Capítulo 17.-Mentiras Piadosas

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Días después de la tensa conversación con las quintillizas, la puerta de la habitación de Fuutaro se abrió una vez más. Esta vez, no eran las hermanas Nakano, ni Raiha. Era Maruo, el padre de las quintillizas, quien había decidido visitarlo.

Maruo entró con pasos firmes pero silenciosos. Fuutaro, recostado en la cama, apenas lo miró al principio. La tensión en el aire era palpable. Maruo, siempre el hombre reservado, se quedó de pie por un momento, observando a Fuutaro, como si tratara de leer algo más allá de las palabras que habían quedado suspendidas en el tiempo.

Finalmente, Maruo rompió el silencio.

-Fuutaro.

Su voz era grave, pero no acusadora. Era el tono de alguien que entendía más de lo que estaba dispuesto a mostrar. Fuutaro levantó la vista lentamente, encontrándose con los ojos de Maruo. Hubo una chispa de algo que podría haber sido vergüenza, o tal vez rencor, en la mirada de Fuutaro.

-Sé lo que sucedió con mis hijas -continuó Maruo-. Y no estoy aquí para juzgarte por lo que dijiste. Has pasado por mucho, y lo entiendo. Pero quiero que me escuches, porque lo que tengo que decir es importante.

Fuutaro se mantuvo en silencio. No hubo ningún movimiento que indicara su disposición a escuchar, pero tampoco lo interrumpió.

-Hace años, cuando me di cuenta de que mis cinco hijas estaban enamoradas del mismo muchacho, me preocupé. Me preocupé por ellas, por ti, por el futuro que podrían tener si se aferraban a ese amor juvenil. Me pregunté si alguna vez podrían seguir adelante.

Maruo suspiró y se acercó a la cama, sentándose en la silla junto a Fuutaro.

-Y, para mi sorpresa, lo hicieron. Siguieron adelante, se casaron, formaron familias. No porque dejaran de quererte, Fuutaro, sino porque la vida sigue, lo quieras o no. No puedes esperar que la gente permanezca congelada en el tiempo, esperando por ti. Ellas no lo hicieron, y eso está bien. Tú tampoco deberías hacerlo.

Fuutaro mantuvo la mirada baja, pero las palabras de Maruo parecían pesarle.

-Te lo digo porque no quiero verte destruirte por algo que ya no tiene vuelta atrás. Ellas te amaron, lo hicieron de verdad, pero el amor no siempre significa quedarse. A veces, significa dejar ir.

Hubo un silencio pesado entre los dos. Fuutaro, incapaz de encontrar las palabras para responder, simplemente respiraba profundamente, su mente atrapada en las contradicciones de lo que sentía y lo que acababa de escuchar.

-No tienes que perdonarlas hoy -dijo Maruo finalmente, con suavidad-. Pero piensa en lo que te estoy diciendo. La vida que tienes por delante aún puede ser buena, Fuutaro, si decides soltar lo que te está atando.

Con esas últimas palabras, Maruo se levantó, dándole una última mirada a Fuutaro antes de marcharse. No había ira en su rostro, solo la quieta aceptación de un padre que había visto a sus hijas crecer y que, de alguna manera, también entendía el dolor de Fuutaro.

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El proceso de rehabilitación de Fuutaro comenzó con una mezcla de incertidumbre y resignación. Tras la serie de eventos que lo habían sacudido emocionalmente, su recuperación física y cognitiva requería paciencia y disciplina, dos cosas que nunca le habían faltado en su juventud, pero que ahora parecían una carga.

Semana 1 - Primeros pasos en la rehabilitación del habla

Fuutaro se encontraba frente a un espejo, practicando las palabras más simples, mientras el terapeuta le pedía que repitiera frases una y otra vez. Su voz aún sonaba débil, sus labios apenas articulaban correctamente. Los músculos de su rostro, inactivos por años, le costaban responder.

Tiempo PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora