Ramón, el inspector del colegio, había estado observando a Gatica durante semanas. No podía negar la atracción que sentía hacia él. Era como si Gatica irradiara una luz que lo atraía irresistiblemente.
Un día, mientras caminaba por el pasillo, Ramón se encontró con T/N.
"T/N, necesito hablar contigo", dijo Ramón con una sonrisa astuta.
T/N se sintió incómoda. ¿Qué quería Ramón de ella?
"¿Qué pasa, inspector?" preguntó.
Ramón se acercó a ella. "Quiero confesarte algo. Me he enamorado de Gatica. No puedo dejar de pensar en él."
T/N se sorprendió. No sabía que Ramón sentía eso por Gatica.
"¿Y por qué me lo dices a mí?" preguntó.
Ramón sonrió. "Porque sé que tú también sientes algo por él. Pero no te preocupes, no voy a dejar que te quedes con él."
T/N se sintió molesta. ¿Cómo se atrevía Ramón a decirle eso?
"No sé de qué hablas", mintió.
Ramón se rió. "No te hagas la tonta, T/N. Sé que sientes algo por Gatica. Pero no importa, porque voy a hacer todo lo posible para que él se fije en mí."
T/N se sintió decidida. No dejaría que Ramón se saliera con la suya.
"Buena suerte", dijo con una sonrisa falsa.
Ramón se fue, sintiendo que había ganado una batalla. Pero T/N estaba decidida a hacer que todo lo que hiciera Ramón para conquistar a Gatica le saliera mal