La noche caía rápidamente sobre las montañas griegas, envolviendo el paisaje en un manto de oscuridad mientras Jonathan Kross corría por los estrechos callejones de la villa. El aire frío azotaba su rostro, y el eco de sus pasos resonaba en las paredes de piedra. Con cada esquina que doblaba, sentía cómo la amenaza de los hombres que habían irrumpido en la casa del profesor Farnsworth se desvanecía, pero no la sensación de urgencia.
El mapa estaba seguro en su chaqueta, pero eso no era suficiente. Necesitaba respuestas, y sobre todo, necesitaba encontrar a Farnsworth antes de que fuera demasiado tarde.
Jonathan se escondió en la entrada de una pequeña taberna, sus ojos acostumbrándose a la penumbra. La villa parecía vacía, pero sabía que aquellos hombres seguían buscándolo. Eran profesionales. Quien los hubiera enviado, no iba a detenerse hasta conseguir el mapa y a Farnsworth. Kross cerró los ojos un momento, intentando calmar su respiración.
Un ruido suave, apenas perceptible, hizo que su corazón se acelerara de nuevo. Pasos. Alguien se acercaba, y rápido.
Jonathan sacó la daga que llevaba oculta en su cinturón y se preparó. El sonido de los pasos se hacía cada vez más fuerte, hasta que una figura emergió de entre las sombras. No era uno de los hombres que había visto en la casa. Era una mujer.
—Jonathan Kross —susurró ella, con una voz suave y cautelosa—. No tenemos mucho tiempo. Debes venir conmigo.
Jonathan entrecerró los ojos, evaluando a la desconocida. Tenía el cabello oscuro, recogido en una coleta baja, y sus ojos brillaban con una mezcla de determinación y preocupación. Llevaba un abrigo largo y botas de cuero gastadas, como alguien acostumbrada a moverse rápido y sin ser vista.
—¿Quién eres? —preguntó Jonathan, manteniendo la daga en alto.
—Me llamo Sophia Rivers —dijo ella, sin apartar la mirada—. Trabajo con el profesor Farnsworth. Él me envió para protegerte. Hay cosas que no sabes, y no tengo tiempo para explicarlas aquí. Los hombres que atacaron la casa... no son lo que parecen.
Jonathan no confiaba en nadie fácilmente, y mucho menos en alguien que aparecía de la nada. Pero había algo en su tono, en su actitud, que le decía que no mentía.
—¿Dónde está Farnsworth? —preguntó Jonathan, sin bajar la daga.
—Lo tienen —respondió Sophia—. Lo han capturado, pero está vivo. Por ahora. Están buscando el mapa, pero no saben que lo tienes. Si descubren que está contigo, no se detendrán hasta matarte.
Jonathan sintió un nudo en el estómago. Sabía que el profesor estaba en peligro, pero la gravedad de la situación empezaba a pesarle más de lo que había anticipado. No podía dejar que el mapa cayera en las manos equivocadas, pero tampoco podía abandonar a Farnsworth.
—Tienes dos opciones —dijo Sophia, con la voz firme—. O vienes conmigo, y te llevo a un lugar seguro donde podemos planear cómo recuperar al profesor y entrar al laberinto. O puedes seguir corriendo solo y terminar muerto antes del amanecer.
Jonathan vaciló por un momento, pero sabía que la elección era obvia. Guardó la daga y asintió.
—Bien. Vamos.
Sophia le indicó que la siguiera por un estrecho callejón que salía del pueblo hacia las colinas. El camino era empinado y pedregoso, y la oscuridad solo lo hacía más traicionero. A lo lejos, las luces del pueblo parpadeaban como estrellas apagadas, cada vez más distantes.
Después de caminar durante casi una hora, llegaron a una cueva oculta entre los árboles. Sophia se detuvo en la entrada, escuchando atentamente. El silencio era abrumador.
—Este lugar es seguro por ahora —dijo ella, entrando con cautela—. Nadie nos encontrará aquí.
Jonathan la siguió, y ambos se sentaron alrededor de una pequeña fogata que Sofia encendió con habilidad. Las llamas proyectaban sombras danzantes en las paredes de la cueva, mientras ella sacaba una pequeña libreta de su mochila y la extendía frente a Jonathan.
—Lo que te voy a mostrar —comenzó Sophia, con tono grave— es algo que incluso el profesor Farnsworth apenas podía creer cuando lo descubrió.
Jonathan tomó la libreta, sus ojos recorriendo las páginas llenas de notas y dibujos. Lo que veía no tenía sentido al principio: eran símbolos antiguos, diagramas de túneles, y algo que parecía una máquina... ¿o era un artefacto?
—Esto no es solo un laberinto, Jonathan —dijo Sophia, señalando uno de los diagramas—. El laberinto de Dédalo no fue creado simplemente para encerrar al Minotauro. Fue diseñado para proteger algo mucho más poderoso. Una máquina antigua, de una civilización perdida. Algo que podría cambiar la humanidad como la conocemos.
Jonathan sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿De qué estás hablando? —preguntó, su voz cargada de incredulidad.
—El laberinto es una prisión, sí —dijo Sophia—. Pero también es un arma. Y la clave para controlarla está en el centro del laberinto. Si esas personas consiguen acceder a ella, podrían desatar un poder que nadie entiende por completo. Por eso buscan el mapa, y por eso debemos llegar antes que ellos.
Jonathan se quedó en silencio, intentando asimilar lo que acababa de escuchar. El laberinto de Dédalo, una prisión legendaria, no solo contenía una criatura mitológica, sino un secreto tecnológico de proporciones inimaginables.
—¿Cómo sabemos que no es solo una leyenda más? —preguntó Jonathan finalmente.
Sophia lo miró a los ojos, con una intensidad que lo desarmó.
—Porque el profesor Farnsworth lo vio con sus propios ojos. Y lo que vio lo aterrorizó tanto que supo que nunca debía caer en las manos equivocadas.
Jonathan no podía apartar la vista del mapa y de las notas. La historia, las leyendas, todo lo que había aprendido en sus años de explorador y arqueólogo comenzaba a encajar, pero de una manera que lo hacía sentir pequeño, insignificante ante algo mucho más grande que él.
—Entonces, ¿cuál es el plan? —preguntó, sabiendo que no había vuelta atrás.
—Primero, debemos salvar a Farnsworth —respondió Sophia—. Y después... debemos entrar al laberinto.
Jonathan asintió, sabiendo que la verdadera aventura apenas comenzaba.
ESTÁS LEYENDO
"El Laberinto del Tiempo: La Búsqueda del Ojo de Cronos"
AdventureJonathan Kross, un historiador especializado en mitos antiguos, recibe una pista críptica sobre el paradero del laberinto perdido de Dédalo, una leyenda que ha fascinado a generaciones. Junto a Sophia, una experta en artefactos históricos, se embarc...