Capítulo 1: Encuentro en la Cumbre

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Narrado por Giovanni Marchetti

El viento en las colinas de Sicilia siempre trae recuerdos, ecos del pasado que me siguen como sombras, pero esta noche todo se siente más pesado. Estaba sentado en una de las salas más exclusivas de la villa que uso para reuniones importantes. Un lugar oculto a la vista, donde las paredes de piedra vieja han escuchado más secretos de los que puedo recordar. Frente a mí, una botella de vino añejo, abierta pero intacta. A mi derecha, un reloj antiguo que marcaba las horas con una cadencia insoportablemente lenta.

Esperaba a Dimitri Volkov, mi mejor amigo, pero también uno de los hombres más peligrosos del mundo. Líder de la mafia rusa, su reputación lo precede; algunos lo ven como un monstruo, otros como un dios. Para mí, es simplemente Dimitri, el único hombre en esta vida en quien he confiado sin reservas, algo que ni siquiera mi propia familia ha podido lograr.

Nos conocimos hace años, en uno de los momentos más oscuros de mi vida. Yo acababa de tomar las riendas de la mafia italiana tras la muerte de mi padre, asesinado por traidores que creían que podía ser fácilmente reemplazado. No sabían de qué estaba hecho. Dimitri, en cambio, lo supo desde el principio. Su mirada fría y calculadora vio en mí no solo un aliado, sino un igual. A partir de ese momento, forjamos una alianza que nos ha permitido gobernar el submundo europeo con puño de hierro.

Hoy, sin embargo, las cosas eran diferentes. La reunión no se trataba de negocios como de costumbre. Había un aire extraño, una sensación en mi estómago que no podía ignorar. Había oído rumores sobre movimientos en la frontera, una posible guerra entre nuestros territorios, pero sabía que Dimitri no estaba detrás de eso. A pesar de todo lo que el mundo pudiera pensar de nosotros, nuestra amistad había sido forjada en fuego y sangre. Sabía que si algo iba mal, me lo diría de frente.

La puerta de la sala se abrió sin previo aviso. Dimitri entró con esa misma calma implacable que siempre le acompañaba. Alto, de hombros anchos y con ese andar felino, parecía más una sombra que un hombre. Nos saludamos con una leve inclinación de cabeza, como si las palabras fueran innecesarias. Se sentó frente a mí, y por un momento, solo escuchamos el tic-tac del reloj.

-Giovanni -su voz resonó en la habitación como un trueno contenido-, hace tiempo que no hablamos cara a cara.

-Demasiado tiempo, Dimitri -respondí, tomando un sorbo del vino que había dejado en la mesa-. Aunque sé que no es solo por nostalgia que estás aquí.

Una sonrisa apenas perceptible apareció en su rostro. Era su manera de admitir que había algo importante de lo que hablar. Ambos sabíamos que el mundo que gobernábamos era como una cuerda tensa, siempre al borde de romperse, y hoy esa cuerda parecía estar más delgada que nunca.

-Hay problemas en las calles de Moscú y Nápoles -continuó Dimitri, directo como siempre-. Y ambos sabemos que no son accidentes.

Lo sabía. Los rumores no eran infundados. Alguien estaba intentando jugar con nosotros, provocar una guerra entre la mafia italiana y la rusa. Alguien que no comprendía lo que significaba la lealtad entre nosotros.

-Hemos estado en este juego demasiado tiempo, Dimitri -dije, manteniendo mi mirada fija en él-. Sabemos quién mueve los hilos, pero la pregunta es, ¿cómo vamos a responder?

Dimitri sonrió de nuevo, pero esta vez su sonrisa era más oscura, casi predatoria.

-A la antigua -respondió-. Como siempre lo hemos hecho.

Asentí. Era la única forma. En el mundo en el que vivíamos, solo los fuertes sobrevivían. Y nosotros, Dimitri y yo, éramos los más fuertes. Pero esta vez, la sensación en mi estómago no desapareció. Algo me decía que esta reunión no era como las otras, que algo más grande estaba por venir.

Y entonces, como si el destino hubiera decidido cambiar nuestras vidas en ese mismo instante, mi teléfono vibró. Miré la pantalla y vi un nombre que no esperaba ver tan pronto: Isabella.

No sabía en ese momento cuánto cambiaría nuestras vidas esa mujer, pero algo me decía que, desde el momento en que pronuncié su nombre en mi mente, nada volvería a ser igual.

Entre Dos MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora