Luciale.
Las últimas palabras de Zhasira rondan en mi cabeza, como dagas que pretenden clavarse en mi cuerpo para atormentarme con el pasar de los días, para que yo no pare de pensar en que mi mayor amenaza es Shaperi, pero también sus nuevas aliadas.
«¿Qué tan segura estás de que Mon y Shinkira Arino están muertas, Luciale?¿Has pensado en visitarlas en algún momento? Estoy segura que no has pensado en ellas ni una sola vez desde hace diez años. Tu única preocupación fue que Katie Müller y Marissa Vertiev no escaparan de tus garras, pero, ¿Qué hay de tu tía y tu prima? Han sido fieles a Shaperi desde la última Guerra y el nacimiento de Shinkira» fue lo que dijo Zhasira antes de que yo me retirara de "su" Castillo.
No pude responderle en su momento, preferí creer que solo trataba de alimentar mis pensamientos intrusivos. Sin embargo, ¿Por qué una persona que protegió a mi hija intentaría atormentarme?¿Por qué no puedo tomarlo como una advertencia de su parte?
Tal vez si ha sido más que una advertencia, si leo entre palabras lo dicho, fue una señal, fue un pequeño golpe de realidad. Me he concentrado tanto en que nadie intentara herir al amor de mi vida que olvidé a mis propios enemigos. Con la muerte de Herafel, supuse que mis problemas acabarían y lo cierto es que aún no han terminado.
Trataré de contactar a las almas de las Arino que murieron en el sacrificio hacia los Dioses Antiguos y Olvidados para traerme de regreso. Tal vez Shaperi aún no las ha traído al mundo otra vez, tal vez todavía tenga tiempo de destruir sus almas de una vez por todas. Como debí haber hecho hace diez años, debí haberles arrebatado la posibilidad de reencarnar, debí haber roto cada parte de ellas como si nunca hubiesen existido y solo fuesen una mancha imborrable en la memoria de mi madre o de Vinavina.
—¿Por qué tienes cara de haber visto a un fantasma? —bromea Vinavina al acercarse a mí. Dirijo mi mirada, que hasta hace unos segundos estaba perdida en algún lugar del jardín, a ella—. En realidad sí has visto a fantasmas, pero no entiendo porque estás tan preocupada.
—Creo que no es buen momento para hablar de ello, Vinavina —murmuro con total honestidad. No deseo preocuparla con situaciones que, de alguna manera, la involucran a ella.
Mon fue su madre y Shinkira su hermana mayor. A pesar de que Vinavina no las considere parte de su familia, compartieron algo de su sangre durante veinte años. Convivieron con ella en algún momento. Temo que, si han sido resucitadas por Shaperi, intenten atacar a mi prima.
—¿Por qué? —entrecierra los ojos con cierta desconfianza. Desvío mi mirada hacia el portón de rejas negras, a la espera de que el carruaje que trae a Ireena, Laissa y Paularah, llegue pronto—. ¿Tiene que ver con...?
Se calla de forma abrupta al ver al carruaje detenerse frente al portón. Los guardias que custodian la entrada al Palacio se acercan para abrir las rejas. Me percato de que Laissa es la primera en bajar, para luego ayudar a mi niña.
—¡Mamá! —saluda con su mano antes de correr hacia mí.
—Buen día a ti también, Iri —la saludo con un beso en su frente. Ella me rodea desde la cintura con fuerza, casi dejándome sin respirar. Suele abrazarme de esa manera cada vez que puede, como si quisiera medir su fuerza conmigo—. ¿Cómo has estado, mi corazón?
—La tía Laissa me enseñó a tejer —me sonríe emocionada antes de apartarse para saludar a Vinavina con un choque de puños—. También decoré un cuarto para mí en la casa de las tías. Espero que Vayannah pueda decorar el suyo en algún momento.
—Seguro que sí, mi corazón —vuelvo a sonreírle con dulzura. Ella me imita, siempre ha dicho que ama mi sonrisa y que comprende a su otra madre por el hecho de querer hacerme sonreír siempre—. ¿Quiere ir adentro, su alteza? Su madre y hermana la esperan.
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Lúgubre Alma [2. Saga Divina Inmortalidad]
Fantasy× Para entender mejor esta historia, puedes leer Siniestra Nebulosa antes si así lo deseas × Han pasado diez años desde que Luciale fue liberada de la maldición que la condenaba a una vida llena de desgracias. También significan diez años desde la...