Capitulo cinco.

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Una ráfaga de aire nocturno se deslizó a través de su columna, erizandole de pies a cabeza.

Podía observar la silueta del vampiro siendo atravesada por las lechosas cortinas que volaban libremente, jugando con las luces neones que no hacían más que enfatizar su imponente presencia.

Ya ni se quería mover.

Apoyó los codos en la cama, arrojando la sábana a un lado y atreviéndose a voltear a la ventana, donde distinguió al ser parado frente a esta, observando algún punto de su rostro, inentendible para Pedro.

“¿Que usted no sabe tocar ventanas?” se incorporó, desviando la vista fugazmente para encontrar sus pantuflas y al instante, Jorge se encontraba sentado en el banco del tocador, de piernas cruzadas y manos juntas.

“Lamento ser tan descortés, pero le recuerdo que un sujeto colgando misteriosamente de una ventana no es algo muy ordinario Pedro.” Odiaba el tono tan sutil que utilizaba al hablarle, así como si estuviera haciéndole entender a un chiquillo que los humanitos, no tienen la capacidad de volar.

“No, usted no me está entendiendo Jorge, yo me refiero a que usted toca la ventanita, y yo le digo que no puede pasar, y se va a molestar a otra buena persona” cerró la ventana de un golpe, cortando el flujo de aire fresco en la habitación.

El vampiro alzó la ceja, ladeando la cabeza “¿Se encuentra molesto conmigo Pedro?” y el menor no se hizo esperar en soltar una risilla sarcástica, posando las manos en las caderas mientras se coloca frente al vampiro “No oiga, ¿Cómo cree? Es usual en mi cuando me molestan a las dos de la mañana y entran en mi casa como si fuera centro comunitario, a no, espere, que para usted es más como comedor comunitario ¿verdad? Ni un ‘hola cómo está usted’, ni un ‘muy bien gracias’ no, directito a lo que vino, mínimo toque la ventana ¿no? Porque usted llega como se va, así sin avisar y sin despedirse, dejándolo a uno con la calentura en la…..”
Detuvo su reclamo al instante, dándose cuenta de lo que acababa de decir.

Jorge sonrió “En ¿dónde?” incorporándose, avanzando lentamente hacia el mortal frente a él “¿A qué se refiere exactamente Pedro?” El cantante se encontraba inmóvil, asustado por la reacción del vampiro y su proximidad.

“Si así lo desea, podríamos continuar la faena que mi descortesía interrumpió” a un palmo de distancia, alzó la mano derecha, dirigiéndose al cabello de Pedro con lentitud “Solo tiene que pedirlo Pedro, yo le daré lo que me pida” pudo sentir un suave roce en sus cabellos y el contacto visual que en este punto, le fue inevitable.

Su corazón latía con fuerza, y la racionalidad amenazaba con abandonarlo nuevamente.

Cuando estaba a punto de responder, Jorge movió su mano, mostrando una hoja seca “El viento la depositó en su cabello” le dio la espalda, dejando a Pedro con la respuesta en la punta de la lengua y con esos ánimos indecorosos de nuevo en su sistema nervioso.

“Y bien Pedro, ¿le parece si charlamos en un lugar más apropiado?” Se movió hacia la ventana, esperando su respuesta para abrirla. Al observar, que ninguna palabra razonable y apropiada se formulaba en su menté, optó por aterrizar sus pensamientos, por mucho que deseara alentarlos.

“Le recuerdo que su sobrina duerme frente a su puerta” Pedro reaccionó inmediatamente, corriendo a ponerse unos pantalones y botas decentes.

Cuando estuvo listo, el vampiro abrió la ventana, deslizándose por ella, desapareciendo al instante. El cantante se acercó, asomándose por la ventana y viendo, que el ser ya se encontraba en la acera.

Rodó los ojos, cerrando la ventana y saliendo de su habitación, cuidando hacer el mínimo ruido para no despertar a la bella durmiente.

El invierno comenzaba a tocar las puertas de la ciudad. La chaqueta de mezclilla no era lo suficientemente gruesa para no matarlo de frío, y lamento no poder subir por otra en el instante que cerró la puerta del edificio. Jorge lo esperaba con paciencia.

Deja que salga la luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora