Capítulo 6: En las Fauces del Laberinto

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El monte Ida se alzaba majestuoso y amenazante frente a Jonathan y su grupo, su imponente silueta dominando el paisaje cretense. El viento helado, procedente de las cumbres nevadas, les cortaba la piel mientras la pequeña embarcación se deslizaba silenciosamente hacia una cala oculta. Jonathan, Sofia, el profesor Farnsworth, Kostas y los dos exmilitares Nikos y Andreas habían pasado las últimas horas atravesando un mar agitado y frío, pero sus mentes estaban más ocupadas en el peligro que les aguardaba en tierra firme.

El sol apenas comenzaba a alzarse en el horizonte cuando finalmente avistaron su destino. Era un lugar inhóspito, rodeado de rocas afiladas y acantilados escarpados que parecían custodiar los secretos del monte. La cala apenas era visible desde el mar, un escondite perfecto para quienes querían adentrarse en el corazón de la isla sin ser detectados. Mientras Kostas apagaba el motor de la lancha, Jonathan observó con atención las sombras que se extendían sobre las rocas. Sabía que la Orden del Minotauro no andaba lejos.

—¿Estás seguro de que esta es la mejor ruta? —preguntó Nikos, su tono serio y preocupado. El hombre, curtido en años de misiones militares, mantenía su rifle cerca, como si esperara un ataque en cualquier momento.

Kostas, el hombre más familiarizado con el terreno, asintió mientras ataba la embarcación a una roca cercana. Su rostro, iluminado por los primeros rayos de sol, estaba tenso, pero confiado.

—Este es el único camino que nos llevará cerca del monte sin ser detectados. La Orden tiene hombres vigilando todos los accesos principales, pero aquí no buscarán. El sendero que debemos seguir está oculto tras esa cueva —señaló una oscura abertura entre las rocas—. Si somos rápidos, podremos llegar antes que ellos.

Jonathan echó un vistazo a Farnsworth. El profesor estaba claramente exhausto, su respiración era pesada y su piel estaba pálida por el esfuerzo. Sin embargo, sus ojos todavía brillaban con determinación. Sabía que el tiempo jugaba en su contra, tanto para su propia salud como para la carrera contra la Orden. El Ojo de Dédalo, la máquina que distorsionaba el tiempo, no podía caer en las manos equivocadas, y estaban más cerca que nunca de alcanzar su objetivo.

—No tenemos tiempo que perder —dijo Jonathan, con voz firme—. Si la Orden ya está en movimiento, debemos adelantarnos. Ayudemos al profesor.

Sofia fue la primera en acercarse a Farnsworth y lo ayudó a levantarse, sosteniéndolo mientras avanzaban por la orilla rocosa. Los demás los siguieron de cerca, moviéndose con cautela pero con una sensación de urgencia que los empujaba hacia adelante. Sabían que los miembros de la Orden no tendrían piedad si los encontraban.

La entrada a la cueva era angosta y oscura, un agujero que parecía devorar la luz del día. El grupo avanzó en fila india, con Nikos al frente, sosteniendo una linterna para iluminar el camino. El aire en el interior de la cueva era denso y húmedo, y el sonido de sus pasos resonaba en las paredes rocosas. A medida que avanzaban, el eco de sus movimientos parecía amplificarse, como si el propio monte les advirtiera que estaban penetrando en un lugar que no les pertenecía.

—Este lugar me da escalofríos —murmuró Sofia, mirando las inscripciones que cubrían las paredes del estrecho túnel.

Jonathan se detuvo un momento para examinarlas. Eran símbolos antiguos, grabados en la piedra por alguna civilización perdida. Farnsworth, que a pesar de su fatiga no podía contener su curiosidad académica, se acercó con dificultad a las inscripciones y pasó la mano por las rugosas marcas.

—Esto es… fascinante —dijo con voz débil pero emocionada—. Estos símbolos son una mezcla de escritura minoica y otro sistema que nunca había visto antes. Parece… un dialecto antiguo, pero uno que no se ha registrado en ningún lugar. Es una advertencia, sin duda.

"El Laberinto del Tiempo: La Búsqueda del Ojo de Cronos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora