Capítulo 2: La Mujer Misteriosa

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Narrado por Dimitri Volkov

Roma tiene una manera peculiar de hacerme sentir incómodo. Es una ciudad cargada de historia, poder y traición, cosas que conozco demasiado bien. Caminando por las calles adoquinadas, sentía el peso de los siglos, como si los fantasmas de emperadores y asesinos susurraran en las sombras. Pero aquella noche no era para dejarse llevar por fantasías. Giovanni había insistido en que asistiera a esa gala benéfica. Decía que necesitábamos mantener las apariencias, hacer ver que, aunque gobernábamos desde la oscuridad, podíamos codearnos con la élite de la alta sociedad. Personalmente, prefería el silencio de Moscú, pero la lealtad a Giovanni me trajo hasta aquí.

La gala se celebraba en un palacio antiguo, el tipo de lugar lleno de arte caro y secretos aún más valiosos. Todo era lujo y opulencia, algo que ya no me impresionaba. Giovanni estaba en su elemento, sonriendo y saludando a empresarios, políticos y actores como si fueran viejos amigos. Yo, por otro lado, observaba en silencio, manteniéndome cerca pero distante. Así era nuestro estilo: él el encantador, yo el que siempre estaba a un paso detrás, listo para intervenir cuando las palabras fallaban.

Estaba examinando a la multitud, buscando algo que me interesara más allá de los rostros vacíos de la élite italiana, cuando la vi. Isabella.

Ella no era como las otras. Vestía con elegancia, pero no era solo su apariencia lo que llamó mi atención. Su porte, la manera en que se movía por la sala, como si dominara el espacio sin esfuerzo, irradiaba una confianza que rara vez encontraba en alguien fuera de nuestro mundo. Había algo en su mirada que me detuvo en seco. Fría, calculadora, pero con una chispa de curiosidad, como si estuviera estudiando todo a su alrededor, incluyendo a nosotros.

-¿La ves? -La voz de Giovanni sonó a mi lado. Había estado tan absorto que no me di cuenta de que se había acercado.

-Difícil no verla -respondí sin apartar la vista de ella.

Giovanni sonrió, esa sonrisa suya que siempre oculta más de lo que revela. Sabía que él también la había notado. Lo conocía demasiado bien. Era imposible que no se sintiera atraído por ella. Pero en ese momento, ninguno de los dos dijo nada más. No necesitábamos decirlo. Isabella, sin saberlo aún, ya había captado nuestra atención, aunque ninguno de los dos admitiría lo que eso significaba.

-Deberíamos presentarnos -dijo Giovanni finalmente, y yo asentí, sabiendo que estaba pensando lo mismo que yo.

Nos acercamos, y mientras lo hacíamos, pude sentir cómo mi instinto, ese que me había mantenido con vida durante tantos años, me decía que algo estaba a punto de cambiar. Isabella giró ligeramente la cabeza en nuestra dirección, como si ya supiera que estábamos ahí. Era astuta, lo suficiente como para anticipar cada movimiento en esa sala, pero no parecía sorprendida.

-Señorina -comenzó Giovanni con su encanto habitual-, permítame presentarme. Giovanni Marchetti. Y este es mi socio, Dimitri Volkov.

Ella sonrió, pero no como las otras mujeres que habíamos conocido, aquellas que se rendían de inmediato ante nuestra presencia. Su sonrisa era tranquila, controlada, como si ya supiera exactamente quiénes éramos y qué representábamos.

-Isabella Rinaldi -respondió, extendiendo su mano con elegancia-. Es un placer conocerlos, señores Marchetti y Volkov.

Su voz tenía una melodía cautivadora, pero fue su mirada lo que realmente me atrapó. Mientras Giovanni hablaba, ella me observaba de reojo, midiendo cada una de mis reacciones, como si quisiera ver más allá de la máscara que llevaba puesta. No estaba acostumbrado a que alguien intentara leerme de esa manera. Me gustó. Era diferente. Peligrosa.

Giovanni, siendo el maestro de las conversaciones triviales, guió el diálogo hacia temas de negocios, política y las trivialidades típicas de una gala como esa. Isabella respondía con una inteligencia que iba mucho más allá de las apariencias. No solo sabía de lo que hablaba, sino que lo hacía con una seguridad que desafiaba a cualquiera a cuestionarla.

Permanecí en silencio durante la mayor parte del tiempo, escuchando, analizando, pero no podía negar lo que estaba sucediendo. Me sentía atraído hacia ella de una manera que no había experimentado antes. Isabella no era solo otra mujer hermosa. Había algo más profundo, algo que me intrigaba y me inquietaba al mismo tiempo.

Cuando la conversación llegó a su fin, Giovanni se inclinó ligeramente hacia ella.

-Espero que nos volvamos a ver, señorina Rinaldi.

-Estoy segura de que sí, señor Marchetti -respondió ella, con una ligera inclinación de cabeza, antes de dirigirse a mí-. Y también usted, señor Volkov. Fue un placer.

Cuando se alejó, sentí una extraña mezcla de emociones. Giovanni y yo la observamos en silencio mientras desaparecía entre la multitud.

-¿Qué opinas? -preguntó Giovanni, rompiendo el silencio.

Lo miré y por un momento ambos supimos la respuesta, aunque ninguno de los dos lo dijera en voz alta.

-Una mujer interesante -respondí, evitando entrar en detalles.

Giovanni asintió, pero había algo en su mirada que me indicaba que él también había sentido lo mismo. Los dos habíamos conocido a muchas mujeres a lo largo de nuestras vidas, pero Isabella era diferente. Y, aunque ninguno de los dos lo admitiera en ese momento, ambos sabíamos que ella no sería una simple aventura.

Isabella Rinaldi había entrado en nuestras vidas, y con ella, la certeza de que todo estaba a punto de complicarse de maneras que ni Giovanni ni yo podíamos prever.

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