Moon Nymph

El rostro de la luna

En su sueño estaba frente a una casa, muy bonita, de dos pisos y poco iluminada, al principio escuchó risas así que se acercó y llamó a la puerta, pero pronto se escucharon gritos de agonía, dolor y al abrir vio la escena de un crimen macabro, varias personas yacían sin vida, una pareja estaba derrumbada frente a una puerta abierta, un cuarto vacío, y huyó asustado; frente a la casa estaba el mismo desierto de sus pesadillas anteriores, pero allí había una sábana, envolviendo el cuerpo de un joven al que despojaron del corazón y marcaron con runas, giró para regresarse, y vio una calavera, que lo sacó de su sueño mientras reía.

—¡Jonathan!

Despertó sobresaltado, gritando y sudando frío, y estuvo a punto de estallar cuando al fin pudo ver a las enfermeras a cada lado de él.

—¡Pero niño, cálmate!

—Debió ver algún fantasma para ponerse así de loco.

—¿Qué pasó? ¿Qué hago aquí? ¿Cómo llegué?

—Tranquilo niño. Una pregunta a la vez. Estás a salvo, el monstruo se fue.

—¿Monstruo?

—¿No recuerdas nada de lo que pasó en la noche?

—No... Solo fui al baño... Y escuché un rugido antes de caer inconsciente.

Las mujeres se miraron entre sí mientras lo calmaban, después una de ellas salió y dejó entrar a alguien más, un elfo adulto con cabello blanco y cornamenta, vagamente familiar.

—¿Es al que encontraron cerca de la escena? —habló con una voz suave y profunda.

—Sí, es él. Uno de los chicos de segundo año lo encontró y lo trajo hasta aquí.

El hombre asintió, las enfermeras salieron y Jonathan se sintió preocupado, pero algo andaba mal, algo faltaba que sucediera; pronto el invitado se presentaba, y le hablaba con calma.

—Veo que te encuentras bien. Estuviste al borde de la muerte.

—¿De verdad? ¿Cómo?

—¿No recuerdas lo que hiciste en la noche?

—No mucho, solo que fui al baño y un ruido fuerte, como un rugido o un aullido, es todo lo que está en mi cabeza.

El elfo asintió.

—Soy el detective Leyford, nos llamaron porque en tu escuela ocurrió un homicidio, y tú estabas cerca de la escena del crimen.

—¿De verdad? ¿Fue mi culpa? Juro que no quise hacer nada.

—Descuida, no fuiste tú ni por mucho que quisiéramos culparte.

—¿Qué?

—A la hora de investigar, todos los estudiantes con habitaciones cercanas afirman lo mismo que tú, escucharon un rugido, aunque no pudieron describirlo bien o determinar a qué animal pertenece. Creíamos que tú podrías decirnos si viste algo, te encontraron en la fuente donde también estaba el cuerpo, pero también sufriste ataques, tienes moretones en todas partes. Así que, de algún modo, perdiste el conocimiento.

El joven se miró los brazos, tenía vendas y olía a ungüentos caseros, además de que a lado estaba su pijama roto.

—Estoy muy perdido —suspiró.

—Al menos sigues vivo.

—No creo que eso me haga sentir mejor. Debí haber oído algo más o no sé, pero ni siquiera puedo recordar nada más de anoche.

—Aún con eso, tuviste suerte que el monstruo fuera tras tu atacante que en tu contra.

Aquello lo confundió más.