Capitulo 4: El Cantar del Lince Corazon

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Luego de aquel alegre festejo, todos comenzaron a despedirse

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Luego de aquel alegre festejo, todos comenzaron a despedirse. Aquel imponente Lince estrechó las manos de los padres de algunas de las mascotas femeninas antes de dirigirse hacia su coche, donde su hija, Karla Kick, lo esperaba. Sin embargo, al acercarse, Aquel lince el cual era llamado Turrón notó algo inusual: Karla tenía el ceño ligeramente fruncido, como si algo la molestara.

Turrón subió al coche, encendió el motor y empezó a surcar las tranquilas calles de la ciudadela, pero no podía dejar de pensar en la expresión de su hija. Después de unos minutos de silencio, su instinto paterno le empujó a indagar.

-¿Todo bien, querida? -preguntó Turrón con su tono habitual, suave pero firme, mientras sus ojos vigilaban la carretera.

Karla permaneció callada por un momento, mirando por la ventana como si su mente surcara en sus propios pensamientos. Sabía que su padre notaría cualquier malestar, pero no estaba segura de cómo empezar.

-No es nada, papá -respondió al fin, intentando restarle importancia.

Turrón, sin dejarse engañar, arqueó una ceja, manteniendo una sonrisa en su rostro. Conocía a su hija mejor que nadie.

-¿Estás segura? -insistió con paciencia-. Puedo notar cuando algo no te cuadra.

Karla suspiró profundamente, sabiendo que no podría esquivar la pregunta por mucho tiempo. Finalmente, se giró hacia su padre, cruzando los brazos.

-Es solo que... pensé que hoy también estaría Papa Goleo -dijo con cierta duda en la voz-. Creí que estarían juntos en la reunión. ¿Por qué no vino?

Turrón mantuvo su mirada fija en la carretera, aunque el comentario de su hija lo hizo detener todo por un segundo. Sabía que, para Karla, la ausencia de su otro padre, Goleo, era algo que pesaba. Era una situación compleja que siempre había intentado manejar con delicadeza.

-Goleo tenía otros compromisos -explicó con cuidado-. Hubiera querido estar aquí, pero a veces no es tan fácil, ya lo sabes.

Karla frunció los labios, claramente insatisfecha con la respuesta.

-Siempre tiene otros compromisos -murmuró, casi para sí misma-. Es como si no le importara...

Turrón suspiró, comprendiendo el dolor detrás de las palabras de su hija. Detuvo el coche en un semáforo en rojo y se giró hacia ella, mirándola a los ojos con empatía.

-Sabes que no es así, nena. Goleo te quiere mucho, pero a veces la vida no nos permite estar donde quisiéramos . Créeme, si pudiera, estaría aquí con nosotros en cada momento.

Karla lo miró con una mezcla de frustración y tristeza.

-Ojalá no tuviera que ser siempre tan complicado -susurró, volviendo la vista al frente.

Antes de que Turrón pudiera continuar conduciendo en silencio, Karla comenzó a lanzar más preguntas, su tono cada vez más agudo y directo.

-Siempre es lo mismo. Papa Goleo nunca tiene tiempo. ¿No te molesta a ti también? ¿Por qué siempre tiene otros compromisos? Nunca lo veo.

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