Capítulo dos: Biblioteca

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Para la buena voluntad de Naruto, hoy no tenía clases con el profesor Uchiha, así que se sentía un poquito más calmado.

A pesar de que había llegado tarde de todas maneras, y sabe que el profesor Sarutobi le tiene coraje. Aún sigue sin creer que hayan cambiado la mayoría de profesores y siga teniendo a ese viejo gruñón.

Estaba exasperado con la vida, así que mejor se concentró en las otras materias, a pesar de que seguía pensando en el proyecto que tenia que hacer.

Eso también lo traía de los nervios, no entendía bien unas cosas y estaba tentado, muy tentado a volverle a escribir a su profesor.

Sí, lo iba a hacer, pero primero tenía que esperar que llegara la hora del receso, así tenía tiempo y podía ir para que le ayudara, miró su reloj y faltaban unos minutos para la salida al descanso.

Volteó a mirar a Shikamaru que estaba todo dormido en su mesa a un lado de él, volteó los ojos divertidos y le jaló levemente el cabello para que se levantara.

El de cabello negro dió un quejido molesto, pero siguió sin abrir los ojos, así que Naruto agarró su brazo libre y con una sonrisa le dió una mordida.

Su amigo soltó un chillido bastante fuerte, porque el profesor los volteó a mirar con una ceja interrogativa, Naruto agachó la cabeza y empezó a simular que escribía.

Mientras que a Shikamaru sólo le tocó escuchar el reclamo del profesor, Naruto sonreía divertido al escuchar las palabras, el pelinegro miró con una mirada aburrida al profesor. Mientras inclinaba la cabeza en afirmación.

—Te voy a matar —susurró después su amigo, mientras empezaba también a simular que escribía.

—Te estaba hablando y no me respondías —le respondió de igual manera.

—Podrías moverme, ¿pero morderme, en serio? —susurró de vuelta con un gruñido al final, Naruto sin poder contenerse soltó una risa nada silenciosa.

Y se percató el profesor, pero antes de que él también recibiera el sermón, la campana que marcaba la hora de descanso sonó y Naruto sonrió aún más grande, pero se mantuvo sentado en su lugar mientras todos los alumnos salían del aula.

Shikamaru con toda la prosa del mundo estaba metiendo los útiles nuevamente en la mochila, Hinata ya los estaba esperando en la puerta.

—Vamos, Shika, vamos —apuró a su amigo y se colgaba la mochila al hombro, Shikamaru dió un quejido afirmativo y Naruto soltó una risa.

Ya saliendo del salón, iban caminando hacia la cafetería.

—Le voy a escribir al profesor Uchiha, necesito que me explique algo del proyecto —dijo él, mientras seguían caminando.

—Ojalá te ayude, Naruto —le dijo su mejor amiga con una sonrisa tranquilisadora.

—¿Cómo vas tú, Shika? —preguntó Naruto sacándole conversa a su amigo que parecía que se iba durmiendo caminando.

—Bien, uno de los hombres de mi padre lo hará —respondió con voz aburrida su amigo, Naruto volteó los ojos.

Había olvidado que Shikamaru era heredero de una de las familias más ricas y poderosas de Estados Unidos, y generalmente dejaba de lado los estudios, porque está sólo a la espera de heredar las empresas de su papá.

Quien también hacía donaciones bastantes generosas al colegio.

—¿Y tú, Hina?

—Bien, Naruto, sabes que me tocó con Ten Ten y ella es un excelente alumna, puedo jurar que tiene cerebro para las dos —dijo Hinata con una sonrisa pequeña.

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