Negación

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Cuando Michael abre los ojos, una sensación de vacío lo envuelve. No sabe en qué momento se quedó dormido, ni cómo llegó a su cama. El cuarto está en penumbra y el silencio es tan denso que casi puede tocarlo. Se acerca al borde de la cama para colocarse sus pantuflas azules pero cada movimiento se siente pesado, como si el aire mismo lo aplastara.

Aunque sigue desorientado, un pensamiento fugaz lo reconecta con la realidad: Will vendrá más tarde a jugar. Sonríe débilmente, pero la sonrisa se desvanece tan rápido como apareció. Se levanta de un salto tratando de sacudirse la pesadez y comienza a arreglar su ropa y a prepararse para la ducha.

El agua está helada y el frío penetra hasta sus huesos. Se queda inmóvil, abrazándose a sí mismo mientras sus ojos se clavan en un azulejo roto en la regadera. Es el único azulejo roto en toda la habitación, y esa imperfección le genera incomodidad. Frunce el ceño, pensando en hablar con su padre para que lo arregle, aunque sabe que probablemente no lo hará.

Al mirarse en el espejo, siente que el reflejo le pertenece a un extraño. Pasa la yema de los dedos por el vidrio y un escalofrío le recorre la espalda. La sensación de vacío en su pecho se intensifica y por un momento, cree que, si se mira el tiempo suficiente, su yo del otro lado le dirá algo, cualquier cosa que necesite escuchar.

Se da cuenta de que esa mañana está actuando más raro de lo normal, y decide seguir con su plan original de preparar todo para cuando Will llegue. Sin darse cuenta ya son las cinco de la tarde. El cielo está nublado, el aire es pesado y difícil de respirar. Su padre no ha aparecido para hablar sobre el azulejo roto y su madre se encerró en su cuarto apenas él mencionó preparar bocadillos para Will y para él.

En el sótano, coloca los dulces que sacó del cuarto de su hermana en una bandeja, sintiendo una creciente ansiedad porque aún no ha empezado a preparar la partida de D&D. Lo que se supone que es lo más importante. Así que empieza a trabajar en ello rápidamente.

Cuando la puerta se abre, espera ver a Will. Pero no, es su hermana.

—Mike, —hace una pausa y se frota el rostro con desesperación—¿Qué estás haciendo?

Levanta la vista del tablero y corre deliberadamente unos dados hacia el centro de la mesa. Cree que habla de los dulces, pero su rostro no muestra enojo, y eso lo descoloca. Estaba preparado para echarle en cara que ella le robó los chocolates que le compraron a él específicamente en el mercado.

—Estoy esperando a Will.

Algo parecido al terror cruza por los ojos de Nancy. Michael ignora a su hermana mayor y vuelve a concentrarse en el tablero. Minutos después, está él al lado suyo, con sus ojos color avellana y esa risa contagiosa que nunca se cansaría de oír.

Llega un momento en que todo se resume en eco. Su piel siente una nostalgia dolorosa al recibir el tacto de su amigo. Las burlas inocentes cargadas de sonrisas brillantes se desvanecen, y el murmullo del llanto de su madre se hace cada vez más presente.

Las cinco etapas de un Duelo | bylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora