De confraternizar con el enemigo

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-Déjame escuchar tus susurros y ayúdame a pensar.

Cuando Martin salió del cuarto, escuchó la voz de su amiga canturrear por el piso. Él estaba tan cansado que solo pudo ir dando tumbos hasta el salón donde el cachorro, aún sin nombre, se estiraba en el sofá y soltaba un pequeño bostezo. Tan pequeño como él.

Se tumbó en el sofá y cerró los ojos. Notó las patitas del perro andar por el filo del sofá hasta tumbarse a su lado y la respiración pesada cuando se volvió a dormir junto a él.

No le gustaba madrugar. Prefería dormir mucho, y esas mañanas en las que tenía que despertarse tan temprano para ir al estudio le mataban. Más teniendo en cuenta que la noche anterior se habían tirado hasta tarde hablando de tontería y retrasando su horario de sueño.

Estaba muy cansado. Mucho.

Kiki fue dando saltitos hasta que llegó a su lado y prácticamente se echó encima de su cuerpo, con cuidado de no aplastar al bebé peludo que dormía a su lado.

-Buenos días, pumuki. - dijo contra la tela de su camiseta. Martin levantó un brazo con pesadez y atrapó el cuerpo de su amiga, que trastabilló pensando que se iba a caer por la falta de tacto del chico.

- Buenos días, Kiki. Estás muy contenta. - casi no se le entendía.

- Hoy es un buen día. Tengo un par de reuniones en un rato y luego todo el día libre. Además... Estoy inspirada.

- Joder, si yo tuviese que estar inspirado a las ocho de la mañana ya te digo yo que no iba a pasar. Qué sueño. - se tapó la boca para bostezar y cuando la chica se apartó se estiró lentamente.

- ¿A qué hora entras?

- En cuarenta minutos. - dijo y en vez de alarmase porque iba a llegar tarde se estiró la camiseta del pijama y dio media vuelta en el sofá.

- ¡Martin! ¡Ten cuidado! - exclamó.

El giro brusco que dio para recolocarse casi hace que el perro cayese de cabeza y Chiara tuvo que afinar sus pocos reflejos para cogerlo antes de que tocase el suelo. Se lo llevó en brazos al otro sofá y lo dejo en una esquina. El perro ni se inmutó.

-No quiero ir. - se quejó.

- Prepárate anda. Yo te acompaño si quieres.

- Voy. - pero no se movió.

- Vas a llegar tarde.

- Seguro que Denna ya está allí. - murmuró.

- Venga, anda, que luego te quejas de que no llegas. - tiró levemente de su brazo y Martin accedió sabiendo que tenía razón.

Volvió a su cuarto con pasos inestables y los ojos medio cerrados. Se hubiera chocado con su amiga pelirroja si ella no se hubiera dado cuenta unos cuantos segundos antes.

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-¡Violeta! ¡Me tengo que ir que voy tarde! ¡Álex me ha dicho que te pases en un rato por el estudio y te invita a desayunar! - dijo desde la otra punta del pasillo mientras se aseguraba de que llevaba todo antes de salir por la puerta.

- Vale, amor. Ahora le hablo. - escuchó la puerta cerrarse y se estiró en la cama.

Se sentía bien, tranquila, llena de felicidad. Desde hacía dos días no podía sentirse de otra forma, y le estaba sentando estupendamente.

Unas semanas antes tenía miedo de empezar de cero, de exponerse al caos que se imaginaba al cambiar su vida. Pero es ese momento, tendida en la cama con el sonido de los pájaros colándose por la ventana, se sentía orgullosa de haber dado un paso al frente, reuniendo la valentía suficiente para empezar su nueva vida.

Cuando te encuentre (Kivi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora