Maruo tomó un tono más profesional mientras observaba los monitores-, necesitarás pasar por una rehabilitación muy larga. Tus músculos han perdido gran parte de su fuerza, y necesitarás aprender a caminar, comer y, en general, moverte de nuevo. No va a ser fácil, pero si estás dispuesto a luchar, no dudo que lo lograrás.
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Tiempo Perdido
FanfictionFuutaro Uesugi finalmente se confiesa a las quintillizas Nakano durante el festival cultural de la escuela. Sin embargo, justo cuando está a punto de reunirse con ellas para discutir su futuro, Fuutaro colapsa repentinamente, dejando a las hermanas...