El monstruo de la noche

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Llegaron a la barra de bocadillos para, en palabras de la elfo, distraerse y mezclarse entre la gente, algo que a Sheron le impactaba un poco pues creyó que estaba ante una chica con energía.

—Eres muy diferente al resto de las chicas. Hablo de, bueno, parece que no tienes miedo a ensuciar un vestido.

—Obvio que no —admitió su acompañante, sin abandonar su papel—. Se puede lavar muchas veces, y siempre puede haber una ocasión para usarlo.

—Me comentaron que nunca usaste uno.

—Hace años no usaba uno, mamá me pegó cuando me vio con uno.

—Eso último no me lo contaron. Creí que guardabas eso para ti.

—Bah, ella no está aquí, y no estoy siendo forzada a quedar bien con nadie. Como sea, prefiero no hablar de eso.

De nuevo, ese ardor en los ojos y la visión de colores, cerró los ojos con fuerza y el joven lo notó.

—¿Te sientes bien?

—Sí, solo, la luz me irrita un poco la vista. ¿Te gustaría bailar?

—Claro.

—Buenas noches jóvenes.

El director Horace apareció frente a ellos, y pronto se fijó en la doncella.

—Es una chica muy bonita.  ¿Es su cita?

—Sí, señor. Es la hermana de Jonathan.

—¿Y dónde está el muchacho?

—Está enfermo —interrumpía la elfo—, en la habitación.

—Entiendo. Que pasen una bella noche.

—Gracias —se despidieron antes de verlo marcharse.

La música era lenta, algunas parejas estaban tomadas de la mano y Nilo lo llevaba a un rincón apartado del resto.

—¿Te sientes bien? Parece que prefieres evitar a la gente.

—Descuida, no es grave.

—No puedo creerlo —escucharon unas voces detrás—. Jonathan se vistió de chica.

Al girar para ver de quién se trataba, vieron que el antiguo colega del elfo se reía mientras le señalaba, otras chicas del grupo también se mofaban.

—¿Qué es esa mancha en tu cara?

—No era fiesta de disfraces.

—Ugh —pensó con arrepentimiento—, debí suponer que estaría más resentido que de costumbre.

—¿Y bien? ¿Cuál es tu excusa?

—Es su hermana, niño —le defendía Sheron.

—Debe ser algún truco. Es simplemente asqueroso y antinatural.

El duende chasqueó los dedos, solo para que la parte superior del vestido cayera al suelo y Nilo pudo cubrirse un poco.

—¡Ah!

—¡Nilo!

—¿Eran de verdad? —se sorprendió el tercero, recibiendo una patada de la elfo.

—¡Por supuesto que sí, imbécil!

—Lo sentimos mucho —se disculparon algunas en vano.

Salió corriendo seguido por su compañero mientras echaba pestes, soportando las ganas de llorar a mares y procurando que el resto del la prenda no cayera.

—Nunca antes me habían humillado de esa manera.

—Nilo, espérame.

—Déjame sola.

Moon NymphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora