2 Prisión

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El pasillo es oscuro y frío, las antorchas apenas iluminan el suelo ante él, todo es de piedra y hay sellos de hechicería en las paredes

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El pasillo es oscuro y frío, las antorchas apenas iluminan el suelo ante él, todo es de piedra y hay sellos de hechicería en las paredes.

Megumi avanza despacio, con su corazón martilleando en su pecho.

Ha pasado una semana desde que los hechiceros han atrapado a Sukuna, gracias a la colaboración de Itadori, quien ya no está atado a él y es libre de nuevo. En cambio, el poderoso y temido Rey de las Maldiciones se encuentra enjaulado, custodiado y sin escapatoria. Con los hechiceros atormentándolo y torturándolo.

Megumi presenció cuando fue atrapado, Sukuna Ryomen sonrió altanero y no mostró miedo, dirigió una última mirada a Megumi, una mirada demasiado intensa y significativa que ha estado persiguiendo al joven hechicero toda la semana.

Al final, rendido ante su corazón, decidió visitar por primera vez a Sukuna.

Llega al final del pasillo, hay una gran estancia iluminada por antorchas al igual que el pasillo por donde vino, hay muchos sellos y protecciones, hay guardias que permanecen rígidos dándole la espalda al Rey de las Maldiciones.

Megumi clava su mirada en él.

Se encuentra arrodillado, con sus cuatro brazos extendidos y con grilletes en las muñecas que cubren sus manos, atadas a gruesas cadenas que lo sujetan desde las paredes de la gran habitación. Un complicado mecanismo cubre su gran cuerpo y lo mantiene totalmente quieto, ya que si llega a moverse un poco grandes estacas se clavarían en todo su cuerpo desde distintos ángulos.

Cuando siente la presencia de Megumi alza la vista. Nada más verlo con sus cuatro ojos sonríe arrogante y descarado.

-Podéis iros -Ordena Megumi a los guardias, estos no se mueven- ¿Estáis ignorando una orden de vuestro superior? ¿Acaso no sabéis quién soy? Al clan Zenin no le gustará este comportamiento...

Enseguida todos obedecen y se marchan sin decir palabra alguna. Megumi se mantiene firme, desde que es Zenin Megumi tiene más poder e influencia sobre los hechiceros. Pero ha tenido que entrar en la boca del lobo para ello.

Se asegura de que todos los guardias se hayan marchado y no haya nadie escuchando, suelta un suspiro y se acerca a Sukuna, arrodillándose delante de él, quedando ambos a la misma altura.

Aún le sorprende su cuerpo original, su verdadera forma, ya que solo lo había visto tras el cuerpo de Itadori. Sigue igual de impresionante y atractivo. Tan malditamente atrayente.

-Sukuna... -Susurra, alzando su mano y acariciando la mejilla del otro, quien enseguida apoya su mejilla contra la mano de Megumi, restregando su rostro como si de un gran gatito se tratase- Que te han hecho... -Megumi advierte golpes, cortes y heridas en Sukuna, más de algún hechicero se habrá aprovechado al tenerlo sometido-

-Fushiguro Megumi ¿Acaso estás preocupado por mi? -Sonríe contra su mano, Megumi nota los labios de Sukuna tocarlo y después besarlo-

-Es Zenin ahora. -Lo corrige rápidamente- Zenin Megumi.

-Ya veo.

Megumi se acerca más, va despacio para alargar el momento, hasta juntar sus labios contra los de Sukuna. Lleva su otra mano a la otra mejilla de Sukuna e inicia suavemente un beso, acariciando con sus suaves labios los resecos del otro. El Rey gruñe contra él y muerde su labio inferior, Megumi disfruta del contacto y suspira entre besos.

Megumi escucha las cadenas tensarse y chirriar ante la fuerza del Rey de las Maldiciones, se separa lentamente de él, pero no llega a alejarse.

-Sin duda, esta es la peor de las torturas a la que me han sometido los hechiceros... -Susurra contra los labios de Megumi- estar cerca de ti y no poder tocarte.

-Voy a sacarte de aquí -Asegura el joven hechicero con determinación en sus preciosos ojos, Sukuna se ríe levemente-

-¿Te gustan los casos perdidos, Megumi?

La forma en que dice su nombre siempre le ha parecido sexy. Lo dice saboreando cada letra, pronunciando lentamente y a su vez viéndolo a los ojos como si fuese algo precioso para él. Así logró que Megumi cayera tan fácilmente en sus encantos.

Desde el principio se interesó en Megumi, lo miraba de forma significativa, siempre decía su nombre completo y quería llamar su atención como fuera. Empezó a manifestar su boca en el cuerpo de Itadori cuando este estaba cerca de Megumi, para hablarle de cualquier cosa aunque fuese para molestarlo. Y las veces que tenía el control sobre su recipiente aprovechaba para tocar a Megumi.

En las misiones más peligrosas y donde corría en peligro la vida de Megumi, era salvado por Sukuna (quien ya se había hecho con el control del cuerpo de Itadori) quien destrozaba sin misericordia alguna a esas pobres maldiciones que pensaban que podrían matar al hechicero...

-Me gustas tú. -Contestó Megumi seriamente- ¿Qué? -Pregunta al ver la confusión en los rasgos de Sukuna-

-Siempre logras sorprenderme, Megumi... ¿Y qué plan tienes en mente?

Megumi sonríe, de su bolsillo saca una llave extraña y la pone ante los ojos de la maldición.

-A veces lo más simple funciona mejor.

Cuando las cadenas caen al suelo y los sellos son rotos se escucha la grotesca y oscura risa de Sukuna.

Mata a todos aquellos que se interponen en su camino, y sale de la fortaleza donde estaba que ahora se encuentra en ruinas, con Megumi en uno de sus brazos sentado cómodamente y sin si quiera pestañear ante todo lo que ha presenciado. Están cubiertos con la sangre de otros, Sukuna sonríe y aferra más el cuerpo del joven hechicero al suyo.

-Somos libres -Dice la maldición, ambos conectan sus miradas- ¿A dónde quieres ir?

Juju CortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora